Las malas compañías de Oliu y Andic
El contexto preveraniego de España ratifica el aserto popular: «A veces la realidad supera la ficción». Sólo en un país como el nuestro, cuna de José Luis Torrente o Max Estrella, se pueden dar instantáneas tan esperpénticas como las de Josep Pujol. La información exclusiva de LOOK muestra al hijo del molt independentista —y delictivo— ex presidente de Cataluña a bordo de un yate de 40 metros que, para colmo de todos aquéllos que aún se creen la pantomima separatista, tiene una bandera de España —emblema Real incluido— a modo de decoración. El vástago de la madre superiora Marta Ferrusola disfruta de un tren de vida demasiado boyante si tenemos en cuenta que su propia madre reconoció que la famiglia no tenía «ni cinc». Estas fotos demuestran que dinero sí tienen… y mucho. Tanto como le han expoliado a los contribuyentes catalanes durante décadas. También tienen amigos influyentes que les sirven de compañía. Entre otros, Josep Oliu e Isak Andic.
El presidente de Banco Sabadell y el dueño de Mango ensucian su imagen al lado de un hombre que ha sido imputado por blanqueo de capitales. En 2015, el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata lo acusó junto con su hermano Pere. El mismo magistrado volvió a repetir proceso hace apenas tres meses contra Oriol Pujol, señalando así a todos los miembros de la mayor estirpe delictiva que ha conocido Europa en su historia reciente. ¿Qué necesidad tienen dos hombres de éxito como Oliu y Andic de juntarse con semejante persona? ¿Qué tipo de beneficio le puede otorgar una compañía así a la reputación corporativa de sus respectivas marcas? Resulta muy difícil de entender. Casi imposible. Además, Josep Pujol nunca ha dudado en hacer ostentación de una fortuna tan mullida como opaca: «A los 30 ya era muy rico. Mi primer sueldo fue más alto que el de mi padre», ha llegado a decir. El hecho de ser un vanidoso con dinero ajeno lo define a la perfección. Josep Oliu e Isak Andic deberían tenerlo en cuenta. Ya lo dijo el poeta inglés George Herbert: «No frecuentes malas compañías, no sea que aumente su número».
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