Okupas con espíritu navideño: colocan luces y adornos en las concertinas de la antigua cárcel de Palma
Los vecinos de la zona denuncian problemas de convivencia, peleas, insalubridad y apagones constantes de luz
La antigua cárcel de Palma se ha convertido en un verdadero polvorín. Los okupas que habitan el recinto han decidido mantener el espíritu navideño, pero a su manera. Según denuncian los vecinos de Cas Capiscol, los ocupantes del edificio llevan meses enganchados ilegalmente a la red eléctrica, provocando apagones constantes en varias calles, y ahora, han colgado luces de Navidad sobre las concertinas de los muros del antiguo penal.
Pero detrás de los destellos festivos, el barrio vive una situación insostenible. Peleas, consumo de drogas, robos y hurtos son parte del día a día alrededor de la prisión okupada. Los vecinos aseguran que la presencia de personas vinculadas al menudeo y al consumo de estupefacientes se ha disparado, con un trasiego constante de coches y visitantes hasta el interior del complejo.
El caos ha alcanzado incluso a las familias: el CEIP Cas Capiscol se vio obligado a cambiar los accesos de los alumnos de Infantil, tras detectar que personas ajenas merodeaban por las instalaciones a la hora de entrada de los niños. Una media que alteró el funcionamiento del centro educativo pero que fue muy bien acogida por parte de los padres.
Los problemas no terminan ahí. Vecinos denuncian que algunos okupas han convertido la cárcel en un hotel ilegal, alquilando celdas improvisadas sin luz ni agua por cifras que alcanzan los 300 o 400 euros. Las habitaciones improvisadas conviven con perros sueltos, gatos y ratas de gran tamaño, según los testimonios recogidos por este periódico.
Por la noche, la situación se vuelve aún más dramática. Los ocupantes acuden a fuentes públicas con carritos de supermercado para llenar garrafas de agua y, en ocasiones, realizan enganches ilegales al alumbrado público. Estos enganches, denuncian los vecinos, son los que provocan los apagones constantes en el barrio, dejando a familias enteras sin luz mientras el descontrol continúa en el interior del antiguo recinto penitenciario.
El caos se extiende más allá de las paredes: coches abandonados, desguazados y restos de incendios rodean la parte trasera del recinto, colindante con el parque de Cas Capiscol. Lo que antes parecía un edificio olvidado, ahora es un epicentro de delincuencia y precariedad, donde la desesperación de quienes buscan un techo es aprovechada por mafias locales.
Mientras tanto, las luces navideñas en las concertinas brillan sobre un escenario de tensión y desorden. Para los vecinos, el espíritu festivo no compensa los riesgos y el deterioro que la cárcel ha traído al barrio, que clama por una actuación policial y administrativa inmediata.
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