AMORES REALES

Renunciaron a la Corona por amor: cuando el corazón puede más que el deber

Renunciaron a la Corona por amor: cuando el corazón puede más que el deber
Montaje renunciaron a sus títulos por amor / Gtres
  • Andrea Mori
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El País de Sol Naciente pierde a una de sus herederas. A sus 25 años, la nieta mayor del emperador Akihito, la princesa Mako, acaba de anunciar su compromiso con un compañero de universidad, lo que marcará su salida de la casa imperial y la pérdida de sus derechos sucesorios. Sin embargo, Mako no es la única ni la primera princesa nipona en abandonar la Familia Imperial. Sayako, la hija menor de los emperadores Akihito y Michiko, renunció a su condición de princesa para poder casarse en el 2005 con el amor de su vida,  un funcionario municipal llamado Yoshiki Kuroda. El suyo fue un amor a primera vista, tan intenso y apasionado, que a Sayako no le importó  renunciar a su privilegiada vida para empezar una nueva, más sencilla, junto a su amado.

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La princesa Mako

La princesa Mako / Gtres

Pero Japón no es el único país en el que el amor puede provocar un pérdida de status real. Los nórdicos son un buen ejemplo de que a veces el amor puede mucho más que la obligación.  Aunque no era princesa de nacimiento sino por matrimonio, Alexandra de Dinamarca renunció a su tratamiento de Alteza Real y su “apanage” o sueldo por contraer matrimonio con el fotógrafo Martin Jörgensen. La que fuera primera mujer del hijo de Margarita de Dinamarca no tuvo reparos en perder sus privilegios y pasar a ser una ciudadana más por amor. Eso sí, Alexandra no perdió ni la custodia de sus hijos, ni su residencia ni la subvención libre de impuestos que el Estado le concedió tras su divorcio.

La de Eduardo VIII y Wallis Simpson ha sido una de las historias más criticadas y admiradas a partes iguales del siglo XX.

Marta Luisa de Noruega no estaba llamada a ser la heredera del trono de su padre, que acaba de celebrar su 80 aniversario. Sin embargo, cuando se abolió la Ley Sálica en 1990 fue sin carácter retroactivo, de manera que su sobrina Ingrid sí podría ser reina, pero ella no. Sin embargo, a la princesa no le preocupaba especialmente su acceso al trono. Tanto es así, que a pesar de que la monarquía noruega puede presumir de lo progresista que ha sido siempre, en 2002, Marta Luisa renunció a sus derechos dinásticos para casarse con el escritor Ari Behn. Una renuncia que no solo le afecta a ella, sino también a sus hijos.

Marta Luisa de Noruega y Ari Behn

Marta Luisa de Noruega y Ari Behn / Gtres

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La historia de Eduardo VIII de Reino Unido es una de las más recordadas y, a la vez, polémicas en lo que respecta a renuncias por amor. Fue en 1933 cuando el entonces Príncipe de Gales, famoso por su extenso currículo amoroso, conoció a Wallis Simpson, una ‘socialité’ norteamericana a quien convirtió en su amante. La relación entre Eduardo y la estadounidense trascendió lo meramente anecdótico, hasta el punto que Wallis solicitó el divorcio de su entonces marido, lo que provocó la preocupación del Gobierno y la Familia Real Inglesa.

Wallis Simpson y Eduardo VIII

Wallis Simpson y Eduardo VIII / Gtres

A la muerte de Jorge V en enero de 1936, Eduardo ascendió al trono como Eduardo VIII y manifestó abiertamente su deseo de convertir a Simpson en su esposa. Una intención que chocaba contra los intereses de la Corona, que nunca aceptaría a una reina que se había divorciado dos veces. Eduardo nunca llegó a ser coronado y en diciembre de ese mismo año anunció su abdicación y la renuncia a los derechos sucesorios de sus posibles descendientes. Esta decisión cambiaría la Historia del Reino Unido y llevaría al trono al padre de la actual Monarca, Jorge V. Un año más tarde, Eduardo contrajo matrimonio con Wallis Simpson y recibió el título de Duque de Windsor.  Los británicos nunca perdonaron a su rey que renunciara a sus obligaciones y se dedicara a llevar una vida frívola.

Friso de Holanda estuvo marcado por su muerte pero también por renunciar a sus derechos dinásticos

Aunque no estaba destinado a reinar, Friso de Holanda, que falleció a causa de las lesiones de un accidente de esquí que sufrió en febrero de 2012 tras varios meses en coma, también renunció a sus derechos dinásticos para casarse con su novia. El hermano del rey Guillermo se enfrentó al Gobierno y se casó con Mabel Wisse, a pesar de que ella había mantenido una relación con un peligroso gágnster de la que no había informado a las autoridades.

Aunque no renunció de manera voluntaria, el príncipe Amadeo de Bélgica perdió sus derechos sucesorios de manera automática al contraer matrimonio con la periodista italiana Lili Rosboch en 2014 De manera premeditada o no, lo cierto es que el sobrino del rey Felipe tenía que haber solicitado al Monarca su consentimiento para el enlace, si no, se arriesgaba a perder todos sus derechos dinásticos, algo de lo que era plenamente consciente. Ahora su esposa no podrá llevar el título de princesa pero ambos disfrutarán de una vida relajada y alejada de las presiones de la Casa Real.

Amadeo de Bélgica y Lili Rosboch

Poco se ha hablado de lo que ocurrió en la Casa Real Sueca en la década de los 40. En esos años, Reinaba Gustavo Adolfo VI, y su heredero era su hijo mayor, que ostentaba su mismo nombre y que en esos momentos ya estaba casado y era padre de cuatro niñas y un niño, Carlos Gustavo, el actual rey de Suecia. Sin embargo, la prematura y trágica muerte del padre del actual monarca en 1947 dejó a Carlos Gustavo como heredero a una edad demasiado temprana. Una situación complicada en la que había que buscar un relevo en caso de muerte o abdicación del rey.

La solución se encontró en el príncipe Bertil, cuarto hijo del entoces rey. Dos de sus hermanos, Sigvard y Carl Johan ya se habían casado con plebeyas y habían renunciado a sus derechos dinásticos por ello. Bertil estaba profundamente enamorado de la  modelo galesa Lilian Davies y quería hacer lo mismo que sus hermanos. Sin embargo, nobleza obliga y al ver peligrar el futuro de la Corona no dudó en renunciar a su mayor deseo.

Bertil mantuvo en “secreto” su relación con Lilian hasta que Carlos Gustavo fue mayor de edad, más de 30 años esperando para poder casarse con la mujer de su vida. La suya es sin duda una de las historias más románticas del Gotha europeo.

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Una de las historias más desconocidas, quizá por la época en la que se produjo y porque no está clara del todo en la de la reina Cristina de Suecia (1654). Dicen las crónicas que la Monarca presentó al Consejo de Estado su abdicación porque se sentía presionada por los nobles, que querían que contrajese matrimonio, algo de lo que ella siempre huyó. No ofreció razones concretas, sino que dijo: “Si el sabio Consejo conociera las razones, no le parecían tan extrañas.”

La Historia dice que Cristina era de todo menos femenina. Era una joven regordeta, con voz gruesa, extraordinaria amazona y cazadora de primera. No se ha dicho nada sobre sus gustos personales, pero sí se ha insinuado que vivía a escondidas con la sueca Ebbe Sparre, a pesar de que ella se casó con un aristócrata para evitar las habladurías. Aún así, a su muerte, se encontraron muchas cartas dirigidas a su frustrado amor. Porque ser reina no garantiza un final de cuento.

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