El rubicón del PP: regeneración o fracaso
En toda adversidad hay siempre margen para la oportunidad. La moción de censura y el desalojo de Rajoy de La Moncloa le ha dejado una excelente posición al Partido Popular, que si sabe utilizar podría llevarle de nuevo a resucitar en las encuestas. El camino es de una única vía y esta no es otra que la ansiada regeneración. El clima no puede ser mejor: de haber dimitido Rajoy, hubiéramos ido a unas elecciones posiblemente en septiembre donde Ciudadanos habría sacado provecho de los votos descontentos del PP, y esto habría conducido a una crisis aún más aguda del partido. Sin embargo, ahora disponen de un año para preparar las municipales y autonómicas, y de ahí un año para las generales. Si se manejan bien los tiempos, se podría sacar rédito.
No conviene llamarse a engaño. El Partido Popular no se iba a regenerar nunca gobernando. Ahora el PSOE tiene que hacerlo —eso implica desgaste— con un parlamento en minoría y sin el control del senado. Si los azules hacen una firme oposición con un discurso renovado ante los problemas de España, si escucha a la calle, si lleva la ansiada democracia interna en forma de primarias al partido —la elección de los mejores entre los mejores por sus afiliados, como motor del partido—, si consigue armarse con una cúpula regenerada —alejada de los años de Gürtel—, la ilusión pasará al primer plano, y con ello el apoyo popular.
No lo parece, pero el tiempo corre a favor de quien recoja el testigo de Rajoy. La regeneración, la limpieza orgánica, el proyecto de ideas fuertes que tanto han decaído en los últimos años… La pulsión ideológica es clave, como lo es la transformación y la visualización como organización que afina los oídos, que tiene piel, que no se enroca en liderazgos caducos, ajenos a la realidad de 2018. ¿Algún día cambiará el concepto de crítica identificada como traición y no como valor a la lealtad de unos principios que tristemente están desapareciendo?
Luego está la alternativa. Y es dramática, sin paliativos. Si no hay regeneración, el partido quedará abocado a la desaparición. La UCD se extinguió cuando su sentido fundamental, la transición, había concluido. El PP de Aznar y su refundación están tocados: su fin es un hecho. Quedan por delante Púnica, Lezo, Papeles de Bárcenas… un verdadero calvario. No son tiempos fáciles, pero sí para actuar si la hegemonía y la conquista del poder se ponen en la adecuada diana. Como dijo Churchill: “Algunos cambian de partido para defender sus principios. Otros cambian de principios para defender su partido”.
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