Opinión

La vanguardia planetaria y el ‘trumpantojo’ de Sánchez

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Es tal la soberbia patológica, concretamente psicótica, de este sujeto que ahora mismo está vendiendo a los suyos, o sea, a sus paniaguados mediáticos, que se ha convertido en el líder de la vanguardia planetaria, la que tiene una misión histórica: oponerse al reeditado presidente yanqui, Donald Trump. Lo peor es que los susodichos le bailan el agua y le siguen en su enorme arrogancia. No le ha bastado con que uno de sus socios hispanoamericanos (hispanoamericanos, sí) el boberas comunista y terrorista de Colombia, el tal Petro, se haya bajado los pantalones ante Trump y esté recibiendo centenas de compatriotas que trataban de vivir en Estados Unidos. El rojísimo jefe colombiano, en su menesterosa indigencia intelectual, se había creído que el nuevo presidente de USA iba de farol, pero ¡ca! Está dispuesto a cumplir a rajatabla cada uno de sus compromisos, por ejemplo este de la inmigración.

Por tanto, de la vanguardia progresista ya se ha descolgado por la vía de los hechos Petro, un anticipo de lo que puede suceder (y va a suceder) con la histriónica presidenta mexicana que ha heredado los berridos de su antecesor, López Obrador, pero no su cautela a la hora de relacionarse con el vecino de arriba. Claudia Sheinbaum, de estirpe indudablemente judía, ha tomado nota de lo acontecido con Petro y ya ha reconocido que está dispuesta a «acoger con los brazos abiertos» a los mexicanos a los que Trump ponga en la frontera de El Paso, o en cualquiera de las otras que marcan la división entre uno y otro país.

O sea que, a las primeras de cambio, Trump se ha cargado el buenismo de esta tropa que aún compone el comando de Puebla que, poco a poco, se está disolviendo por lisis. El único que no parece haberse enterado de la realidad (los psicópatas son así con lo que no les gusta) es nuestro Sánchez que, repito, se desenvuelve en estas primeras horas de Trump como adalid y primera figura de la oposición mundial al republicano. ¡Va listo! A este cronista le dice lo siguiente un diplomático español que ha permanecido años en Estados Unidos: «Para Trump, Sánchez es un pigmeo que si se pone tonto remoloneando dinero para la OTAN, o tocándole los costados con recriminaciones varias, le puede arrear un ‘arancelazo’ de no te menees».

Claro está que no nos podemos alegrar de que alguien de por ahí fuera le ponga las peras al cuarto a este individuo, porque eso sería tanto como pegarnos patadas en nuestro propio tafanario. Bien, pues eso es exactamente lo que puede suceder. Ya informamos de que la nueva chulería con vocación de destino en lo universal de Sánchez está a punto de saltar por los aires; nadie, ni siquiera sus medios afectos, le van a reconocer un liderazgo ultraizquierdista, tampoco la fantasmal Internacional Socialista que él compró literalmente a correligionarios corruptos.

La doble pretensión de Sánchez de presentarse mundialmente, por una parte, como el púgil aguerrido preparado para subir al ring de Trump, y la de personarse como el gran mecenas de la izquierda mundial de la que puede salir una nueva estrategia ideológica y política, está siendo recibida no ya con escepticismo sino con hilaridad. Es como si nuestro entrañable Alcoyano le quisiera zumbar la badana al Real Madrid. ¡Qué ridículo! Pues en esas estamos: también los aliados del comando Puebla dudan ahora de que Sánchez está a la vera misma de proponerles un auténtico trumpazo: un giro histórico en las democracias para cambiarlas por soluciones populistas, lo que Sánchez suele llamar: el nuevo orden, su orden, internacional. No es de esperar que ni siquiera el vejestorio Lula le quiera aplaudir en este deslumbre enloquecido. Los demás aliados tampoco; en noviembre hay convocadas elecciones presidenciales en Chile y no parece que si Gabriel Boric pierde -que puede perder si la derecha se entiende y no se presenta separada- esté por la labor de no reconocer los resultados como ha hecho el protegido venezolano de Sánchez, Nicolás Maduro.

Porque, fíjense, aquí recorren los huesos de España dos especies que resultan, de entrada, igualmente tan improbables como indeseables: la primera, la antedicha, la de hacer trampas en el recuento electoral; la segunda, que a Sánchez le dé por retrasar las elecciones generales no se sabe por qué antojo o con qué prerrogativa. La gente, es cierto, está escamada y cree que Sánchez es capaz de cualquier cosa. Es, en sí mismo, un trumpantojo, es decir, un mentiroso urdidor de sucesivas trampas con las que pretende engañar a todo bicho viviente. Que no parezcan alarmantes o exageradas estas precisiones, antes al contrario, permanecen en las conversaciones más usuales del país. Ya nadie se fía de este individuo que ahora se quiere convertir en el nuevo jefe de la revolución leninista del Universo. Algo está comprobado por si las dudas hacen madre: Sánchez no cree en la democracia, si no ¿cómo es posible que la esté asesinando? Ya vemos que, tras el balcón, nadie le viene tomando en serio pero: ¿y aquí? ¿Se puede seguir lidiando con todo un país sin cuentas públicas aprobadas en el Parlamento? ¿Cuánto tiempo se va a tardar en saber que Sánchez ya tiene apartado al propio Rey, con el que no despacha, de sus decisiones? ¿Es que nadie conoce que el acólito Bolaños es el demandadero que se relaciona mal que bien con la Zarzuela?

Alguna cuestión más, sólo ésta: el trumpantojo, el autojefe de la denominada «vanguardia planetaria» está decidido a anular directamente el Parlamento de la Nación, al que ya no va y al que desprecia absolutamente. Lo mejor que se puede añadir es que sus propósitos se van a quedar en ensoñaciones enloquecidas, pero podemos asegurar que las tiene, lo que le transforma en un individuo singularmente peligroso. Él no reconoce otra autoridad que la suya y se complace con esta certeza: a todo el mundo se le puede comprar, incluso -lo verán- a los más reticentes independentistas catalanes.

Naturalmente que la sociedad civil, ésta que no hace nada y que está espectacularmente quieta ante la necesidad democrática de derribar al fulano, juzgará apresuradas todas estas consideraciones. Pero lo dicho: Pedro Sánchez-Castejón se cree enviado por todos los mendrugos progresistas del mundo para encabezar la vanguardia planetaria que puede enfrentarse al enemigo Trump. Como suena.