Yo amo a Rodolfo Sancho
«¿Por qué se conjuntan los astros para que te ocurra algo? ¿Quién es alguien para juzgar qué te viene o por qué en un mundo en el que nadie tiene ni puta idea de qué va esto de la vida?». Rodolfo Sancho, el caso Sancho, HBO.
La gente se compensa con la mierda ajena, no me cabe duda. Con su miseria. Por eso Rodolfo no ha caído en gracia antes del documental ni mucho menos después. Véanlo. Lo ha grabado para pagar los extraordinarios gastos que acarrea su penosa situación y la de su familia.
Ante la cámara vemos un hombre fuerte, sereno, cuerdo, pausado, cabal, un hombre en control (y sobre todo guapo, guapísimo) donde quizá las hordas miserables esperaban, como los asistentes al circo romano la sangre y las vísceras de rigor colgando, encontrar un ser desvalido y totalmente rebasado por la vida, envuelto en una manta roñosa y un mar de clínex moquientos y tranquimazines.
Y no es para menos, la forma en la que el destino ha golpeado a Rodolfo (y a la familia Arrieta) este pasado verano, es para no reponerse, en ninguno de los dos casos: un joven aparentemente normal, una canal de cocina en YouTube, una melena bien hidratada, viajes exóticos, una tableta abdominal nada despreciable, padres famosos, dinero y afecto suficientes, nariz respingona y una vida catalogable como feliz….
Se levanta de la cama con un presunto plan, que no comprendemos por lo bizarro: matar y descuartizar a su amigo, el cirujano Edwin Arrieta (un triunfador colombiano de mediana edad), y repartir sus restos, manita, piececitos… un ojo aquí y un diente allá… Torpemente por las playas de Tailandia…
Lo de los Arrieta es evidente, el duelo insalvable por un familiar asesinado, clamando por justicia desde la tristeza, el desconcierto y la rabia. Bien. Su postura es la que cabe esperar, no sorprende. Lo de Rodolfo es totalmente divergente (irritante e incomprensible para la mayoría): «Hay dos formas de tomarse las cosas en la vida como una desgracia o como un reto». ¿Les irrita? ¿Comprenden por qué molesta tanto?
El personaje más atrayente de esta historia, de hecho el único, es Rodolfo, un actor, guapito de cara, al que jamás habría prestado la más mínima atención hasta el documental, donde los primeros minutos lo identifiqué con un psicópata por su aparente frialdad afectiva.
Insisto, véanlo, que impresiona (su belleza) su estoicismo, su presencia de ánimo, su fuerza y comedimiento, su solidez intelectual. Cuentan que en el juicio de su hijo prácticamente ejerce de abogado, mientras el abogado, de verdad, se duerme o, en el mejor de los casos medita, mientras su representado se juega el continuar respirando por estos mundos de Dios.
Se habla también de la actitud chulesca y desafiante del joven en el juicio, que al parecer la monta pardísima todos los días con gritos y gestos dramáticos arrastrando sus cadenas y profiriendo impertinencias sin parar de tentar la desgracia.
Imagino a nuestro bello nacional, respirando, y repasando en su cabeza lo que ya ha declarado: «He estado toda la vida preparándome para esto». «No sé si era Séneca que decía ‘compadezco a esa persona que no ha vivido un momento malo porque nunca va a conocer su verdadero potencial’. Me encanta esa frase. Yo tengo todas esas armas en la cabeza»
El estoicismo, del que Sancho padre (que no hijo) parece ser un gran conocedor y no un aficionado como hay tantos hoy, enseña la aceptación de aquello que está fuera de nuestro control. Epicteto enfatizó que nuestro poder sobre las circunstancias reside en cómo elegimos responder a ellas.
«¡¡Venimos a aprender. Hostia, está clarísimo. Puedes tomártelo como aprender o no, pero vienes a que la vida te dé lecciones buenas, malas!!». En efecto, Séneca escribió extensamente sobre cómo los desafíos y las dificultades son esenciales para el crecimiento. En sus Cartas a Lucilio menciona, «El fuego prueba el oro; la miseria, los hombres fuertes».
«¿Me voy a culpar por una cosa así? Las cárceles del mundo están llenas de gente que tiene hijos, padres… Si uno no relativiza, te crees que te ha pasado sólo a ti y ¿por qué a mí?».
Marco Aurelio fue uno de los filósofos más brillantes, además de un emperador romano nacido en el año 121 d.C. cuyo sucesor fue su propio hijo, Cómodo. ¡Los de Gladiator!
Estén atravesando o no momentos críticos les recomiendo sus meditaciones (un libro que escribió para amonestarse o aleccionarse a sí mismo): «Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad».
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