Reino Unido: el futuro es liberal
Venimos de una política acomplejada y cobarde, obsesionada por controlar la agenda. Si un problema se adivinaba como espinoso, bien se arrinconaba hasta que se pudriera o bien se afrontaba en despachos cerrados y a oscuras. Los populistas se han esforzado durante años en lograr que se hablara de algunos de estos problemas. Hasta ahí bien. El problema es que ellos no hablan: mienten. Su victoria más notable en Europa ha sido el Brexit. Su derrota más decisiva ha ocurrido en Francia, donde Emmanuel Macron aceptó el marco populista para oponer la verdad a sus mentiras. Por eso su victoria es crucial. Reino Unido necesita su Macron. No necesariamente un outsider, un político nuevo. Lo que necesita es alguien que mire al populismo a los ojos y lo combata desde la verdad. Allí será más difícil que en Francia, porque el virus populista ha infectado muy gravemente a los dos grandes partidos británicos. Theresa May es ya una líder nacional-populista entregada a la mentira y a la manipulación. De momento, le rinde beneficios: los tories se han merendado al UKIP de Nigel Farage y las encuestas les sonríen. Lo siento por los muchos conservadores británicos que creen en el libre comercio y en un mundo abierto.
En cuanto al Partido Laborista, está en manos de Jeremy Corbyn, y poco más hay que añadir. Corbyn ha incorporado arreglos populistas a su apolillado armario político. Se ha impuesto gracias al apoyo de una militancia que prefiere mirarse en el espejo al modo narcisista que ganar elecciones. Su campaña durante el referéndum de 2016 fue vergonzante y vergonzosa: producía vergüenza, pero sobre todo se le notaba avergonzado por defender algo en lo que no cree: Europa. A nadie puede sorprender que ya esté pidiendo límites a la inmigración. Debería ser, por tanto, el momento de los Liberal-Demócratas, independientemente de lo que ocurra en las elecciones del 8 de junio. El Brexit ganó por poco. La mitad de los británicos querrían permanecer en la UE. Esa mitad está, sencillamente, huérfana, abandonada. El Brexit va a hacer que, como en Francia, el eje izquierda-derecha pese menos que el eje nacionalismo-globalismo. Y resulta que en el lado correcto sólo están ellos.
Sé que están preparados, porque mantengo un diálogo fluido con ellos y me he reunido con algunos de sus miembros clave, pero, por todo lo que nos jugamos y por el gran afecto que tengo por el Reino Unido, me voy a permitir darles algunos consejos:
– Buscad aliados. No permitáis que los inevitables intereses personales bloqueen la incorporación de personas de otros partidos o de la sociedad civil. Aquel 48% que votó por la permanencia en la Unión Europea es plural. Que también lo sean vuestras candidaturas.
– No renunciéis a nada. Queréis un Brexit sensato, suave, que mantenga cuantos más vínculos mejor con la Unión Europea. Pero lo que en realidad queréis es que nunca se hubiera producido. Sabéis que el proceso que condujo al Brexit fue lamentable, lleno de lagunas democráticas. Todavía es posible revertirlo.
– El Himno de la Alegría es vuestro mejor jingle. Vais a representar el optimismo ante el futuro. Nada lo representa mejor que los símbolos de la Unión Europea. Que se vean las banderas azules con estrellas amarillas, que suene la Novena Sinfonía en vuestros actos públicos, como sonó en los de Macron.
– Decid la verdad. Hablad de inmigración, hablad de terrorismo, hablad de la globalización. No os preocupéis por la agenda, no contempléis tabúes. Simplemente, defended la verdad. Porque es posible que nadie más lo haga.
Las encuestas no vaticinan de momento un gran resultado para los Liberal-Demócratas. Temo que estas elecciones han llegado demasiado pronto para ellos, demasiado pronto para articular esa coalición europeísta que sólo ellos pueden liderar. Con todo, el camino es largo, y tendrán mucho que decir en el futuro cercano. Además, los sondeos se han mostrado especialmente inseguros en Reino Unido, como si las empresas de demoscopia no estuvieran sabiendo captar los movimientos de fondo en la sociedad británica. El 8 de junio podría ocurrir que los LibDem dieran la sorpresa. Pero lo importante es que en los próximos años representen justo lo contrario: el partido de la confianza en el futuro.
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