Pixi Puigdemont y Dixi Comín
La obsesión de Puigdemont por colarse en el Parlamento Europeo era sensacional. Cuando conseguía de algún diputado un permiso para meterse dentro le faltaba tiempo. Así que, en momentos incluso insospechados, te lo podías topar por allí, siempre rodeado de supporters.
Sus apariciones formaban parte de un show muy preparado para aparentar que lo invitaban por méritos inconmensurables y por reconocimientos más allá de nuestras fronteras a su heroicidad “democrática”. Circunstancias que, como se encargaba de subrayar a medios incautos o comprados, el gobierno franquista español se obstinaba en silenciar de manera escandalosa.
Ahora, por carambolas de la vida que espero se reconduzcan lo más pronto posible, está allí con todas las de la Ley. De una Ley con muchos flancos desprotegidos ante aprovechados de toda índole y con muchísimo que mejorar sin la menor sombra de duda.
Pero ahora no estamos en esa “pantalla”. En la que aquí les muestro, tenemos a Pixi Puigdemont y Dixi Comín correteando por la moqueta de la planta tres del Parlamento y, cuando suena el aviso, corriendo a sentarse en sus flamantes escaños 853 y 854 del gallinero arriba del gallinero, en la última fila de los No Inscritos, y hacerse selfies con el fondo del hemiciclo a sus espaldas.
Todo ello, por supuesto, para consternación de constitucionalistas hispanos y de políticos con sentido de la responsabilidad de cualquier parte de Europa, que hay muchos. Diputados que se encuentran, como esas nutrias constructoras de diques en los arroyos, que sus desvelos por una UE de la Justicia y de la Igualdad cuando no se desmoronan por un lado lo hacen por otro. Es muy cansado.
Pero volvamos a nuestra pantalla: ahora se lo están pasando de miedo. ¿Cuánto durará la felicidad en casa de esos pobres huidos de la justicia? Recordemos que el excelente Jaume Duch, jefe de Comunicación de la Eurocámara, y amigo del Constitucionalismo (y siempre enfilado por ello por los separatistas), confirmaba la recepción del suplicatorio casi en el mismo momento en que el presidente Sassoli daba la bienvenida a los nuevos diputados. PP, PSOE (se supone) y Ciudadanos, se preparan para intentar que su proceso sea lo más rápido posible.
Oriol Junqueras quedó automáticamente suspendido por la decisión de la Junta Electoral central (JEC) del 3 de enero. Pero Pixi y Dixi han visto consagrada su inmunidad y se van a emplear a fondo en dar la tabarra con la causa independentista. Intentarán convencer, desde sus escaños en la galería más alta, en este “paraíso” que es casi una metáfora en sus mentes recalentadas del lugar providencial de la ‘República Catalana’ en el mundo, de que España y su Justicia son fascistas. Un clásico.
La respuesta del resto del Hemiciclo ha ido considerablemente a juego con el clima de Bruselas: fría y brumosa. Si en el Parlamento Europeo ya estaban hartos del “tema catalán” cuando yo llegué a finales del 2015, ni les cuento cómo lo tienen que estar ahora.
Aunque montaron el número de la pancarta reivindicativa, tan habitual en toda sesión de Estrasburgo, para pedir la “liberación” de Junqueras, sujetándola como parejita pizpireta entre los dos, tendrán que pensar en numeritos más sorpresivos si quieren que sus señorías se dignen a levantar una ceja y notar que andan por allí. No van a tener tan fácil montar los pollos que montan en Cataluña, como les demostró un simple empleado de la Cámara llamándoles al orden para que dejasen de jugar con las fotos de sus mártires
Pienso que la actitud general que van a adoptar unos diputados con la sabiduría y resignación que da una cultura de años será la misma que la del gato Mr. Jinks: mascullar “mardito roedore” y seguir con lo suyo.
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