Borrell estará al acecho
Muy pocas horas después de que Sánchez derrotara a Rajoy en el Parlamento con su moción de censura multiusos, una fuente de toda confianza me prevenía: “Borrell será el hombre fuerte de este Gobierno; Sánchez ya ha hablado con él”. Pues sí: el ya ministro de Exteriores fue el primer ladrillo del edificio de poder que ha construido el presidente. Algo muy decisivo tuvo que ofrecer Sánchez a su correligionario que, no lo olvidemos, siempre ha sido un perfecto diletante, para que éste se aviniera a sentarse en el Palacio de Viana. Sin embargo, las primeras declaraciones del canciller español aún siendo explícitas sobre nuestra tragedia catalana, distan bastante de los pensamientos que Borrell exponía cuando se convirtió en el adalid máximo de la reacción popular contra el independentismo sectario y rebelde.
Entonces tuvimos algunos la ocasión de escucharle sentencias en las que advertía de la intención de los secesionistas de plantear una auténtica revuelta popular, de su evidente inteligencia al haber sustituido el mantra de “España nos roba” por éste otro: “España tiene presos políticos”, una mercancía miserable que se compró masivamente en Europa. Borrell creía entonces, a lo mejor lo sigue creyendo ahora, que nada se podrá reconstruir en Cataluña sin la intervención de TV3; ese medio era, en su opinión, el gran cáncer de la convivencia.
No entendía Borrell cómo el Gobierno de la Nación no ponía en marcha un procedimiento legal e inmediato para asentar que los Mossos d’Esquadra son una policía dependiente del Estado, un cuerpo delegado decía él. En cuanto a los que propendían dentro de su partido a una reforma de la Constitución y una “reaplicación” —era él término que empleaba— del Estatuto Borrell era inequívoco: pensaba que el Estatuto estaba bien como estaba porque sólo un artículo había sido suspendido por el Tribunal Constitucional, y que la Constitución —era su idea— mejor no tocarla, que así es al rosa, por utilizar, como utilizaba él, un famoso poema de Juan Ramón Jiménez.
Este ramillete de afirmaciones es, si se compara, con sus declaraciones aún calientes en La Sexta, mucho más rotundo, por lo que cabe inferir que Sánchez ha prometido a su ministro seguridad de que va a ajustarse en su gobernación a las denuncias del ya ministro. Si no fuera así habría que retratar que en Borrell también una cosa es predicar y otra dar trigo y que una vez en el machito prefiere compadrear con los asesinos de la democracia y de España en Cataluña, que ser fiel a los compromisos que firmó con los manifestantes que le convirtieron en el epígono de la resistencia a la rebelión. Borrell estará, esperemos, al acecho, si no tendremos que estar con él al acecho.
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