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El palacio embrujado de Enrique VIII que el Rey Carlos III no puede vender

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El Rey Carlos III en una imagen de archivo. / Gtres
  • Lito Reyes
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Aunque todavía quedan varias semanas para que el Rey Carlos III sea coronado como jefe de Estado, el hijo mayor de la Reina Isabel lleva ejerciendo como soberano desde que falleciera la longeva monarca. Es más, el nuevo soberano ha heredado también, además de las responsabilidades propias del cargo, un importante patrimonio, parte del cual cuenta con destacados bienes inmuebles. Algunos de los cuales, como es el caso de Balmoral o de Sandringham, son propiedad del monarca, mientras que otras son de la Corona.


Como es lógico, propiedades como el Palacio de Buckingham o el Castillo de Windsor forman parte de lo que se conoce como The Crown State y su mantenimiento no depende del monarca, que sí tiene derecho a su uso. Una de estas propiedades es el palacio de Hampton Court, uno de los recintos más emblemáticos del Reino Unido.

Esta propiedad está ubicada en la orilla norte del Támesis. Se trata de una estructura impresionante y elevada, con 241 chimeneas, 1390 habitaciones, cinco patios internos y una superficie construida de 47.330 metros cuadrados. Además, está rodeado por 60 acres de jardines y otros 750 de zonas verdes. Una impresionante propiedad que se remonta a la época de Enrique VIII, uno de los monarcas más célebres de la historia de Inglaterra.

Enrique VIII en un retrato. / Gtres

Con una arquitectura que va desde la época Tudor hasta el Barroco, Hampton Court fue residencia real durante más de dos siglos. Sin embargo, a día de hoy continúa siendo un lugar cargado de misterios. El palacio comenzó a ser hogar de la Familia Real desde la década de 1530 bajo el mando de Enrique VIII hasta 1737. Fue abierto al público en 1838 por la Reina Victoria y, hasta justo antes del comienzo de la pandemia, era uno de los lugares de máximo interés en el Reino Unido.

Construido bajo la premisa de concentrar el mayor lujo y exclusividad posibles, el recinto contaba con cocinas tan grandes que preparaban hasta 1.600 comidas al día en época de mayor apogeo. El gran salón, donde Enrique VIII celebraba sus banquetes, es una de las estancias más destacadas, pero el resto tampoco se quedan cortas, con una colección de arte destacable, con piezas de Rembrandt, Caravaggio y van Dyck.

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Fachada de Hampton Court. / Gtres

Además de su valor histórico y de su indudable encanto, el palacio ha sido escenario de rodajes de populares ficciones o de festivales importantes para el Reino Unido como el festival musical de Hampton Court y el RHS Flower Show.

A pesar de que el palacio es propiedad del monarca «por derecho de Corona», el Rey no puede venderlo. El Gobierno es responsable de la gestión del Palacio de Hampton Court. No obstante, el Rey nunca se plantearía volver a convertir este recinto en residencia real, no solo por lo poco operativo que resultaría, sino también por los rumores de que el palacio está embrujado.


La tercera esposa de Enrique VIII, Jane Seymour, murió por complicaciones posparto en Hampton Court, pocos días después de dar a luz al príncipe Eduardo VI. En el aniversario del nacimiento de Eduardo en octubre, supuestamente aparece una figura pálida cerca de la habitación donde murió Jane.

Ella no es la única de las esposas de Enrique VIII que regresa para perseguirlo. Su quinta esposa, Catherine Howard, fue arrestada en Hampton Court y llevada a la Torre de Londres para ser ejecutada en 1542. Aunque Catherine no murió en el palacio, se dice que su fantasma recorre lo que ahora se conoce como Haunted Gallery, gritando misericordia al Rey.

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La Reina Isabel II en un acto en Hampton Court. / Gtres

Sybil Penn también murió en el palacio en 1562. Fue sirvienta de los monarcas y nodriza de Eduardo VI. En 1562, la Reina Isabel I contrajo la viruela y Sybil fue su enfermera. Si bien Isabel se recuperó, Sybil no tuvo tanta suerte. Murió a causa de la enfermedad que había contraído de la Reina. Después de que la tumba de Sybil fuera profanada en 1829, se rumorea que su espectro recorre el palacio. Sin duda, un lugar poco atractivo para estar.

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