Teresa Campos, cuando lo mejor está por llegar
Emocionada pero loca de alegría llegaba María Teresa Campos a su casa tras ocho días de lucha con su cerebro. Campos: 1, Isquemia: 0. Ha sido un partido duro pero esta ronda la ha ganado ella. Este miércoles abandonaba el hospital junto a sus hijas, Terelu y Carmen, poco antes de las dos de la tarde, maquillada, peinada y vestida de un favorecedor color rosa, tras posar para los medios y agradecer el cariño que ha recibido estos días. Teresa deja atrás el susto -de ella, de sus hijas y de los suyos- la isquemia cerebral, la unidad de ictus y la cama de hospital para enfrentarse a un nuevo partido que empieza a jugar ya, ahora, el día después de entrar de nuevo por la puerta de su casa a las afueras de Madrid. Un precioso hogar en el que, desde que se fue Edmundo, vive sola, eso sí, con dos empleadas que se ocupan de la casa y de todo lo pueda necesitar, pero sola.
Cada noche de ingreso soñaba con el momento de volver, de volver a casa, de volver atrás, de recuperar el tiempo perdido en sofocos, disgustos y llantos… pero sobre todo soñaba con volver a ver a ´Edmund´, incluso aquel día que pidió que no le comunicaran lo que le había ocurrido para no alarmarle y evitar que dejase el concurso. A ella no le gustó verle marchar a Honduras y él lo supo bien antes de irse. Discutieron, sí, pero las ataduras no funcionan y eso ella también lo sabe. Así que, si Campos nunca quiso que se fuera, cómo no va a desear que vuelva. Me contaba hace bien poco que él era quien más le cuidaba, quien más estaba pendiente de ella y que se sentía muy querida.
María Teresa Campos y Edmundo en una imagen de archivo /Gtres
Ahora Teresa juega un segundo tiempo que le ha regalado la vida y sabe que hay que mejorar el resultado. El uno a cero no es suficiente. Hay que ganar, disfrutar del momento y no dejar que los focos le impidan más ver que la vida no es un plató. Porque lo importante empieza ahora, que no es ni más ni menos que la vuelta a casa, amanecer cada día y afrontarlo, vivirlo; tener calma, equilibrar los efectos de la fama y aceptar que los proyectos llegan, pero también se acaban. ¿Podría ser esa la clave, Teresa?
María Teresa Campos a su salida del hospital /Gtres
Su hija Carmen explicaba que su autoestima se había venido abajo en los últimos tiempos. Teresa estaba triste, con poca ilusión, y cualquier cosa que tuviera que ver con las Campos, especialmente las críticas desde la emisión del docureality del mismo nombre, en el que las cámaras engulleron su vida privada, la devastaba. Nunca imaginó tales efectos. Estos días de cuidados médicos, de atenciones, de cariño y tranquilidad han supuesto un chute de optimismo para la matriarca. “Los médicos nos dicen que debe estar emocionalmente plana”, me decía Terelu. Es obvio, después de un ictus, pero también lo es que la realidad vuelve porque Teresa regresa a la vida en la que sufría antes del pasado martes, 16 de mayo.
Ahora toca cuidarse y que la cuiden, que no esté sola. No se sabe cuánto tiempo le queda en la isla a Edmundo. Es mujer de carácter, acostumbrada a mandar y con un pronto soberbio desmedido, a veces, pero también ha cuidado de los suyos como nadie y su inmensa generosidad la avala. “Mi madre es generosa en todo, pero en el amor, más”, apuntaba Carmen. La tele puede esperar, ha de esperar. Hay que respirar, recuperar ese ojo ‘tocado’ y seguir adelante, des-pa-cito.
Terelu Campos y Carmen Borrego en las inmediaciones del hospital /Gtres
Sé que su mayor ilusión es Edmundo, volver a verle, tenerle cerca, que le prepare a media tarde un tentempié, charlar y charlar, y que le haga reír. Málaga, de momento, también tendrá que esperar. Prefiere estar en su casa y cerca de los médicos. Cuando él sepa lo que le ha ocurrido, se enfadará, y mucho, porque no se lo dijeran en el momento. Ya lo ha advertido su hijo, Maximiliano. Pero lo importante es su vuelta. Será el mejor tratamiento porque quiero dar por hecho que estará a la altura. The best is yet to come. Vamos que, después del alta, Teresa, lo mejor está por llegar, ¿o no?