La escabrosa historia detrás del nombre de la calle del Codo en Madrid
Esta es la calle que inspiró a Arturo Pérez Reverte para Alatriste
La calle une las plazas de Conde de Miranda y la de la Villa
Es la calle más larga de Madrid: tiene más de 600 números y pasa por 16 barrios
Madrid es una ciudad llena de rincones que cuentan historias. Sus calles, sus edificios y sus plazas guardan leyendas, anécdotas y hasta secretos que la han convertido en un lugar fascinante, tanto para los que la visitan como para los propios madrileños. Entre las zonas más interesantes de la capital se encuentra el Madrid de los Austrias, un barrio antiguo y pintoresco que ofrece una perspectiva única del pasado de la ciudad. Dentro de sus calles, algunas ocultan detalles poco conocidos, y es precisamente aquí donde se encuentra la Calle del Codo, que pesar de tener una corta extensión, ha sido escenario de leyendas y curiosidades. A continuación, te contamos la escabrosa historia detrás del nombre de la calle del Codo en Madrid.
Ubicada en pleno corazón del Madrid de los Austrias, la Calle del Codo no destaca por su tamaño, pues apenas alcanza los 75 metros de largo, pero sí por su peculiar estructura en forma de «L» que evoca la imagen de un codo doblado, razón por la cual recibió su particular nombre. Este rincón conecta la Plaza de la Villa con la Plaza del Conde de Miranda, dos de los espacios más emblemáticos de la zona, y su apariencia antigua transporta a quienes la recorren a tiempos pasados. Pero la historia de esta calle no es cualquier historia. Más allá de su curioso diseño, sus relatos parecen arrancados de una novela, y no es de extrañar que hayan inspirado a grandes escritores, quienes encontraron en este rincón un lugar lleno de carácter y misterio. ¿Qué hizo de la Calle del Codo un sitio tan memorable? Sin duda, su conexión con personajes ilustres, como el escritor Francisco de Quevedo, y sus relatos de duelos y enfrentamientos entre caballeros, han contribuido a forjar una identidad propia y a mantener viva su leyenda a lo largo de los siglos.
La historia de la Calle del Codo
La Calle del Codo forma parte del núcleo histórico del Madrid de los Austrias, un barrio que remonta su origen a la época de los reyes Carlos I y Carlos II. Pasear por esta calle implica retroceder en el tiempo y adentrarse en el Siglo de Oro español, una época en la que el arte, la literatura y la arquitectura alcanzaron su máximo esplendor en España. Flanqueada por edificios de gran valor patrimonial, como la Torre de los Lujanes, que data del siglo XV, y el convento de las Carboneras, en cuya iglesia se guarda una imagen milagrosa de la Inmaculada Concepción, la calle cuenta con un entorno protegido que le añade un toque de solemnidad y misterio.
El peculiar ángulo de 90 grados de la calle es una de las razones por las que se dice que fue bautizada así en el siglo XVIII, una forma que sugiere la postura de un codo doblado. A lo largo de los años, este pequeño rincón ha sido testigo de diversas anécdotas, y la estrechez de su estructura no sólo añade encanto, sino que también contribuye al ambiente sombrío y apartado que ha envuelto a esta calle en un halo de leyendas, algunas de las cuales resultan especialmente intrigantes y reflejan el lado más bohemio y canalla del Madrid de antaño.
Leyendas de enfrentamientos y aventuras literarias
Una de las historias que ha dado fama a la Calle del Codo es la de los duelos y enfrentamientos que, según la leyenda, solían tener lugar en este estrecho callejón. La falta de luz y la poca visibilidad ofrecían el escenario perfecto para los caballeros del Siglo de Oro que buscaban resolver sus disputas a espada. Este ambiente sombrío y de apariencia medieval fue también una fuente de inspiración para escritores como Arturo Pérez-Reverte, quien encontró en este rincón madrileño el lugar idóneo para ambientar los duelos de su personaje Alatriste.
Pero el atractivo literario de la Calle del Codo no termina ahí. Francisco de Quevedo, uno de los escritores más destacados del Siglo de Oro, solía frecuentar esta calle, aunque su fama en este rincón no se debe precisamente a su obra literaria, sino a una costumbre bastante menos glamorosa. Se dice que, tras una noche de copas en las tabernas del Madrid castizo, Quevedo solía detenerse en este callejón para orinar, un hábito que generó molestias entre los vecinos.
La famosa respuesta de Quevedo ante las quejas vecinales
La leyenda cuenta que, cansado de ver a Quevedo en el mismo lugar cada noche, un vecino decidió tomar medidas para disuadirlo. Este vecino, molesto por el poco respeto del escritor hacia su portal, pintó una cruz en la pared con un mensaje que rezaba: «No se mea donde hay una cruz». Sin embargo, lejos de disuadir al famoso dramaturgo, le respondió escribiendo la siguiente frase: «No se coloca una cruz donde se mea». Con el tiempo, este pequeño incidente se transformó en una de las anécdotas más recordadas de la Calle del Codo.
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