Alonso no engaña a su motor y nadie puede con Rosberg
En la odisea de Bakú, los demiurgos volvieron a ser los coches plateados. Incidir en su superioridad es tan redundante como necesario para pintar la complicada realidad de esta lúgubre Fórmula 1. Hamilton y Rosberg bailan al ritmo de Dirty Dancing mientras el resto no pasan del paso básico que marcaba Hitch al simpático Albert Brennaman. Ahí está McLaren, esa escudería antipática en el pasado, que ahora provoca una dicotomía de sonrisas y lágrimas.
Otros intentan copiar los ritmos bailongos de los alemanes con un final funesto en dos de cada tres: Ferrari. Maranello sigue siendo la fábrica de sueños oxidada de la que hablaba Fernando Alonso. En esta ocasión, ninguno se iba a colar entre los tres primeros. McLaren-Honda es también una pesadilla tras una cena pesada. Que le pregunten a Jenson Button: KO en la Q1. Nos engañaron en los Libres pensando que, quizá, no estaban tan mal. Alonso sufrió para meter a su impotente MP4-31 en la Q2. La Q3, esta vez, era un imposible hasta para él.
A Button se le sumaron los habituales caídos en la primera tanda: Haryanto, Wehrlein, Ericsson, Magnussen y Palmer. Carlos Sainz se marcó una vuelta mágica, cuando su cielo se tintaba negro, para buscar una plaza en el top 10. Ese era el objetivo: colarse en la Q3 y terminar por delante de su nuevo ‘amigo’ Daniil Kvyat.
Alonso y Sainz, en Q2
La Q2 comenzó en un desfile previsible como un comentario de Camacho. El protocolo no se alteraba hasta que Lewis Hamilton se pasó de frenada, se quedó en una escapatoria, y le quedaban sólo dos minutos. Era décimo y sólo iba a tener un intento para salvarse de la quema. Si algún iluso dudó, espantó los fantasmas rápido con una vuelta superlativa. Segundo, con los neumáticos usados.
Y Alonso se quedó allí, en la Q2, como la loca del muelle de San Blas. Es el regreso a una realidad funesta, la vuelta a los tópicos que describen la complicada existencia de McLaren-Honda en la Fórmula 1. Todos los adjetivos tétricos se quedan cortos para pintar el sentimiento que provoca ver a un tridente victorioso bajar al fango de la derrota. Un castigo cada vez más macabro, como un capítulo 9 de Juego de Tronos. Aquejó mala suerte con el tráfico… y tener un motor de Scalextric.
La exhibición de la rojigualda se quedó en el fútbol: Sainz también pinchó en su búsqueda de la Q3. Kvyat sí logró entrar en la codiciada fase final, estando por primera vez por delante de Carlos desde que regresó a Toro Rosso. La jornada no era para excesos, a pesar de las pasadas de frenada constantes en todas las complicadas escapatorias.
Mercedes jugaba al despiste a falta de tres minutos con un Sergio Pérez llamando a la puerta de Ferrari. La sobreexcitación de Hamilton durante toda las clasificación se certificó en un abandono al picar su rueda derecha con el muro en la zona del castillo. Al Rey se le cayó la corona que se encargó de recoger Nico Rosberg: pole. Bandera roja a falta de dos minutos. Rosberg podía irse a la ducha para preparar la rueda de prensa. Nadie pudo superar su tiempo. Y es que, en este tándem de 2016, de momento, Nico sigue pisando los pies de Lewis.
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