Isabel de Farnesio, la reina que dominó España gracias al sexo con su marido, Felipe V
La historia de los matrimonios reales, así como las intrigas palaciegas que los rodearon, fueron en su día la auténtica crónica rosa. Matrimonios concertados por intereses estratégicos donde alguna vez sonó la flauta y surgió el amor, reinas y reyes desdichados, envenenamientos, guerras por el poder, un auténtico juego de tronos que, afortunadamente, ha quedado perfectamente documentado para deleite de los amantes de la Historia. Las cortes europeas de la Edad Moderna sobre todo son un cúmulo de grandes historias que, bien contadas, son dignas de infinidad de series de Netflix (esto los ingleses con su historia lo bordan). Celos, pasiones, hijos ilegítimos, infidelidades por doquier, estrategias políticas para no perder jamás el poder. Una delicia donde se ven reflejadas todas las pasiones humanas que, por cierto, eran prácticamente idénticas a las actuales. La historia de reyes, reinas y miembros de la corte harían hoy día las delicias de las páginas de corazón.
Nuestra protagonista, Isabel de Farnesio, hubiera copado cientos, miles de páginas de la prensa rosa, incluso de la política. Y sus muchos enemigos se hubieran sentado en platós de televisión con el ánimo de menoscabar su poder y prestigio. Isabel era una mujer de armas tomar. Era inteligente, cultísima, ambiciosa y con un claro objetivo: obtener el mayor beneficio para sus hijos. Incansable en sus propósitos, se ganó la enemistad de prácticamente de toda la corte porque fue ella y no su marido el rey Felipe V, la que movió siempre los hilos del poder. La Historia la ha tratado de forma muy injusta porque ni fue tan maquiavélica ni tan mala, simplemente luchó por los intereses de sus vástagos. Y fue también una víctima de los ataques de esquizofrenia de su marido llegando a sufrir malos tratos físicos y psicológicos, algo «normal» en aquella época y cuyas denuncias no servían absolutamente de nada.
Adiós Gibraltar, hola Borbones
Cuando Carlos II el Hechizado moría sin descendencia el 1 de noviembre de 1700, daba comienzo el siglo XVIII que sería el de la gran decadencia española. Terminaba la dinastía de los Austrias y, tras un cruenta guerra de sucesión, inaugurábamos la etapa borbónica en la figura de Felipe V. En 1713 se firmaba el Tratado de Utrecht, en virtud del cual perdíamos Gibraltar (que sigue en manos británicas), Menorca, Sicilia, los Países Bajos, Nápoles, Milán y Cerdeña, así como la enorme influencia comercial en el Atlántico con pérdidas en Estados Unidos. Pero, lo más importante, se hizo efectiva la gran decadencia de la Monarquía Hispánica.
Felipe V, primer Rey Borbón de España. Su llegada al trono nos costó, entre otras cosas, la pérdida de Gibraltar, en virtud del Tratado de Utrecht firmado en 1713 tras la cruenta guerra de Sucesión.
El nuevo rey, Felipe V, era nieto de Luis XIV, el todopoderoso rey de Francia que encontraba, colocando en el trono español a un Borbón, un fuerte aliado. El recién elegido monarca puso en marcha su principal misión, tener hijos con su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya, fallecida en 1714, dejando, eso sí, tres hijos varones. La maquinaria estatal, en manos de una poderosísima mujer, la princesa de los Ursinos (ojos y oídos de Luis XIV), pronto buscó sustituta. La elegida fue Isabel de Farnesio, hija del duque de Parma, un enclave estratégico para España tras las pérdidas en Italia, principalmente el Milanesado. La Ursinos, que gobernaba en la sombra, no imaginó con esa elección que estaba firmando su final.
La «Farnesio» y su primer obstáculo: la princesa de los Ursinos
Isabel de Farnesio se casó por poderes con el rey Felipe V en Italia, iniciando después, ya como reina, su viaje a España para encontrarse en Jadraque (Guadalajara) con su principal valedora. El encuentro comenzó con reproches de la Ursinos a Isabel de Farnesio ¡por cómo iba vestida! La nueva reina rápidamente ordenó a la Guardia Real que la sacaran de España. Con lo puesto fue expulsada al día siguiente. Nunca más volvería. La joven reina no estaba dispuesta a recibir órdenes de nadie, mucho menos de alguien inferior en rango. El duque de Saint-Simon y el marqués de San Felipe dan una versión parecida de lo sucedido. Este último escribió: “Preocupada de estas impresiones la Reina llegó a Jadraque; se encontró con la Princesa, que después de las primeras palabras de obsequio la quiso advertir que llegaba tarde en noche tan fría, y que no estaba prendida a la moda. Escandalizada la Reina del modo o de la temprana licencia de advertir, mandó en voz airada al jefe de las guardias del Rey, que la servía, que se la apartasen de delante y que, puesta en un coche, la sacasen luego y condujesen fuera de los reinos de España, dándola el epíteto de loca. Valor hubo menester la Princesa para resistir este golpe; más la Reina para mandarlo, sin haber visto aún la cara del Rey. Fue luego obedecida la orden sin dejar que amaneciese […]”. La Farnesio había comenzado a reinar y de qué manera. Enseguida se dio cuenta de que lo primero que tenía que hacer era quitarse de en medio a la que «gobernaba» por encima de su marido. Papel que ella comenzó ese día a tener.
Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V y madre del futuro Carlos III.
Desde Jadraque, Isabel de Farnesio salió hacia Guadalajara, para encontrarse con el Rey, que la aguardaba en el palacio de los duques del Infantado. Saint- Simon hace el siguiente relato del encuentro de los dos esposos: “La reina llegó la tarde de la vigilia de la Navidad, a la hora fijada, a Guadalajara, como si no hubiera pasado nada. El rey, lo mismo, la recibió en la escalera, le dio la mano, y de inmediato la llevó a la capilla, donde el matrimonio fue en seguida celebrado de nuevo; porque en España la costumbre es casarse por la tarde; de allí a su habitación, donde en el acto se metieron en la cama antes de las seis de la tarde para levantarse para la misa de medianoche». Isabel descubrió ahí mismo que el poder sexual que ejerció desde el minuto uno sobre su marido sería clave para controlarlo. A Felipe V le perdía el sexo y su apetito nunca terminaba de saciarse, algo que la reina supo darle desde el primer día hasta su último aliento. La unión de los Reyes fue desde el principio absoluta y lo fue en gran medida por su enorme entendimiento en el lecho.
Mucho sexo pero también palizas del Rey a ella
Los primeros años del matrimonio transcurrieron tranquilos mientras Isabel cumplía con su principal deber: dar hijos varones sanos a la corona. A lo largo de la Historia esta cuestión, la de dar descendencia sana, evitó muchas contiendas y la falta de ellos, provocó lo contrario: derramamiento de sangre, guerras civiles y cambios de dinastía. Por eso era una cuestión vital y principal. Isabel, que de tonta no tenía un pelo, sabía que tenía tres herederos por delante antes de que ninguno de sus hijos pudiera llegar al trono.
El 10 de enero de 1724, el rey Felipe V comenzó a dar muestras de su frágil salud mental y abdicó a favor de su primogénito Luis (hijo de María Luisa Gabriela de Saboya), dejando la corte de Madrid y retirándose a La Granja de San Ildefonso. Pero Luis I murió el 31 de agosto de 1724. Uno menos para las aspiraciones de la ambiciosa reina que convenció a su marido para que volviera a ceñirse la corona. En este segundo reinado de Felipe V comenzó el verdadero poder de la Parmesana.
Segunda etapa como Reina: asegurar el futuro de sus hijos
La Reina tenía clara su misión y lo primero que hizo fue asegurarse de aislar al rey de cualquier intromisión. ¿Cómo? No despegándose de él ni un solo momento del día. Saint-Simon explicaba los recursos utilizados por Isabel de Farnesio: “Arrogante, arrebatada, violenta incluso con el rey, le trata en ocasiones con humor, que no le falta, y algunas veces con habilidad; pero su éxito ha sido diverso. […] Deseosa de autoridad, de saber y de tomar parte en todas las decisiones, sin osar mostrarlo demasiado. […] El rey tiene necesidad de dirección y de una gran paciencia, sería infinitamente perjudicial estar mal con ella […], si no se la tiene favorable, al menos que no sea contraria. Pero ella no tiene éxito siempre, incluso en lo que muestra al rey desear”. Isabel de Farnesio fue la reina en la sombra y el rey rara vez le negaba algo. Pero no fue fácil para ella puesto que la «locura» de Felipe le hizo sufrir palizas además de maltrato psicológico. No sabemos si realmente aguantó todo estoicamente por amor, por ambición o por ambas cosas a la vez, pero el caso es que siempre estuvo aferrada a él.
Isabel de Farnesio tuvo claro que la mejor manera de dominar a su esposo era a través del «débito» conyugal.
Isabel tuvo siete hijos, cuatro de ellos varones, siendo el primero el futuro Carlos III que, por supuesto, ella logró colocar en el trono. Su mayor temor era que su marido volviera a abdicar. Felipe V sufría de una enfermedad mental que, por la documentación, la medicina actual ha podido intuir con rasgos de paranoia y esquizofrenia, algo que es imposible saber dado el poco conocimiento médico de la época. Pero si algo temía más que eso era quedarse viuda, hecho que sucedió en 1746. Subió entonces al trono el hijo de su marido, Fernando VI con su esposa Bárbara de Braganza y a la Farnesio no le quedó más remedio que retirarse a la Granja de San Ildefonso. Pero la muerte le llegó al rey e Isabel recuperaba así el poder ya que el siguiente en la sucesión era su hijo Carlos quien vivía fuera de España. Mientras no llegó para ocupar el trono, la Farnesio volvió a Madrid y ejerció como gobernadora del reino.
Isabel, viuda. Isabel, Reina madre de Carlos III
Cuando Carlos III llegó las cosas cambiaron sustancialmente para ella. Pese a que su hijo le profesó siempre gran respeto no permitió que se inmiscuyera en las tareas de gobierno haciendo que la ya Reina madre conservara solo cierta influencia en la corte, hecho que hizo que se retirase a Aranjuez donde vivió los últimos años de su vida. El 10 de julio de 1776 moría, 20 años después de su marido, dejando un legado artístico gracias al cual actualmente el pueblo español disfruta en diferentes pinacotecas, especialmente en el Museo del Prado pero no solamente. Su formación artística en Italia influyó notablemente en su labor como mecenas.
A diferencia de otros Reyes, Felipe V e Isabel de Farnesio descansan en el Palacio de la Granja.
La Farnesio ha pasado a la Historia como una reina autoritaria con su marido, dominante, soberbia, inteligente, profundamente lista y con un gran olfato para sortear todas las intrigas palaciegas. Una visión un tanto injusta de ella puesto que en realidad lo único que hizo fue defender lo suyo, es decir, el patrimonio de sus hijos. Nunca fue demasiado apoyada ni querida por el pueblo español que jamás comprendió sus ansias de poder y que, sobre todo, la comparaba con la dulce y sumisa anterior esposa de su marido. Está enterrada con su esposo en la capilla del Real Sitio de la La Granja de San Ildefonso y, desde luego, sí puede decirse que fue una de las regentes consortes más inteligentes que la historia de España ha tenido.