Nicaragua sobrevive al terror comunista
Nunca olvidaré el día en que mi padre me llevó a Metapa, histórica aldea nicaragüense donde vino al mundo Rubén Darío, prodigioso poeta considerado “El príncipe de las letras castellanas”. Guardo de aquel viaje un recuerdo insumiso porque, realmente, hay que ver, para creer, que en tan infecto lugar, una indígena pudiera parir a un monstruo de la Literatura. La palabra establo es insuficiente y no sirve para describir el inhóspito sitio en el que nació un iniciador del modernismo, el indio que nos enseñó a soñar con sus 1.700 gramos de masa encefálica, cuando un cerebro normal no supera los mil.
La choza se mantiene como estaba, no sé si de un modo intencional o por mera dejadez, y no se puede llegar a concebir que una criatura allí nacida, a los 16 años se hubiese leído los clásicos castellanos y a los 20 conociese todo lo importante que en poesía se había escrito en tal lengua. Al salir de la paridera me pregunté cómo un medio indio, medio español podía dar paso a un poeta de aquella cultura increíble. Y según sigue en pie el establo, también sobrevive, milagrosamente, Nicaragua al terror comunista que esparce el verdugo Daniel Ortega, acumulando miles de presos torturados, asaltos a Iglesias Católicas por sicarios y paramilitares, más un sinfín de secuestros y asesinatos extrajudiciales y la reciente matanza en la comunidad indígena de Monimbó, que tanto se parece a la aldea donde nació Rubén.
Costa Rica ya ha acogido a 4 millones de nicas que se fugaron para hallar paz entre los ticos. El criminal Ortega y la vicepresidenta, su bruja y esposa Rosario Murillo —ella no oculta que es bruja—, forman un tándem de peligrosos psicópatas, decidido a arruinar y masacrar al pequeño país centroamericano. Los habitantes de Masaya cuelgan en sus redes sociales fotos, videos y audios de los crueles ataques, en los que salen policías y encapuchados armados disparando a todo lo que se mueve, como si fuera una cacería de loros, y destruyendo con tanques las barricadas tras las que se ocultan los manifestantes para defenderse de las fuerzas combinadas. Ante tanta ignominia se echa en falta a algunos francotiradores que sacasen del mapa a este par de energúmenos que ordenaron matar a cientos de indios. Si se dispara, que disparen todos. ¿O no?
Zoe Valdés, defensora de víctimas y héroes, clama: “Nicaragua se desangra y el mundo sigue impávido. Silencio por doquier”. Los cantautores de Cuba y Venezuela, donde se esconde la cabeza de la Hydra, se suman a ese silencio, pues sólo como cobardes se definen. Volvamos a mi padre, premio nacional de Literatura y Teatro que en su último libro escribió: “No he preguntado a mi hijo Joaquín (o sea, a mí) que tan buenos modales literarios sacó y que tan buen español escribe, si recuerda Metapa”. ¡Claro que la recuerdo, querido padre, difícilmente la olvidaré! De casta le viene al galgo…
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