El parricida de Moraña condenado a la primera prisión permanente revisable en España
Cuando están a punto de cumplirse dos años desde el fallecimiento de las niñas de Moraña Amaia y Candela, de cuatro y nueve años de edad, su padre, David Oubel, quien reconoció su culpabilidad y pidió perdón, ha sido condenado por la Audiencia Provincial de Pontevedra a la pena de prisión permanente revisable, la primera condena de estas características que se dicta en España.
Después de que el jurado popular declarase este jueves culpable al acusado tras deliberar durante dos horas, y en atención a las penas interesadas y a la conformidad de la defensa, la presidenta del Tribunal ha dictado sentencia in voce para condenar a David Oubel por dos delitos de asesinato cualificados con alevosía, y agravados por el parentesco y por tratarse de víctimas menores de 16 años.
Además de la cárcel, la condena incluye la prohibición a Oubel de comunicarse o acercarse a su exmujer, a su domicilio, a su lugar de trabajo o a cualquier lugar en el que se encuentre durante un período de 30 años, y establece una indemnización para ella de 300.000 euros. La sentencia ha sido declarada firme al renunciar todas las partes a recurrir.
Este caso es el primero de Galicia en el que la Fiscalía ha pedido prisión permanente revisable, al acogerse a la reforma del Código Penal aprobada en julio de 2015; y es el primero de España en el que el acusado ha sido condenado a dicha pena.
Así, aunque el pasado mes de mayo la Audiencia Provincial de Sevilla ya acogió otro juicio en el que la Fiscalía pidió prisión permanente revisable para el autor del crimen de una joven que había ingerido medicamentos para intentar suicidarse, el tribunal rechazó en ese caso imponer dicha pena y acordó condenarle a 39 años de cárcel –sentencia que ya fue recurrida por la Fiscalía.
Veredicto del jurado
Este jueves, el portavoz del jurado popular comunicado que, por unanimidad, se considera probado que el 31 de julio de 2015 Oubel se encontraba en su domicilio en Moraña con sus hijas cuando se dirigió a las habitaciones en las que se encontraban las niñas y las atacó con una amoladora eléctrica y un arma blanca, produciéndoles la muerte «intencionadamente».
El jurado también declara probado por unanimidad que el ataque se produjo «aprovechando la total indefensión de la niña Amaia, que se encontraba además con un nivel bajo de consciencia» por los fármacos; y «aprovechando la indefensión de Candela, a quien, además de adormecerla, al no producir los fármacos el efecto deseado», ató con cinta americana tras un forcejeo.
Durante el juicio, los forenses que hicieron la autopsia a las niñas ratificaron que en el momento en que murieron se encontraban bajo los efectos de fármacos. También apreciaron que aunque la niña más pequeña (Amaia, de cuatro años) tenía una lesión «prácticamente única», la mayor (Candela, de nueve) presentaba «claramente señales de lucha» porque tenía «hasta 10 heridas distintas».
Esto, unido a la posición en la que hallaron el cuerpo de Candela, a que era la única atada con cinta aislante –de la que consiguió liberar una de las muñecas– y a que en la habitación de Oubel encontraron una de las armas utilizadas (la radial), ha llevado a los forenses a apuntar un posible «intento de escapatoria» por parte de la niña, a la que no le habrían afectado igual los fármacos que a su hermana.
Finalmente, este jueves el portavoz informó de que el jurado, también por unanimidad, se mostraba en desacuerdo con un eventual indulto total o parcial del acusado. Tras ello, y antes de la intervención de las partes, la jueza ha dado las gracias a los integrantes del jurado por «su colaboración» durante juicio, que se prolongó durante tres días.
Pese a la conmoción que generó este caso en la sociedad gallega y a que durante el juicio se vivieron momentos emotivos –entre ellos el protagonizado por el fiscal este jueves, cuando la emoción le impidió terminar su intervención–, el acusado permaneció impasible y cabizbajo durante las tres jornadas, y este jueves acogió la lectura del veredicto y la condena con pasividad.
Confesión
David Oubel, quien en el momento de los hechos tenía 40 años y regentaba una inmobiliaria en el municipio de Caldas de Reis, en el juicio apareció muy cambiado físicamente respecto a su detención, con la barba más larga y una mitad del cabello rapado y la otra mitad más larga, y suelto o recogido en una coleta.
El martes reconoció su autoría en el crimen de las pequeñas y trasladó su arrepentimiento, si bien dijo desconocer los motivos que le llevaron a asesinarlas. «En situaciones límite se toman decisiones de las que hoy en día me arrepiento y pido perdón por ellas. Estoy muy arrepentido y no tengo manera de solucionarlo», manifestó.
También admitió que cuando ocurrieron los hechos no tenía sus capacidades limitadas ni tenía un trastorno suficiente como para no comprender la ilicitud de lo que estaba haciendo; lo que supuso una ruptura respecto a la estrategia de su abogado, que inicialmente alegaba la eximente completa de trastorno mental transitorio.
¿Quién es David Oubel?
Los psicólogos que evaluaron a David Oubel después del crimen de sus dos hijas lo definieron como una persona «narcisista» y con una autoestima «muy elevada», que cuando actuó no presentaba «ninguna anomalía, trastorno de la personalidad, patología grave» ni amnesia temporal, aunque sí muestra «conductas ciertamente desadaptativas», «falta de empatía» y «cierta frialdad».
Asimismo, declararon que en los hechos «hay premeditación», tanto en lo relativo a la compra del arma como en medidas «preventivas» como la carta que envió previamente «en la que se explica e indirectamente se hace ver lo que va a ocurrir». Además, remarcaron que posteriormente a los hechos, el padre no mostró angustia ni arrepentimiento.
En esta línea, agentes de la Guardia Civil que estuvieron en contacto con el hombre tras la muerte de sus dos hijas, manifestaron que horas después de lo ocurrido «hacía hasta bromas» y, al día siguiente, después de que se le negase tabaco en los calabozos de Pontevedra, preguntó «a quién tenía que matar para que le diesen un cigarro».
Pese a todo, los psicólogos reconocieron que en «los cuidados» que presentaban los cuerpos de las niñas –por la administración de medicamentos y el que los cadáveres estuviesen cubiertos con una manta y en posición ordenada–, se aprecia «una relación afectiva positiva» entre el autor de los crímenes y las víctimas.
De hecho, los familiares que encontraron los cadáveres definieron a Oubel como un padre «normal» que mantenía con sus hijas una relación «maravillosa», y testificaron que fue cuando empezó los trámites de separación de la madre de las niñas cuando «empezó a estar mal» e iba al psicólogo, si bien en los últimos meses solo sufría «altibajos»
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