Bildu y Vox
Todos los gobiernos, desde Felipe González, dijeron a los asesinos de ETA que, haciendo política, sin necesidad de matar, podrían defender la independencia del País Vasco. El más explícito fue Aznar, dejando en libertad a 56 presos con largas condenas desde 1999 a 2004, entre ellos a Iñaki Bilbao (preso del 06/07/83 al 28/09/2000, siendo ministro Mayor Oreja, que asesinó al concejal socialista Juan Priede 2 años después). Los criminales dejaron de matar y ahí está Bildu. Hoy se mantiene la dispersión para quienes siguen defendiendo la lucha armada, acercándose los demás en cumplimiento de la ley general penitenciaria. La competencia en prisiones será transferida pronto al País Vasco.
De esto debieron hablar Zapatero y Fernández Díaz cuando nada más acceder al cargo lo visitó en el Ministerio de Interior. Los presos que se acercan firman su renuncia a la lucha armada y piden perdón a los familiares de las víctimas, lástima que los muertos sean irreversibles. Lo que no estaba previsto y está quedando sucio es recibir con homenajes como héroes a los asesinos, que hablen en la universidad, y desde la llegada de UPodemos, que el Gobierno de España alterne comprensión con los asesinos, con pésame de dolor por su suicidio a la familia, con desprecios a las víctimas que murieron por defender el Estado, la libertad y la democracia.
Han confundido aceptar el fin de ETA y que un partido político que expresamente renuncia a la violencia sea legalizado, con darle un trato como si no tuviesen pasado. Y lo tienen. Manchado de sangre por complicidad con los asesinos. Una democracia sólida los tendría siempre en la orilla del sistema y nunca aceptaría sus votos para impedir la contaminación moral que ello supone. Hoy forman parte del núcleo que apoya al Gobierno de la nación. Quienes no han condenado los asesinatos son escoria y quienes pactan con ellos, también. Defender relaciones normales con Bildu, cómplices de los asesinos, y considerar ultraderecha y aislar a Vox, los que eran asesinados, es una perversión de nuestra partitocracia cada día más inmoral.
El Gobierno, sus partidos afines y los medios del pensamiento único hacen cordones aislantes contra Vox mientras reciben con naturalidad a los cómplices de los asesinos, que quieren acabar con la Constitución, la democracia y el Estado-nación que es España. Cualquiera que se opone a sus ideas defendiendo España como nación es un fascista. Defender nuestro idioma en Cataluña es fascista. No es necesario ser de Vox. Antes de nacer Vox, PP y Cs eran atacados con violencia en algunos territorios acusados de fascistas.
Que quienes defienden dictaduras comunistas desde el Gobierno tachen de ultra a quien defiende la Constitución, el régimen del 78 y la Corona, por muy radicales que sean algunas posiciones en otras materias, es propio de una sociedad ignorante, fanatizada y sectaria. No sé quién decide que Vox es extrema derecha, pero que nadie llame extrema izquierda a quienes defienden dictaduras comunistas los califica. No he visto a Vox cuestionar la democracia, la Constitución ni la nación, y si en materias de derechos individuales tiene propuestas muy radicales, es tan legítimo como que UPodemos, Bildu, JxCat o ERC defiendan la ruptura de la nación o el fin de la democracia.
Esto está ocurriendo en un gobierno del PSOE cuyo presidente no tiene límite ético alguno para mantener su cargo. El PSOE se está suicidando por anteponer el ego de su líder mesiánico al interés de la nación y su ciudadanía. Si se suicidara el partido sería solo su problema. Hacerlo desde el Gobierno de España nos afecta a todos.
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