El problema es el gasto, no los ingresos
Desde hace años se ha recobrado la apuesta por el gasto público desmedido, sin límite, en una competición insostenible. Todo ello ha generado problemas muy importantes de sostenibilidad de las cuentas públicas y de incremento exponencial del endeudamiento. Sin embargo, en estas circunstancias, con una deuda disparada, no sólo no se reduce el gasto, sino que se acrecienta.
La Comisión Europea, el BCE y, de manera destacada, el Gobierno de Sánchez insisten, una y otra vez, en que hay que incrementar las fuentes de ingresos para cubrir los gastos que se quieren comprometer. Se equivocan
y yerran porque el nivel de gasto que tiene la UE y, especialmente, España, es insostenible. La Comisión Europea tiene una gran responsabilidad en el aumento de gasto, pues no ha controlado bien que el incremento del mismo derivado de la pandemia fuese sólo coyuntural y no se convirtiese en estructural. Es verdad que lo ha advertido de vez en cuando, pero no ha actuado. Por otra parte, al prorrogar tantos años la suspensión de las reglas fiscales desisten de su obligación de velar por la estabilidad presupuestaria, consagrada en el pacto de estabilidad y crecimiento, y eso ha provocado que los menos disciplinados, como Sánchez, gasten sin fin.
El BCE, a través de su economista jefe, también aboga por aumentar el gasto y subir los impuestos. Más le valdría al BCE dedicarse de manera eficiente a sus competencias, que es velar por la estabilidad de precios, cuando por olvidarse de ese objetivo han acumulado un retardo importante en la adopción de una política monetaria que luchase contra la inflación y, ahora, que ésta se ha enroscado en toda la cadena de valor, tienen que correr y ser mucho más duros, provocando un impacto mucho más negativo en la economía que si hubiesen reaccionado a tiempo.
Y en cuanto al Gobierno, sabe que el gasto es insostenible, pero no va a ceder en una época preelectoral como la que vivimos. De momento, está viviendo de la recaudación extraordinaria derivada de la inflación, con la que asfixia a los ciudadanos, mientras se niega a deflactar el IRPF y a bajar el IVA de los productos básicos, fingiendo que lleva a cabo una rebaja fiscal que castiga a toda la clase media, al ahorro y a la inversión, y que a quienes puede rebajarles algo no les compensa el mayor pago de impuestos que realizan por el aumento del precio de la cesta de la compra.
De hecho, si los ingresos fuesen el problema, tanto la Comisión Europea, como el BCE, como el Gobierno de Sánchez deberían vivir felices, pues con esta recaudación extraordinaria no sería necesario nada más, y, sin embargo, lo es, porque el gasto no dejan de aumentarlo.
Subir los impuestos sólo va a generar más penuria, asfixiará más a familias y a empresas y provocará una caída de actividad económica, empleo y, por consiguiente, también de recaudación. Hay que bajar el gasto desmedido y aligerar cargas tributarias, volver a la senda de estabilidad presupuestaria, obligar a su cumplimiento y luchar firmemente contra la inflación. Lo demás son excusas de mal pagador.
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