¿Acaso apuesta el Govern de Prohens por el pinganillo?
En recientes y desafortunadas declaraciones de Antoni Costa, número dos de la presidenta Marga Prohens, exhibiendo atropellado trombo expresivo con sucesivos titubeos, respondía al abandono de Isabel Díaz Ayuso del pleno de la Conferencia de Presidentes; hasta que le llegó la inspiración, tal que así: «Permítanme decirlo claramente. Creo que la presidenta Prohens no es una persona que tiende a buscar confrontaciones».
¿Qué significa confrontación? Vayamos a la RAE: «Dicho de una persona, poniéndose frente a otra». Es decir que según Antoni Costa, a la presidenta Marga Prohens no le gusta, pero nada, ponerse frente a otra. En el peor de los casos puede significar que calla sin presentar oposición. Teniendo en cuenta que en principio se remitía a las declaraciones de Prohens, si es que las había, al final Antoni Costa se tiraba a la piscina dando por hecho que tenía muy claro cuál era la opción de Prohens: nada de confrontación.
Eso lo explica todo. Salvo que la presidenta del Govern le desmienta. Pude escuchar en directo en el Auditórium de Palma, justo antes del 28M y frente a la propia Díaz Ayuso, que la candidata Marga Prohens se identificaba con ella plenamente. Entonces, ¿qué ha pasado ahora dos años después? Pues que todo aquel día en el Auditórium era pura farfolla, que leyendo la RAE compruebo la sospecha: «Cosa de mucha apariencia y poca entidad».
Se valía del tirón de Ayuso («mi amiga») y poco o nada más. Prohens no estaba entonces, ni ahora, tocada por el carisma de Ayuso.
Antoni Costa, involuntariamente o no, lo ha dejado muy claro: Prohens es de medias tintas. De actuar de manera vaga, ambigua o poco concreta, que de eso va ir por la vida de medias tintas. Teniendo en cuenta el papel del PP de Baleares los últimos 30 años, pasteleando con la lengua vernácula hasta convertirla en exclusiva en contra de la Constitución, con la complicidad de Cañellas (Ley de Normalización) y Matas (Decreto de Mínimos), resulta lo que sospechábamos: pese a disponer de mayoría suficiente para dejar a un lado la imposición de separatistas y el PSIB-PSOE, se ha llegado a lo que vivimos en el presente, que es imponer la inmersión y llamarlo consenso.
Lo que hizo Ayuso en Pedralbes días atrás fue ausentarse por una simple cuestión de coherencia: «No puede ser que en un bar tomando café hablemos en español y al entrar en el pleno debamos usar pinganillos». ¿Acaso ya se ha olvidado el PP de Baleares de que la orden de Armengol de usar pinganillo en el Congreso respondía únicamente a la presión de los separatistas?
Hablamos de una medida que responde absolutamente a la intransigencia, a la imposición de las lenguas territoriales como imperativo para romper la unidad y visibilizar ese constructo de la plurinacionalidad, que se mire por donde se mire siempre será una categoría descriptiva bipolar. La RAE. Es decir, que ahora mismo España pasa por un síndrome de Estado bipolar. Padecemos un preocupante trastorno agravado por la circunstancia de que Asturias, Aragón y Andalucía comienzan ya a reclamar lengua propia y en dos de los tres casos con el PP como actor protagonista.
Se está destruyendo la identidad nacional apelando a caprichos en un juego que va de convertir los reinos de taifas autonómicos en estados nacionales, lo que en definitiva da apariencia de veracidad a la plurinacionalidad que persigue la extrema izquierda. ¿Antoni Costa también está en ello?
Hemos llegado a un grado de degradación tan extremo que no se adivina la posibilidad de ver emerger líderes capaces de frenar esta deriva, una vez se finiquita el enorme legado histórico de la nación española, ninguneado en los planes de estudios de las comunidades desde hace demasiados años.
De ahí la importancia de Vox para frenar esta esquizofrénica huida de la realidad. Un país grande como España, cuya historia es equiparable a las gestas de la Historia de la Humanidad, se está yendo a la mierda porque los dirigentes que podrían reconducir la situación parecen no estar por la confrontación y ahí entra en juego un partido como Vox, sin complejos. Llamar a Vox extrema derecha tiene un solo objetivo: mentar al coco y se acabó el debate, evitando así tomar en consideración un discurso que pone contra las cuerdas el relato de la extrema izquierda, y al parecer de parte del PP también. Mentar al coco es eliminar cualquier oposición al relato.
Mientras tanto, la oposición dividida que es manera de garantizarle a la extrema izquierda su permanencia en el poder. Hemos olvidado nuestros momentos únicos, instantes irrepetibles. Defender nuestra identidad pasa por actuar a la manera de Isabel Díaz Ayuso. La pregunta entonces sería: ¿acaso el Govern de Prohens también apuesta por el pinganillo?
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