Hay veces en las que evitar un gol supone mucho más que eso. Como la parada de Lunin anoche en Copa del Rey. Aquello no fue sólo frenar un tanto en el descuento que hubiera lanzado el partido contra una prórroga envenenada. Lo del gigante ucraniano fue, sobre todo, salvar al entrenador Xabi Alonso.
No hubo prórroga. Pero lo peor, para Xabi y para el Madrid, es que no tendría que haberse llegado a tan agónica situación. Todos parecen zozobrar en este Real Madrid. Todos, salvo los de siempre: Mbappé, presente en los tres goles del pase a octavos, y el portero blanco. Courtois como actor principal y Lunin como artista invitado como anoche.
El Prado de Talavera se convirtió en algo claustrofóbico para el Real Madrid al completo. En la grada, iconos como Roberto Carlos y Solari han cambiado la sonrisa por un rictus de circunstancias. En el banquillo Vinicius, que no jugó un sólo minuto, se cubría del frío y otras tempestades y a su lado Bellingham, se perdía con la mirada buscando un horizonte de respuestas que siguen sin llegar. Y mientras él, y otros tantos primeros espadas, siguen de camino y el Madrid no avanza. No se sabe muy bien el motivo, resaca de una temporada de casi 70 partidos, la intensidad que imprime un nuevo entrenador como Alonso, volver a competir sin apenas descanso y pretemporada… Lo que es seguro es que no hay una sóla razón, pero lo cierto, lo que es también indiscutible es que hay jugadores que se han perdido por el trayecto. Muchas paradas atrás queda el nivel que exhibían para ganar los últimos títulos. Y por si eso no bastara, ese estado lánguido y de mínimos que padece el equipo se ha vuelto viral, contagioso, casi enfermizo. Una plaga que es peor que la de lesiones. Porque afecta y bloquea a (casi) todo el vestuario. Un grupo convertido en este momento en una llamada de auxilio, una señal de emergencia… Y no parece, al menos por ahora, que alguien acuda al rescate.
