La eficiencia de la política tributaria de Madrid
A comienzos de año, el Consejo General de Economistas Asesores Fiscales (REAF) publicó su informe anual Panorama Fiscal Autonómico, donde analizaba, una a una, las principales figuras tributarias por cada comunidad autónoma. Tras el análisis de los datos, la conclusión era clara: Madrid es la región donde menos impuestos se pagan, incluidas las dos regiones forales (la comunidad autónoma vasca, a través de sus diputaciones), que como mucho llegan a empatar a Madrid en algunos impuestos.
De esa manera, Madrid tiene los tipos de IRPF más bajos de toda España, no sólo alguno de ellos, sino en todos, ejemplificado en el máximo y en el mínimo, con los tramos, además, menos distorsionantes de todas las tarifas regionales, además de la parte nacional. La diferencia es notable entre unas regiones y otras si analizamos la cuota líquida del impuesto, con una variación significativa de, al menos, unos cientos de euros, que pueden llegar a ser miles, según la tipología del sujeto pasivo. Con esta menor tributación, se liberan recursos para que los ciudadanos puedan contar con una mayor renta disponible con la que decidir qué hacer en su vida y que ayuda, en muchos casos, a llegar mejor a fin de mes.
En Patrimonio, la diferencia es todavía más clara, especialmente por poner de manifiesto lo arcaico, inútil y confiscatorio de este impuesto, pues Madrid es la única región donde mantiene la exención al 100% para todos los contribuyentes. En Sucesiones y Donaciones, Madrid bonifica el 99% de la cuota, de manera que ese 1% queda a efectos de control, no confiscatorio.
Dicho tributo sí que se adentra en terrenos de confiscatoriedad en la mayoría del resto de regiones, pues con él se paga, al igual que en Patrimonio, varias veces por el mismo elemento que la política tributaria convierte en distintos hechos imponibles. Por tanto, la política tributaria de Madrid en estos impuestos consigue eliminar gran parte de la injusticia de estos tributos.
Y lo mismo sucede en Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, que en Madrid se encuentran en los niveles más bajos de entre todas las regiones, con diferencias muy notables. Esta más baja fiscalidad en Madrid de estas figuras tributarias indirectas evita desincentivar transacciones, y, por tanto, logra dinamizar la economía.
En definitiva, esta política tributaria de impuestos bajos que Madrid sigue desde hace casi veinte años, cuyo impulso se debe a Esperanza Aguirre, que continuaron todos sus sucesores y en la que ahora Isabel Díaz Ayuso quiere insistir, con nuevas rebajas fiscales: no sólo se trata, además, de una cuestión cuantitativa, que también, como la rebaja de medio punto en todos los tramos de la tarifa autonómica que quiere llevar a cabo en el IRPF para el año 2022, sino también cualitativa, al anunciar la eliminación de los únicos dos impuestos propios que tenía Madrid -además de recordar que el recargo autonómico sobre el estatal Impuesto de Actividades Económicas ya se había eliminado de facto en el año 2009 de manera práctica, al dejarlo entonces en recargo nulo, al 0%-. Esto lanza una potente señal, pues ya no es cuestión de la potencia recaudatoria de estos dos tributos, sino una forma de señalar la necesidad de revertir una práctica que se ha extendido por algunas comunidades autónomas, como, por ejemplo, Cataluña, que no tiene sentido y que sólo empobrece la actividad económica y el empleo.
Gracias a esa política aplicada desde hace casi dos décadas, Madrid lidera el crecimiento económico español en la serie histórica publicada por el INE desde 2010; ha pasado a ser claramente la región con mayor PIB per cápita, superando ya nítidamente al País Vasco; y pese a ser menos extensa y tener un millón y medio menos de población que Cataluña, Madrid ha adelantado en volumen económico a la región catalana, para convertirse no ya en el motor económico de España, que ya lo era, sino en la primera economía regional.
Y esos impuestos más bajos, al generar una mayor actividad, no sólo no recaudan menos, sino que, en media, sólo el IRPF recauda cerca de 800 euros más por contribuyente que la otra región de tamaño comparable, que es Cataluña, donde se aplica una política de impuestos mucho más altos (casi cinco puntos más que Madrid en el marginal máximo de IRPF). Mayor recaudación madrileña gracias a los impuestos bajos que liberan 1.150 euros al año para que se queden en el bolsillo de cada contribuyente madrileño y que le permite tener, por su mayor dinamismo, los mejores servicios de España, como se demuestra día a día en la Sanidad, donde su capacidad hospitalaria no tiene igual en España, ni en cantidad ni en calidad. Mayor recaudación que le permite contar con los mejores servicios educativos, de servicios sociales y de transporte. Y mayor recaudación que, en definitiva, le permite ser la región que más aporta, con muchísima diferencia, a la solidaridad del resto de regiones, para que puedan sufragar en buena parte sus servicios esenciales. Es más, debido a la trampa del fondo de competitividad, también se derivan entre 450 millones y 850 millones cada año que, sin dicha trampa, le corresponderían a Madrid, hacia la Administración General del Estado.
Impuestos bajos, gasto limitado -gasto público que han de reducir, no contener, sino reducir significativamente todas las administración públicas, todas sin excepción, para evitar la insostenibilidad de las cuentas públicas y poder salvaguardar el gasto esencial-, estabilidad presupuestaria, eliminación de trabas y reformas profundas. Ése es el camino que la experiencia muestra que da mejores resultados.
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