Colau vuelve a ‘montar el belén’
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, está empeñada en deconstruir la Navidad y, cada año por estas fechas, ‘monta el belén’ con dinero público. El pasado año no tuvo mejor idea que colocar unas cajas apiladas, muebles y todo tipo de objetos representando lo que pretendía ser un Nacimiento. «Durante más de trescientos días y trescientas noches, duermen en el desván o en los armarios, los cajones o los altillos. Y un buen día de diciembre, con mucho alboroto y expectación, los despertamos de repente y los llevamos a la sala de estar». Una explicación surrealista que encarna la esencia del populismo.
En el año 2018, el Belén se limitaba a unas sillas vacías que representaban a la Virgen María, el Niño Jesús y San José. Todos alrededor de una mesa donde la comida del plato era una especie de pasto. En el año 2017, el Belén de Colan consistía en un conjunto de 25 figuras de metacrilato sostenidas en el aire que simulaban un pesebre, aunque muchos barceloneses no llegaron a entender el sentido de esta obra y la calificaron de «mierda pinchada en un palo».
Este año, para no ser menos, la alcaldesa ha colocado a la Virgen, San José y el niño Jesús al lado de una patera y en la playa para reivindicar la inmigración que llega a las costas españolas. La Virgen, apoyada sobre San José y con el Niño en brazos, se encuentra postrada a los pies de un cayuco recién encallado. «Con esta escenificación -afirman- se quieren acercar las dos orillas del Mediterráneo con Tossa de Mar y Palestina unidas por el agua; un viaje desde un pueblo íbero y romano de nuestra casa hasta el lugar donde nació Jesús. En esta ocasión el pesebre no cuenta con cueva ni portal, sino que el nacimiento se sitúa al raso, sin nadie que lo haya acogido». De aurora boreal, vamos.
Es sabido que los vínculos de la alcaldesa con la inmigración llegan a todos los ámbitos de su Gobierno y a realizar gestos hacia todas las religiones menos la católica, claro está. Los Comunes, partido de Colau, lanzaron un cartel en el que mostraban a la Ciudad Condal como un lugar gobernado por el Islam.
Como a Ada Colau la Navidad cristiana le provoca urticaria, se dedica cada año a despojarla de su esencia recurriendo a escenificaciones absurdas que revelan el grado de sectarismo ideológico de una alcaldesa empeñada en ofender los sentimientos de millones de personas.
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