Un gol de Benzema en el 87 rescató al Real Madrid justo a tiempo y evitó el primer pinchazo en Liga del campeón. Los blancos, tras una primera media hora solvente en la que Vinicius abrió el marcador, se durmieron y se dejaron empatar al filo del descanso con tanto del ex madridista Joselu. Creció el Espanyol en la segunda parte y encogió el Madrid y fue así hasta que el próximo Balón de Oro salvó in extremis al campeón de Liga. Y aún le sobró tiempo para marcar el tercero de falta cuando los pericos tenían ya a un jugador de portero. Por eso el Madrid tiene más vidas que un gato.
Rotaba Ancelotti. Le ha cogido el gusto a eso de ir oxigenando el equipo como si fuera la melena de un surfista. Descanso preventivo para Carvajal y merecido para Mendy y laterales nuevos: Lucas en la diestra y Alaba, que volvía a sus orígenes, en la siniestra. Rüdiger y Militao se comprometían en el centro como pareja de hecho. Por delante, velado ya Casemiro, repetía Tchouaméni en el eje acompañado de los otros dos mosqueteros, Kroos que no estuvo en Vigo y Modric, el Benjamin Button con botas. Arriba sí que repetía el tridente favorito del entrenador del Real Madrid: Valverde, Vinicius y Benzema.
Enfrente, un Espanyol que ha arrancado la Liga en construcción de la mano de ese jefe de obra que es Diego Martínez y con la incógnita de saber si RdT se va o se queda. El Real Madrid, tras su exhibición en Balaídos y su solvencia en Almería, aspiraba a firmar su particular triplete de victorias en las visitas iniciales antes de estrenar la temporada en ese Bernabéu que ya se va pareciendo a esa nave espacial que va a conquistar el universo del fútbol mundial.
Dominó de salida el Real Madrid con Modric a los mandos, quizá porque en las postrimerías de su fútbol el único fracaso que puede permitirse un tipo como Modric es el éxito. Torea los partidos con esa multa que lleva prendida del exterior de su diestra. En su décimo aniversario de blanco aún gobierna el juego como un dictador a golpe de pase y de cadera.
Manda el Madrid
Tampoco desentonaban ni Kroos ni Tchouaméni, encantados de jugar a uno o dos toques. El Espanyol flotaba en defensa: presionaba muy arriba en la salida de la pelota por Militao y Rüdiger y luego replegaba atrás cuando el balón llegaba a los centrocampistas del Real Madrid. Y a uno de ellos, Tchouaméni, le llegó la pelota en el minuto 12. Dibujó una pared con Fede Valverde y se inventó un pase con el exterior al desmarque de ruptura de Vinicius. El brasileño la tocó con suavidad ante la salida de Lecomte para hacer el 0-1. Golazo.
El tanto espoleó aún más a un Real Madrid que había salido dispuesto a pasaportar el duelo por la vía rápida. Al filo del 19 la volvió a tener Vinicius, que eligió su puntera derecha en lugar de lanzar con la izquierda en el mano a mano con Lecomte. El meta del Espanyol desvió a córner no sin algún agobio que otro. Y volvió a tenerla el brasileño, en pleno vendaval del Real Madrid, pasada la media hora en otra acción dentro del área que resolvió con una vaselina que se marchó arriba.
Lamentábase Vinicius de haber perdonado un hat-trick aunque el Real Madrid seguía manejando el partido. Hubo que esperar hasta el minuto 41 para que el Espanyol se asomara al área de Courtois. Lo hizo en un córner que peinó Lele Cabrera en el primer palo. Para alivio del Real Madrid, su cabezazo picado lamió por fuera el palo izquierdo de Courtois.
Era un aviso, una advertencia, una premonición de lo que estaba a punto de pasar. El 1-1. La jugada, algo embarullada en el área, la resolvió el ex madridista Joselu después de retratar a Militao, que primero se dio la vuelta en el remate del delantero espanyolista y luego puso su espalda para acomodar el rechace y que Joselu rematara a Courtois a la segunda. El gol, para colmo, le cayó al Real Madrid sobre el pitido del descanso.
Del que regresamos, bronca de Ancelotti mediante, con el Real Madrid otra vez metido en el partido. Pero al Espanyol el gol le había asentado en el campo e inyectado el vial de confianza necesario para competir. Al técnico del Real Madrid se le agotó la paciencia y dio entrada a Camavinga y Rodrigo por Modric y Valverde. Algo necesitaba cambiar el técnico blanco para que su equipo retomara el mando del choque.
Reacciona el Espanyol
El Real Madrid se había metido él solito en un lío. Desconectados del partido y con el Espanyol en trance a puntito estuvo de llegar el 2-1 si Courtois, con otra mano de esas marca de la casa, no lo hubiera evitado. A Ancelotti se le atragantaba el chicle y ni el chaleco le tapaba el rebote.
Reaccionó el Real Madrid con una jugada de Benzema, de cuerpo presente en Cornellá, que se sacó un disparo desde la frontal que despejó con un paradón Lecomte. Camavinga se echó al equipo a las espaldas (y a los muslos) y el Madrid volvió a correr. En el 66, tras una tremenda galopada del francés, el colegiado anuló un gol a Benzema por fuera de juego de media tibia. Cosas de ese VAR tan milimétrico en el fuera de juego como impreciso en las manos.
El Real Madrid, que ya empezaba a jugar contrarreloj, empezaba a impacientarse. El duelo se asomaba al minuto 80 y el 1-1 presidía Cornellá. Los de Ancelotti cercaban el área perica pero dejaban latifundios verdes a sus espaldas. El italiano metió a Ceballos por Kroos. Diez minutos más el alargue le quedaban a los blancos para intentar solucionar el desaguisado.
Benzema aparece a tiempo
Carvajal por Lucas fue el último cambio de Ancelotti. Otra vez inéditos Hazard y Asensio. Al Real Madrid se le consumieron los últimos minutos del partido de Cornellá y parecía que no iba a ser capaz de enderezar el partido que se le había torcido al filo del descanso. Fue entonces, en el 87, con suspense, cuando apareció el desaparecido Benzema para rematar en el segundo palo un centro de Rodrygo.
El gol postrero vino acompañado de un sainete final con la expulsión del portero del Espanyol por una falta a Ceballos y su sustitución por Cabrera, central y portero de emergencia al no haber más cambios. Benzema aprovechó que los pericos no tenían portero para marcar de falta directa con un disparo envenenado y abrochar el definitivo 1-3.
La cosa terminaría así, tras un descuento interminable, y Benzema, como tantas otras veces, salvó a un Real Madrid al que nunca, ni aunque queden un puñado de minutos, se le puede dar por muerto porque el Madrid, y eso lo sabe cualquiera, tiene más vidas que un gato. El gato Benzema.