En patinete y a lo loco
El tema no es baladí porque el problema va in crescendo. El Gobierno central aprobó en noviembre del pasado año una normativa sobre los patinetes (Real Decreto 970/2020) y, según la ordenanza ad hoc del Ayuntamiento de Palma, que ratificara el anterior decreto, los patinetes eléctricos no podrán circular por las aceras, plazas, parques, jardines y espacios destinados en exclusiva a los peatones.
Justo todo lo contrario de lo que sucede ahora cuando se están dando todas las infracciones que prohíbe la ordenanza. Porque la realidad es que, inundando la ciudad y en creciente número, los patinetes y sus conductores andan por donde les da la realísima gana. Y este un asunto prioritario porque, sustos aparte, los atropellos causados por estos vehículos han producido ya en lo que va de año más de un centenar de heridos.
En vigor la normativa, ha llegado la hora de que se actúe en consecuencia y esto significa ver cómo la Policía Local comienza a sancionar con contundencia las infracciones que causan los patinetes antes de que la situación en la ciudad, por esta causa, se convierta en insostenible. Hoy prácticamente todos los patinetes circulan por las aceras y, es más, invaden zonas exclusivamente peatonales, caso de las calles de Sant Miquel, Oms o Blanquerna. Y llegan hasta el extremo de circular por el centro de plazas, tal es el caso de la Plaza de España, incrementando con ello el disparate del carril bici que en su día fue puesto para atravesar el lugar.
Por otro lado, un cuarto de millón de euros ha costado un tramo de calle de menos de cien metros, Costa y Llobera, entre Avenidas y Gilabert de Centelles, convertido en peatonal. Motivo de este dispendio: lleva incorporado en su pavimento un mensaje que solo se puede descifrar utilizando el Código Morse y según el técnico municipal que la ha diseñado, Antoni Sbert, las manchas redondas de su nuevo pavimento pueden significar varias cosas: los frutos de los árboles sembrados en ella caídos y machacados en el suelo, mientras que los bancos de forma cilíndrica, donde evidentemente no se va a sentar nunca nadie, pueden evocar a estos mismos frutos aplastados.
Pero tienen también, admírese la idea, otra significación, porque según este arquitecto municipal que ha diseñado la calle, esconden un verso del poeta Costa i Llobera, que da nombre a la calle, escrito con los puntos y rayas del Código Morse y que aquí se ha trasladado a círculos pequeños y grandes.
¿Queda claro? Aunque lo más importante de este lujo de calle es la incorporación por primera vez de un pavimento asfáltico pulido y un suelo drenante, diseñado por el ingeniero municipal Joan Afán de Ribera, que posibilitará que las raíces de los siete perales de flor sembrados en este tramo de la calle aprovechen mejor el agua de lluvia.
Como a los técnicos municipales en cuestión les den manga ancha…
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