Ineptocracia frente a meritocracia
Dice Pablo Iglesias – vicepresidente que un día se erige en bombero de un fuego avivado por el gobierno al que pertenece, otro día reniega del Jefe del Estado, y al tercero se erige en “papá” de todos los niños españoles- que la gran enseñanza de la pandemia del coronavirus es “la importancia de recuperar lo público”. A los pocos días aparece el Presidente Sánchez en el Congreso y dice que del coronavirus saldremos a través de la transición ecológica, mayor justicia social, feminismo y otra clase de manidos eslóganes ‘progres’. Las palabras de la izquierda actual riman con las mismas que sus antecesores pronunciaban en los años que precedieron a la caída del Muro de Berlín.
La crisis del coronavirus es para nuestro mundo una nueva lección similar a la caída del Muro de Berlín de hace 30 años. Y sino, al tiempo. El 71% de países de la UE gobernados por la izquierda aparece en el lamentable ranking de países con más muertos por coronavirus (España, Italia, Suecia, Portugal y Dinamarca). La realidad es incontestable. Sólo un 1% de países con gobiernos de centro-derecha están en el mismo ranking (Irlanda). El resto de los países del ranking tienen gobiernos liberales (Bélgica, Francia, Holanda y Luxemburgo).
Cuando Berlín se reunificó a finales de 1989 la izquierda política vio cómo se tambaleaban los cimientos sobre los que se había sustentado durante buena parte del siglo XX e inició una travesía en el desierto que perdura hasta nuestros días en países como Alemania y la Europa del Este. Sólo algunos casos aislados como España, Grecia, Italia o Portugal, además de los clásicos países nórdicos, siguieron conociendo gobiernos de izquierda. A día de hoy, los partidos socialdemócratas y comunistas rigen los designios de siete estados de la UE: España, Italia, Dinamarca, Finlandia, Portugal, República Checa y Suecia. Cinco de ellos están, como ya he comentado líneas arriba, en el indecoroso listado del ranking de países con mayor tasa de víctimas.
La izquierda perdió la batalla ideológica frente a la derecha en los prolegómenos de los 90 del siglo pasado y vuelve a hacerlo ahora tres décadas después. Entonces fue con la caída del comunismo y ahora lo hace con una pandemia. Sin embargo, sus representantes tratan de salvarse enarbolando banderas dirigidas a ocultar pura ineficacia en la anticipación y gestión de un momento crítico, al igual que pasó con las economías planificadas socialistas de hace 40 años. Ni las ideas deshilvanadas sobre el cambio climático ni otra clase de ocurrencias sirven para consolar a los miles de familias con algún ser querido víctima de la pandemia, ni tampoco para resolver el problema.
La crisis del coronavirus es una lección para los políticos poco pragmáticos y cuadriculados que sólo viven bailando alrededor de tópicos ideológicos. Tópicos que les restan capacidad de acción ante un ‘tsunami’ como el de la pandemia y acaban por agravar la situación. El ejemplo español es muy claro. Una semana antes del confinamiento teníamos a los amantes de los eslóganes ‘progres’ coreados por los corifeos del 8-M desfilando y contagiándose, para acabar una semana después encerrados en sus casas en el caso los más afortunados; u ocupando una cama de hospital en el caso de los más débiles.
Resulta imposible también hacer frente a una pandemia con un ministro de Sanidad filósofo que pensaba dedicarse a tocar el violín durante una supuesta legislatura feliz y que recayó en un sillón ministerial por su avenencia con los políticos catalanes. Una vez más, la izquierda antepuso la ineptocracia frente a la meritocracia.
La crisis del coronavirus es una lección para los gobiernos ‘negacionistas’ como el español que niegan la existencia de otros problemas que no sean los que Greta Thunberg les pone sobre la mesa u otros ‘lobbies’ que actúan con agenda propia. De la crisis del coronavirus saldremos lamentablemente con un escenario poco halagüeño: mayor desigualdad, una clase media más empobrecida, una población infantil pagando las consecuencias del confinamiento y de la crisis económica, más desempleados y más cierres empresariales. Todo lo contrario a lo que la izquierda que gobierna presuntamente dice luchar, pero que siempre termina por suceder.
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