Munar sí tiene quien le escriba; Matas, no
El tono de los dos primeros capítulos de la serie Munar. Poder, corrupció, presó, producida por MOM Works y la radiotelevisión pública balear, ya preludiaba el relato que gobernaría el tercer y decisivo capítulo Punt d’inflexió, que describe la etapa 2003-2011, período en el que estallarían todos los escándalos de corrupción de Munar y su corte.
Como comenté en el artículo anterior en OKBALEARES, a lo largo y ancho de los dos primeros capítulos del documental los periodistas del régimen habían dibujado una trayectoria «legendaria» y de tintes épicos de la Maria Antònia Munar «legendaria» anterior a 2003, año en el que el primer Pacto de Progreso de Antich, Sampol, Grosske y Rosselló fue barrido en las elecciones por Jaume Matas. «Una mujer con carácter», una especie de feminista avant la lettre que se había abierto paso en un mundo dominado por hombres, una defensora de la lengua catalana y artífice de la «imprescindible» Gran Enciclopedia de Mallorca, una proteccionista de los espacios naturales… sin ahorrar loas y alabanzas de lo más variopintas a un personaje fascinante: «Un personaje cinematográfico que dominaba como nadie la escena» y con una fotogenia simpar, una princesa que «brillaba con luz propia», una actriz que siempre miraba a la cámara, una mujer que tenía el don de saber estar a la que no importaba llegar tarde para demostrar quién mandaba, etc.
Munar, en efecto, sí tiene quien le escriba: la izquierda mediática nunca va a olvidar que gracias a la de Costitx la izquierda política, condenada a comerse los turrones en la oposición una Navidad tras otra, por primera vez alcanzó el poder, no una vez sino tres veces: 1995 con el aperitivo del consejo insular, 1999 y 2007 en unas elecciones, estas últimas, fraudulentas en las que todo indica que UM compitió dopada con votos a 80 euros, empleados fantasma que colocaban en las empresas de contratistas extorsionados por UM, concursos extravagantes de Miss Argentina…
La moralina de nuestra izquierda pasa de puntillas, cosas de la memoria, por encima de las corruptelas que Munar ya había protagonizado antes de 2003: la grava que compraba a su empresa Bamusa para construir las carreteras que delineaba desde su despacho, el caso de las ITV o la compra de los predios de Son Oms…, escándalos todos ellos preñados antes de la etapa de la Gran Corrupción: 2003-2007. Munar no llegaba virgen al pacto con Jaume Matas en 2003, por mucho que los paniguados del régimen nos repitan ahora lo contrario.
La narrativa del tercer capítulo Punt d’inflexió, que aborda la etapa 2003-2007, era por lo tanto previsible. La narrativa a vender al televidente es la siguiente: el pacto Matas-Munar de 2003 habría sido un «punto de inflexión» para ambos políticos que habrían dejado atrás sendas carreras de éxito para caer estrepitosamente en el pecado de la corrupción. Si en los dos capítulos anteriores se había contrapuesto la figura de Maria Antònia Munar a la de Gabriel Cañellas como si rivalizaran por ocupar el espacio de centro-derecha, una exageración a todas luces puesto que UM, incluso la primera UM de Albertí, nunca tuvo el tirón electoral de un Cañellas que logró tres mayorías absolutas. Si la relación de Munar con Cañellas había sido una relación basada en el «odio», ahora la relación con Matas sería si no de amor sí de «complicidad»… en la corrupción.
El factor emocional es clave para apuntalar un determinado relato. Marisa Goñi, Mateu Ferrer y Nekane Domblás dan a entender que si Munar se corrompió fue gracias a Matas. Los dos, a decir de estas tres lumbreras, se lanzaron a una disparatada carrera de «qui la feia més grossa». Quién de los dos hacía el palacio de deportes más grande, quién hacía la carretera más sostenible, quién tenía la mejor televisión (IB3, cuyos informativos llegó a dirigir la misma Domblás o la televisión de Mallorca, que dirigiera la mismísima Marisa Goñi), quién daba el pelotazo más sonado y, en este contexto de disputa agonística, quién protagonizaba el mayor escándalo de corrupción.
El error del relato no estriba tanto en volver a comparar a una Munar con tres diputados con un Matas con 30 diputados, que no la necesitaba para nada más que para tal vez acelerar algunos trámites burocráticos en la institución insular -siempre que no la vaciara de competencias vía parlamentaria- y abordar así con más celeridad algunas infraestructuras del Govern. El error radica fundamentalmente en dar a entender que los dos estaban conchabados para robar, como si en las decenas de piezas separadas que luego se han investigado pormenorizadamente, se hubiera demostrado en algún momento que existía una confabulación mutua y necesaria de UM y PP para la comisión de los delitos a los que después fueron condenados.
UM y PP dirigían instituciones estancas y ninguno de los dos precisaba del favor o del concurso del otro para cometer sus torcidos de los que era el único responsable. Munar y toda su corte fue procesada y condenada por unos hechos que nada tienen que ver con los hechos por los que fue condenado Matas. Tampoco la magnitud -ni el estilo, me atrevería a decir- de la corrupción uemita es comparable con la perpetrada por el el PP, ni la gravedad de los delitos por los que fue condenado Matas son comparables a los delitos por los que fueron condenados Munar y la cúpula de UM, totalmente descabezada.
Todo ello no es óbice para que, en mi opinión, la cesión del Consell de Mallorca a Munar fuera el mayor error de Jaume Matas durante esta legislatura. Un error gravísimo. No me explico todavía los motivos por los que Matas se avino a esta cesión a no ser para ganarse los favores de Pedro Serra, uña y carne de Munar, o asegurarse la «rueda de recambio» de UM en caso de necesitarla para elecciones ulteriores, un seguro a todo riesgo que, desde luego, resultó totalmente inútil.
Nunca sabremos lo que hubiera ocurrido durante este cuatrienio sin el trascendental concurso de EL MUNDO / El Día de Baleares de Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta, que a modo de apisonadora destapó todas y cada una de las corruptelas uemitas, nunca sabremos si Munar le hubiera prestado o no los apoyos en 2007 a un Matas que había rozado la mayoría absoluta con un 47% de los votos. Lo que está claro es que la decisión de ceder a UM el consejo insular cuatro años antes privó a Matas, así como la inocentada de última hora de fichar a la catalanista Maria de la Pau Janer, de la mayoría absoluta en 2007.
Otro aspecto crucial a mi modo de ver al que la docuserie no le presta la debida atención en su tercer capítulo es a la estrecha relación entre Munar y Xisco Antich. O al pacto de hierro UM-PSOE. Los tres pactos de progreso (1995, 1999 y 2007) fueron en primera instancia pactos entre socialistas y uemitas que luego tenían que ser negociados nuevamente por los socialistas con los comunistas, verdes y pesemeros. Como la pragmática Munar no se fiaba de los partidos minoritarios con mayor componente ideológico, sólo quería pactar con el PSOE y obligaba a los socialistas a negociar después sus acuerdos con el resto de partidos minoritarios. El PSOE estuvo siempre dispuesto a ceder a todos y cada uno de los caprichos de Munar. Le cedió el consejo insular en 1995 con sólo dos diputados, se lo volvió a ceder en 1999 con tres y le quiso regalar en 2007 la alcaldía de Palma con sólo dos concejales a Miquel Nadal, delfín de Munar, en detrimento de la socialista Aina Calvo, que al final se rebeló ante la componenda de su propio partido.
El pacto UM-PSOE era de hormigón armado hasta el punto que llegó a publicarse que una de las razones de Munar para decantarse por la izquierda en 2007 había sido el paraguas de impunidad judicial que le había ofrecido el entonces líder nacional del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Si no tenían sensación de intocables y de impunidad, los jerifaltes de UM desde luego lo disimulaban muy bien. Prueba de la fortaleza de este pacto de hierro con Munar es que Antich tuvo que ser arrastrado de mala gana a romperlo con una UM sobrepasada por los acontecimientos y en plena vorágine policial y judicial en la que se sucedían las detenciones y las declaraciones en los juzgados. Tras la operación Voltor o Inestur, y presionado por Rubalcaba, Antich, reacio hasta el último minuto a romper con Munar, terminó claudicando y expulsando de mala gana a todos los cargos uemitas de su ejecutivo. El tercer pacto de progreso estaba sentenciado.
Entretanto, la estrecha alianza entre Antich y Munar se había extendido a la izquierda mediática que trató de encubrir y minimizar los escándalos de corrupción que estallaban a UM en la legislatura 2007-2011. Cuando empezaron a saltar todas las alarmas y no quedó más remedio que admitir el peligro de contagio que la corrupción de UM representaba para el Govern de Antich y el Consell de Francina Armengol, el Diario de Mallorca, Última Hora e IB3, esta última controlada por UM, empezaron a propagar la especie de que los casos de corrupción de UM (Can Domenge, Son Oms, Maquillaje…) se habían fraguado en la legislatura anterior bajo la égida del PP con UM al frente del Consell de Mallorca. Estas corruptelas, afirmaban, «no afectaban» al Pacte de Progrés de 2007 ya que eran atribuibles a la legislatura anterior aunque hubieran estallado más tarde.
En aras de defender el impresentable pacto de la izquierda con UM, nuestros periodistas del régimen se inventaron otro argumento a la desesperada y que el tiempo, también, se encargó muy pronto de desmentir: UM estaba dividida entre una UM mala y corrupta, la de Munar, Nadal o Flaquer, salpicada por los escándalos y que controlaba con mano de hierro el partido; y una UM buena y sana, la que formaban los alcaldes de Porreres, Alcúdia y Pollença agrupados bajo el llamado «sector crítico». Este nuevo ardid que pusieron en circulación los corifeos mediáticos del Pacte como cortafuegos para vender a la opinión pública que en realidad la corrupción de UM «no era» la corrupción del Pacte saltó por los aires con la operación Voltor en la que fueron detenidos más de una decena de cargos de la consejería de turismo controlada por UM, entre ellos los cabecillas del llamado «sector crítico». Tampoco había una UM buena y sana. La metástasis se había extendido a todo el partido. La cruda realidad se imponía una vez más al relato de la prensa de izquierdas.
Error. En el artículo anterior afirmé que AP-PDP-PL había sacado mayoría absoluta en las elecciones autonómicas 1987. Se trata de un error. AP-PDP-PL sacó 25 diputados (de 59) y la UM encabezada por Jeroni Albertí cuatro diputados. Gabriel Cañellas fue investido presidente gracias a los 25 votos de su partido, los 4 de UM y un diputado del grupo mixto que se había presentado por el CDS.
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