El Festival de Sineu se despide con Chopin
Con dos composiciones de cuando el compositor polaco tenía 19 años
Se trata de los dos únicos conciertos para piano y orquesta de Chopin
lo que emerge en realidad es el papel solista del piano
Despedida compartida con Son Marroig (Festival de Deià) y Sa Bassa Rotja Cultural, en Porreres
La conmovedora historia del corazón de Chopin
El III Festival de Música de Sineu se ha despedido con programa singular. compartido los inmediatos días anteriores con Son Marroig (Festival de Deià) y Sa Bassa Rotja Cultural, en Porreres. La singularidad no era tanto ofrecer los dos únicos conciertos para piano y orquesta de Chopin, sino la historia que les acompaña: el hecho de que ambos conciertos invitan a la confusión debido a que el Nº 1 en realidad es el 2 y viceversa. De ahí que el repertorio se presentara ordenadamente: primero el 2 y luego el 1.
Son composiciones de un Chopin adolescente, si así se puede identificar a quien tenía 19 años en el primer tercio del siglo XIX. La otra singularidad: con arreglos para un quinteto de cuerda (dos violines, viola, violoncelo y contrabajo) vaciándose los originales complementos de madera, metal y percusión, y en la práctica a recrear dos conciertos en formato de cámara.
El número 2, en realidad el nº 1, se lo dedicó Chopin a la Condesa Delfina Potocka, de 23 años de edad, amiga, musa y alumna del compositor polaco. Aunque también se ha documentado que el larghetto lo dedicó a Konstanze Gladkowska, una joven estudiante de canto de 19 años en el conservatorio. de quien Chopin también se había enamorado platónicamente.
Mientras el número 1, en realidad el nº 2, se lo dedicó Chopin al pianista y compositor Friedrich Kalkbrenner que, no lo olvidemos, era miembro de la firma fabricante de pianos Pléyel & Co., además de brillante pianista, autor de una técnica pianística que permitía mantener la fuerza del intérprete en los dedos y las manos en lugar del antebrazo, seña de identidad del propio Chopin. Tal vez por ello sorprendió la similitud de este concierto con el de Kalkbrenner. En cualquier caso, la división como se ha dicho de la crítica al presentarse los dos conciertos de Chopin, cabría decir que era manifiestamente palpable aquella noche en Sineu.
No en vano la orquestación objeto de disidencia entre los críticos ha sido alterada a lo largo del tiempo, siendo la más visitada en los conciertos la que introdujo el controvertido Wilhelm Furtwängler, asimismo dueño de una manera subjetiva de entender la expresión orquestal y uno de los que mejor supo interpretar la emoción interiorizada del repertorio romántico.
Es muy probable que el arreglista de la orquestación reducida a un quinteto de cuerdas tuviera presentes estas características, aunque lo que emerge en realidad es el papel solista del piano, y regresamos entonces a la división de la crítica en aquellos días de estreno en la primavera-otoño de 1830.
Porque, para unos, Chopin era –fundamentalmente- compositor para piano, aunque para otros, el acompañamiento orquestal estaba deliberadamente, y por tanto consecuentemente escrito para envolver el sonido del piano, y no deja de ser curioso que precisamente sea en el ‘Concierto número 2’ (o sea en el 1) donde se concentran más acentos dramáticos y riqueza expresiva. No olvidemos que se trata de una obra dedicada a dos amores de juventud.
Ambos conciertos fueron estrenados en Varsovia y presentados a modo de despedida de Polonia del compositor, en un momento en que empezaba a ser reclamado por las principales salas de concierto de Europa.
La experiencia en Sineu iba a acentuar el papel solista de Dina Nedeltcheva frente a una más acentuada función gregaria de los Deià Chamber Players y de tal manera así era que permanentemente eclipsaba a su acompañamiento lo que en definitiva venía a darle la razón al bando de críticos convencidos de que la orquestación solamente era un vehículo para envolver al solista.
En cualquier caso, fue una velada agradable, y consentida, para un público que apreciaba aquel atardecer entre los arcos del siglo XVII y los palomos y los aviones, sobre todo, jaleando el momento más de la cuenta . Preciosa en todo caso, la lectura que hizo Dina Nedeltcheva de ambos conciertos. En el quinteto de cuerdas, por cierto, estaba la cellista Rosa Cañellas, que en la edición anterior del Festival de Sineu había compartido dúo con la pianista.
La sonoridad de Nedeltcheva es de una acogedora prestancia y sus notas al teclado breves bienaventuranzas que nos transmiten el goce al golpear cada tecla, en la traducción que ella acierta a entrever de los impulsos del autor.
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