A falta de desahucios, turismofobia
Echenique tuiteaba el pasado viernes una «brutal galería de imágenes sobre el turismo masificado», que rápidamente era contestada adjuntando una fotografía donde se le ve a él posando ante las escaleras de la Plaza de España de Roma absolutamente repletas de turistas. Alberto Garzón dijo en otro tuit que «criticar este modelo de turismo es también hablar de relaciones laborales precarias, trabajo estacional y sectores de bajo valor añadido». ¿Qué ha ocurrido para que el turismo se convierta en una emergencia social de la que se tienen que ocupar nuestros políticos en sus vacaciones estivales? La respuesta es sencilla, las cifras de nuestra economía han mejorado tanto que ya no las pueden usar para quejarse, como han venido haciendo hasta ahora. Se crea empleo a ritmos nunca antes vistos, la economía crece sin parar, los recortes son cosa del pasado, y los desahucios pasaron a la historia. Cualquiera de estos ratios son ya mejores de los que nos dejaron sus amigos los socialistas, así que hay que encontrar otro asunto con el que movilizar a sus bases.
Con el turismo es cierto que existe un problema muy concentrado en unas pocas semanas al año y en determinadas zonas de algunas ciudades, en las que el número de visitantes causa algunos inconvenientes a sus residentes, a cambio de proporcionar un enorme bienestar para el conjunto de la población. Repasemos sólo algunos datos. En 2016 los más de 75 millones de turistas extranjeros se gastaron en España 77.000 millones de euros. El sector supone más del 11% del PIB y genera empleo para más de 2,5 millones de personas, significando el 20% de los nuevos puestos de trabajo. Las Islas Baleares son el paradigma de todo esto. Tanto en julio como en agosto de 2016 recibieron más de 2,7 millones de turistas, que parecen muchos para una población de poco más de 1 millón de habitantes, mientras que en enero o diciembre no llegaron a 200.000. En los cuatro meses que van de junio a septiembre de 2016 recibieron el 65% de los más de 15 millones de visitantes que tuvieron en todo el año. A cambio, durante la crisis, el turismo creó 3 de cada 4 nuevos empleos en las islas, siendo el único sector que logró superar la recesión sin destruir ocupación.
No, el turismo no es ningún problema en España, sino todo lo contrario, un sector a potenciar y proteger, que genera empleo y riqueza para todos. Tan sólo supone algún inconveniente un par de meses al año en Canarias, Baleares y algunos barrios de la ciudad de Barcelona, que concentran en muy poco tiempo más del 55% de los turistas que nos visitan. Pero es un tema con el que resulta muy sencillo movilizar a las bases de extrema izquierda, por cuanto es un símbolo que representa la economía de libre mercado y la globalización.
Lo que resulta irónico es que pretendan convertir su lucha contra el turismo en un ejemplo de «lucha de clases», como indicaba la pancarta con la que los radicales se manifestaron ante los yates atracados en el puerto de Palma de Mallorca. La realidad es que los turistas más pudientes, los que se alojan en hoteles de lujo o llegan en súper yates, los de la «clase social» contra quienes dicen manifestarse nuestros radicales, no tienen nada que ver con el turismo de masas al que ellos atacan. La verdad es que nuestra extrema izquierda populista está contra el turismo barato que ha permitido conocer mundo a las clases populares. Un turismo no masificado, como ellos quieren, significaría volver a un turismo sólo al alcance de los más ricos. Y supondría paro y dependencia para la «clase obrera» a la que dicen defender.
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