Nadie se llevará el trofeo a la más feminista
Es muy típico de nuestra piel de toro hablar de todo y de cualquier cosa sin tener ni idea de ello. Porque, casi sin excepción cuando tratamos todo acontecimiento, todos somos economistas, entrenadores de fútbol, médicos, ingenieros y lo que sea. Claro, siempre y cuando el tema en cuestión esté de moda y en el candelero. Hablamos de Venezuela sin conocer la realidad de un país, fíjense, como si se pudiera hablar de España de oídas y generalizando. Lo mismo nos ocurre cuando ahora se pone de moda el feminismo, y aparecen las y los de siempre a dar carnets de feministas. Hablemos claro: todo aquel que diga que feminismo solo hay uno es que, definitivamente, no tiene ni idea de lo que está hablando.
Porque primero, antes de exponer, habría que conocer los postulados del feminismo liberal, del feminismo radical, del feminismo de la diferencia y del feminismo de la igualdad, el transfeminismo, feminismo negro, feminismo blanco, ecofeminismo, etc. Por ello, estoy segura de que la mayoría de las voces que escuchamos ahora dispuestas a ocupar titulares desconocen las diferencias entre unos y otros. Eso sí, tratan de señalar a los demás tildándoles de no ser feministas, cuando, en realidad, defienden otros postulados igualmente válidos dentro de un planteamiento ideológico que tiene mucho que ver con el contexto social, con la ideología política y con las experiencias vividas.
Soy mujer y, por ello, me sorprende que algunos piensen que por el hecho de serlo ya se es feminista. Pues no, el feminismo es una militancia activa en pro de unos derechos, en pro de una ideología, que es necesario desarrollar y explicar; argumentar y comprender, porque es poliédrica. Defiendo el derecho de las putas a tener derechos y defiendo la lucha contra la explotación sexual porque hay que diferenciar las cosas y no mezclarlas. También defiendo la regulación de la gestación subrogada y el derecho a decidir sobre el aborto, así como la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades. Y rechazo, cómo no, cualquier tipo de discriminación por cuestión de género, de raza, de ideología.
Y, créanme, no soy más feminista ni menos que la que esté defendiendo los derechos de las mujeres desde otra perspectiva. Dejemos de una vez de hacer superficiales las cuestiones profundas. Comencemos a hablar de manera clara y directa sobre los distintos planteamientos y apostemos por elegir de manera libre la mejor opción en base a lo que cada uno considere. Sin trampa, sin sectarismo. Sin querer llevarse un trofeo al más feminista. Sumemos para alcanzar los objetivos comunes –porque seguro que son más de los que pensamos– y dejemos de utilizar estos asuntos tan fundamentales para hacer campañitas vacías de compromisos reales.
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