El nacimiento de un gigante: 4 de julio en EEUU
En 1766 Benjamín Franklin participaba en la Cámara de los Comunes para exponer la realidad de las colonias americanas. Solicitó una reforma fiscal para las mismas. También reclamó más representantes de ultramar en referida Cámara. La falta de visión del rey británico Jorge III produjo que está tensión se profundizará y en 1775 comenzará la guerra de independencia de los EEUU. Ocho años después, os rebeldes ganaron la guerra y nació el nuevo país. Se trataba de una nación arruinado, sin moneda propia, carente de administración consolidada y con grandes confrontaciones políticas entre el norte y el sur. Los primeros defendían un sistema que fortaleciera el poder autónomo de los Estados; los segundos, abogaban por el centralismo.
Frente a las adversidades, los Estados Unidos contaban con la suerte de contar con unos «padres fundadores» de gran talla moral e intelectual. Muy lejos, desde luego, de la de nuestros actuales líderes. Franklin, Washington, Jefferson, Adams. Abogados, científicos y empresarios que diseñaron un sistema político a medida y emulando las instituciones de la antigua Roma. El fin era claro: convertirse en una potencia mundial, en un nuevo New World Order en dónde el centro del poder sería Washington. Ni Londres, ni París ni Berlín.
Así fue, se redactó una Constitución con siete artículos que dejó claro el poder de un Ejecutivo en la figura de un presidente elegido por electores en una votación directa. Un poder legislativo con dos cámaras, un Senado que representara los territorios de manera igual entre ellos, independientemente de su tamaño y población; donde se discutirían los problemas de la nación y una Cámara de Representantes con circunscripción local y directa, para que el electorado pudiera controlar a su cargo electo. Por último, el Poder Judicial, compuesto por Tribunales del Jurado en las primeras instancias y en su cúspide por una Corte Suprema. Sus magistrados serían elegidos entre el presidente y las Cortes por designación vitalicia.
Los Padres Fundadores delinearon un espacio político lo más similar posible a la república de la antigua Roma. El resultado fue el fortalecimiento de sus instituciones, construidas en un clima de libertad individual, respeto a la propiedad privada, libertad de empresa y el amor por su tierra. Principios que hacen hoy de EEUU la primera superpotencia mundial. No por una casualidad del destino, sino como resultado del plan que comenzó hace más de 200 años. La cuestión es: ¿Tendremos en la España de hoy líderes políticos a la altura de las circunstancias como lo fueron en su día los Padres Fundadores de los EEUU? Mientras nos resignamos a aceptar nuestro destino, feliz 4 de julio a todos los norteamericanos.
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