Gobierno de Sánchez: fatuos, felices y granujas
Fatuos, felices y granujas. Tres perfectos adjetivos para definir a esta recua que nos tiene atónitos entre la risa y la indignación permanente. Pero, ¿quiénes son ellos para venir a salvarnos porque las trampas del azar les hayan colocado como okupas del Gobierno? Pero, ¿quiénes se creen que son para venderse indispensables como si fueran nuestros papás? Corre por las infernales redes un adagio popular que reza así: “Son como el maestro Ciruela que no sabía leer y puso una escuela”. Son tan atrevidos, tan artificiales como la peluca que encubre la calva clamorosa del gurucillo Redondo.
A uno, Ábalos, jefazo de la cuadrilla, le ha dado por afirmar sin el mejor sonrojo, que están cumpliendo una misión histórica que, haciendo un descomunal sacrificio personal y colectivo, permanecen en el Gobierno, que no se pueden marchar, vaya, porque tienen que “arreglar muchas injusticias”. La Providencia en la que no creen les ha situado en esta tesitura histórica y pese a la incomprensión general, están ahí, con sus lucecitas de La Moncloa encendidas para cuidar de nosotros a pesar, desde luego, de que no nos lo merecemos.
Lo de otra, Carmen Calvo, que pudiera ser telonera en los festivales del Bombero Torero, es aún más grave. Y cómico. Cada día se asemeja más a los personajes de ‘El pobrecito hablador’ de Larra. Uno de aquellos sujetos ya advertía en los años 30 del siglo XIX que “En España cada día entra un tonto por la Puerta de Toledo”. Ahora desembarcan desde el AVE, muchas veces desde el Sur y no apunto —lo entenderán ustedes— a nadie. Calvo, tan europeísta ella, pretende cambiarnos la hora para, al paso que manda a dormir en agosto a los ecijanos a la nueve de la noche, jorobar a los machistas que están peleados, ya se sabe, con los usos progresistas de los caminantes de Greenwich. “¡Los machistas a la cama!”, grita Calvo y España entera se estremece ante tan enorme iniciativa.
Son fatuos hasta el ridículo que bordean sin pestañear, pero también granujas que cambian de opinión y no solo porque sean necios como presume su veterano correligionario Felipe González. No; dicen una cosa y la contraria y aseguran que las dos son verdad. Sus escrúpulos políticos están de vacaciones, probablemente en el Caribe venezolano de Iglesias y sus secuaces del Soviet Supremo. Pero, aún así, siendo como son: fatuos, grandiosos en su ufanía desmesurada, y granujas que utilizan la verdad como instrumento de sus veleidades, estamos dispuestos la mayoría de los españoles a perdonarlos, eso sí con una sola condición: que cuanto antes nos dejen en paz. Les estropearíamos un poco su dicha actual, pero el país entero descansaría. No les necesitamos, que salven, si les dejan, a sus mamás políticas. Son felices sin entender que, como escribió Jardiel Poncela: “Hay dos formas de lograr la felicidad: una hacerse el idiota, otra serlo”. Lo dejó escrito, ya digo, Jardiel Poncela, su humorista de cabecera.
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