Que Zinedine Zidane pasa de Gareth Bale es evidente. Los datos están ahí y no engañan. El extremo galés, con el Real Madrid jugándose el título de Liga, encadena cuatro partidos seguidos sin disputar ni un minuto pese a que el técnico merengue ha tenido por ejemplo la baja de Hazard en varios encuentros. Este viernes, ante el Alavés, el británico volvió a quedarse en el banquillo y sin la oportunidad de jugar ni entrando como suplente.
En cualquier caso, no parece que a Bale le preocupe en exceso esa inactividad a tenor de su reacción al cambio de Brahim, que entró ya con el tiempo cumplido en lugar de Casemiro. Al galés, pese a ser consciente de que esa era la última sustitución de Zidane y de que iba a quedarse en blanco por cuarta jornada seguida, se le pudo ver de risas en el banquillo del Real Madrid.
Actitud desafiante
Con la mascarilla quitada y colgada de su oreja izquierda, cruzado de brazos y con una sonrisa de oreja a oreja. Así vio Bale entrar al césped a Brahim y retirarse a Casemiro en el último cambio del Real Madrid frente al Alavés. Queda claro que Zidane sigue pasando del extremo de Cardiff y que la relación entre ambos está más que rota. En los ocho partidos poscuarentena, Bale sólo ha participado en dos y en lo que va de curso sólo ha jugado el 30% de los minutos del Real Madrid, cifras que explican el papel secundario de un jugador que por condiciones debería ser uno de los líderes en ataque del Real Madrid.
Con esa actitud desafiante de reírse de todo y dando la sensación de pasotismo que da, será difícil que Bale convenza a Zidane y al club, que intentará colocar a Bale el próximo verano sea como sea porque su relación con el entrenador francés parece irreconducible.