La factura de la luz crecerá un 26% si no se prolonga la vida de las centrales nucleares
No prolongar la vida útil de las centrales nucleares que están operativas en España generará un incremento mínimo de la factura eléctrica del 26%, un impacto inasumible para los hogares y las empresas que se traduciría en una reducción de la renta disponible y en perdida de competitividad de la economía española. Además, prescindir por completo de esta fuente de energía en el mix nacional afectará gravemente a la calidad del suministro.
Este es el hecho que esconden la mayoría de los partidos políticos cuando utilizan el sector energético para hacer propaganda, defendiendo que en España hay que ir hacia un modelo 100% renovable (lo cual es imposible teniendo en cuenta la tecnología actual). A pesar de que la energía nuclear está libre de emisiones de gases que provocan el denominado efecto invernadero existe una tendencia a demonizarla sin tener en cuenta que es indispensable para la economía nacional.
Todos los académicos y expertos en materia energética coinciden en que el parque nuclear español está perfectamente preparado para operar a largo plazo, jugando el papel de estabilidad que ha prestado al sistema eléctrico español, tanto desde el punto de vista de la garantía del suministro como de contención de precios, ayudando a cumplir los objetivos de reducción de emisiones.
Un análisis de la cobertura en la próxima década revela de que no es posible atender la punta de demanda sin contar con la tecnología nuclear, teniendo en cuenta que en los próximos años se deberá producir el cierre del carbón nacional por motivos medioambientales. “El cierre del parque nuclear nos llevaría a una situación de desabastecimiento, con un índice de cobertura, no ya por debajo del 1,1 aconsejado técnicamente, sino por debajo de la unidad”, señalan fuentes del sector consultadas por OKDIARIO.
Si se prescindiera anticipadamente del parque generador nuclear, además de presentar los problemas de garantía de suministro mencionados con anterioridad, la sustitución de la energía nuclear por térmica, tanto de centrales de carbón como de ciclos combinados (que utilizan gas como combustible), daría lugar a un incremento cercano al 50% de las emisiones de CO2, más de 28 millones de toneladas de CO2 al año. Este mismo efecto es que ya se está observando en Alemania.
El modelo 100% renovable no es viable
Podría pensarse que esto no sería así, ya que la idea debería ser la sustitución de la energía nuclear por energía renovable, de tal forma que no aumentarían las emisiones de CO2. Pero ello es técnica y económicamente imposible en un periodo de tiempo tan corto.
Hagamos un sencillo cálculo. En principio, no parece difícil determinar cuanta energía renovable habría que añadir para poder sustituir, en términos anuales, los 7.572 megavatios (MW) nucleares instalados. A priori, 26.000 MW eólicos producirían la misma energía que la nuclear. Si pensamos en la fotovoltaica, para producir la misma energía harían falta unos 32.500 MW. Una combinación de ambas podría ser de unos 22.000 MW eólicos y unos 7.000 MW fotovoltáicos. Esta potencia de instalaciones renovables sería adicional a los 30.000 MW que hoy en día son necesarios para conseguir los objetivos de reducción de emisiones a 2.030.
“No obstante, hay que señalar aunque los volúmenes de producción anuales serían equivalentes, no son sustituibles, ya que la tecnología nuclear funciona en base las 24 horas de los 365 días del año, mientras que la eólica sólo funciona cuando sopla el viento y la fotovoltaica cuando brilla el sol. Esta variabilidad de la renovable no es en absoluto despreciable. La diferencia entre días con recurso renovable y sin él es muy relevante”, indican las fuentes consultadas.
Una posible solución sería cubrir la diferencia entre la producción renovable y la nuclear con tecnologías de almacenamiento, ya sea mediante nuevas instalaciones de bombeo o más probablemente, en un futuro más o menos lejano, mediante el uso de baterías.
¿Baterías? Deben tener tanta potencia como 21 centrales nucleares
En concreto, sin tener en cuenta pérdida alguna por el proceso de carga y descarga, serían necesarios unos 21.000 MW de baterías, con una capacidad de almacenamiento de más de 6 TWh. Es decir, tanta potencia como 21 centrales nucleares, pero con una capacidad equivalente de únicamente el 4% de aquellas.
En resumen, a los 30.000 MW de energías renovables ya necesarios para la consecución de los objetivos medioambientales de 2030, la sustitución de los 7.573 MW nucleares requeriría la instalación adicional de 22.000 MW eólicos, 7.000 fotovoltaicos y 21.000 MW de baterías, con una capacidad de almacenamiento de 6 TWh. Aunque no es ni técnica ni económicamente posible plantear que ello ocurra en el espacio temporal de la próxima década.
Sigamos con los ejemplos. La propia Red Eléctrica de España, a la hora de hacer los cálculos de disponibilidad de los diferentes tipos de energía, da una cobertura a la energía eólica es del 10% en el mejor de los casos. Es decir, que por cada MW térmico, se necesitan 10 MW eólicos para la seguridad de suministro. En consecuencia, no prolongar la vida de las plantas nucleares y sustituirlas por energía renovable, supone la instalación, en 10 años, de 75.000 MW eólicos, lo que tendría un coste de alrededor 75.000 millones de euros.
La factura subirá en 2.500 millones anuales
Como la tecnología de almacenamiento no está disponible en la actualidad, el cierre de la tecnología nuclear a corto plazo provocaría su inmediata sustitución por una mayor producción térmica. Existe una relación directa entre la cantidad de producción térmica y el precio del mercado. Con la utilización de los oportunos modelos se llega a la conclusión de que el precio del mercado diario se incrementaría en más de 10 euros/MWh, lo que significa un 26% de incremento, lo cual implica un sobrecoste anual superior a los 2.500 millones de euros.
Todo ello aconseja prudencia a la hora de planificar el mejor camino para realizar esta transición energética, al mínimo coste y con la mayor celeridad posible. Atendiendo a que los recursos son escasos y limitados, los errores que conlleven un mayor coste no harán sino retrasar la tan ansiada transición, haciendo un flaco favor al medioambiente y a la lucha contra el cambio climático.
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