El Real Madrid rescató un punto ante el Sevilla en la emboscada del Sánchez Pizjuán que consintió De Burgos Bengoetxea con un arbitraje infame. Anuló dos goles al Real Madrid, uno de ellos avisado por el VAR, y dejó sin pitar un penalti de Jesús Navas a Vinicius en la primera parte. Abrió el marcador Alaba en propia puerta e igualó Carvajal de cabeza. Los blancos acabaron desquiciados por un arbitraje parcial que recordó a los peores tiempos de Negreira.
Ancelotti salió con todo al Pizjuán. Sólo Camavinga descansaba del once de gala del Real Madrid y era para dar entrada al descansado Mendy. No había respiro para los que venían de jugar de Sudamérica: Valverde, Vinicius y Rodrygo eran los tres titulares en la que se presumía como la batalla del Pizjuán. Jugaba Kroos, que hace tiempo que se pidió libres todos los parones de selecciones, y a su lado Tchouaméni. Y regresaba Alaba para hacer pareja con Rüdiger, otro de los que venían de hacer las Américas.
Enfrente el Sevilla de Sergio Ramos, héroe, leyenda e institución del Real Madrid, convertido en enemigo por aquello de los renglones torcidos de Dios. También el Sevilla de Diego Alonso, el entrenador que sustituyó con sigilo a un Mendilibar que siempre fue un zombi aunque no lo sabía.
El partido empezó con vértigo y el Real Madrid marcó muy prontito. Fue un gol en el que el portero del Sevilla se durmió, Bellingham se la robó y Fede Valverde marcó sobre la línea de fondo. Fue un gol feo. De Burgos Bengoetxea, alias El Richi, lo dio por bueno pero el VAR lo anuló porque Bellingham tenía un pie en fuera de juego en el inicio de la jugada.
Alerta en Sevilla: los peligrosos precedentes de De Burgos Bengoetxea con el Real Madridhttps://t.co/GXjNNtIZkb
— okdiario.com (@okdiario) October 20, 2023
Todos sabíamos que El Richi la iba a liar. Y la lio en el minuto 8 cuando no pitó nada en un cruce entre Rüdiger y un jugador del Sevilla, pero para evitar males mayores y quizá por tener la conciencia sucia paró la jugada, que era una contra clarísima del Real Madrid que acabó, como casi siempre, en gol de Bellingham. El Richi, que es cierto que había abortado la jugada en su génesis, no lo dio por válido porque llevaba un rato con el brazo en alto.
De Burgos los anula a pares
Se indignó hasta Ancelotti, un tipo sexagenario y templado por definición. No le faltaba razón porque a su equipo le habían quitado dos goles, legales o al borde de la legalidad, en diez minutos. Uno por medio pie en el VAR y el otro por el exceso de celo del un árbitro con la conciencia negra.
De Burgos Bengoetxea, alias El Richi, y el Pizjuán espabilaron al Sevilla. Ocampos la pidió y se echó a su equipo a la espalda. Tuvo una doble ocasión que sacó primero Carvajal bajo palos y después y luego Kepa adornándose. Luego dejó un taconazo soberbio para Saw, que no supo marcar cuando tenía toda la portería delante suya. Respiraba Diego Alonso y disfrutaba el Pizjuán como si estuviera en una final de la Europa League.
El Real Madrid recuperó la iniciativa y el Sevilla se sostuvo patada a patada ante la complicidad de De Burgos Bengoetxea. Su arbitraje, parcial, torticero, prevaricador e intolerable, había desquiciado a todos los jugadores del equipo de Ancelotti y a Carletto el primero. Encima, no tuvo ni coraje para sacar una mísera tarjeta.
De Burgos lo estaba empozoñando todo y el partido se convirtió en una guerra de guerrillas en la que ambos equipos habían olido la sangre. Hubo que esperar casi hasta al minuto 40 para que Vinicius se plantara solo ante Nyland y le pegara al muñeco.
El show del colegiado, desastroso y prevaricador, alcanzó su máximo punto de ebullición cuando Jesús Navas derribó claramente a Vinicius en el área y De Burgos no pitó nada. Era un penalti clamoroso y como un piano pero ni el colegiado ni el VAR decidieron actuar. Fue la última jugada antes de que De Burgos huyera rumbo a los vestuarios perseguido por Vinicius, Carvajal y con un Ancelotti dispuesto a echarse al monte en el túnel de vestuarios.
Regresamos del intermedio con los mismos protagonistas, incluido el ínclito De Burgos Bengoetxea, a quien Dios guarde muchos años pero con una orden de alejamiento e inhabilitación para ejercer el arbitraje. Siguió partido el partido con ambos equipos al borde de un ataque de nervios. El duelo era un sindiós inexplicable y divertido a partes iguales. El Real Madrid no encontraba su sitio ante un Sevilla que comenzaba a perder fuelle.
‘Pipita’ Rodrygo
En el 56 la tuvo Rodrygo y la falló. Fue un pase genial de Valverde que el brasileño controló a la perfección dentro del área, pero resolvió mal con un disparo cruzado dentro del área que abortó Nyland con un pie salvador. En el 57 otra vez Rodrygo desperdició el gol al ejecutar de forma defectuosa una vaselina ante Nyland que sacó Sergio Ramos en el área pequeña.
El Real Madrid acusó las dos ocasiones perdonadas y perdió el hilo. No ayudó demasiado que Ancelotti siguiera impasible en el banquillo sin mover ficha mientras Camavinga y Modric se mordían las uñas de las manos… y de los pies. En el 65 por fin movió ficha Carletto y quitó de golpe a Fede Valverde y Tchouaméni para meter a Camavinga y Modric. Dos internacionales por dos internacionales.
La tuvo Modric nada más salir tras una maravillosa jugada de Bellingham que el croata abrochó muy mal con un disparo claro y cómodo que se fue al cielo de Sevilla. Y luego volvió a fallar Rodrygo, la tercera consecutiva. ¿Y saben qué pasó? Lo que pasa siempre: la ley del fútbol. Perdonó el Real Madrid, marcó el Sevilla. Lo hizo Alaba en propia puerta al intentar despejar un remate de En-Nesyri tras un centro de Acuña que se comieron Carvajal primero y Rüdiger después.
De Burgos se sale con la suya
Poco le duraría la alegría al Sevilla, apenas un par de minutos, los que tardó Carvajal en cabecear una falta magistralmente sacada por Kroos al primer palo ante la monumental torrija de la defensa sevillista. Ancelotti, que olió la sangre, metió a Joselu por el desacertado Rodrygo. La ocasión, al filo del 80, fue para el Sevilla en un cabezazo mágico de Ramos que abortó Kepa, el que nunca sale, con una estirada monumental.
El partido volvió a ser una guerra de guerrillas porque los jugadores detectaron que era un combate sin reglas ni juez. Era ya el 87 cuando Ancelotti quitó a Vinicius para meter a Brahim. No había cómo meter mano a un duelo que se había convertido en una sucesión de tarascadas sin orden ni concierto. El duelo acabó con una falta en la frontal del área del Sevilla que el infame De Burgos Bengoetxea permitió que la barrera se formara a cuatro metros del balón.
Al Real Madrid le salió cara la emboscada y la penosa, horrible, desdeñable, condenable y espantosa actuación arbitral de De Burgos Bengoetxea. Perdió dos puntos y rescató uno a pesar de que el colegiado y el VAR hicieron todo lo que pudieron para que perdiera el Madrid. Vamos, como en los tiempos de Negreira.