Kiko Rivera, acorralado
Kiko Rivera se negaba a pagar. Fue en noviembre de hace 3 años cuando, contratado por la discoteca Danzaa Klub, cogió sus bártulos y se presentó en San Juan (Alicante) para actuar según su compromiso profesional. Eran tiempos de bolos, dispersos por pueblos y costas de España, de los que Kiko no podía prescindir para mantenerse a flote y ganarse la vida. Se instaló en el hotel reservado para él después de picar algo y ya no volvió a salir. Dejó colgada la actuación. El responsable de la sala, Carlos Poveda, denunció los hechos en el juzgado y en los medios; interpuso una demanda y entró en programas de televisión en su legítimo derecho de reclamar lo que consideraba que Kiko debía resarcirle por incumplimiento de contrato y el perjuicio ocasionado. Han pasado más de tres años desde aquel 28 de noviembre de 2015. En marzo del año pasado la Audiencia Provincial de Sevilla confirmaba la sentencia dictada con anterioridad por un juzgado de Sevilla y condenaba al hijo de Isabel Pantoja a pagar los 7.277,91 por incumplimiento de contrato, mas 2.100 € de intereses, gastos y costas. 10.000 euros le costaba el plantón.
Con las cifras que ha manejado Kiko en sus contrataciones posteriores a este bolo fallido y sobre todo en su participación en GH Dúo, reality en el que participó junto a su mujer Irene Rosales, esta cantidad podía parecer peccata minuta, pero no lo es para el empresario que defendía esa sala y tuvo que dar la cara ante el publico que le reclamó el precio de la entrada.
Kiko Rivera e Irene Rosales participaron en GH DÚO / Gtres
Aquella noche Kiko se encerró literalmente en la habitación y nadie pudo sacarlo de ahí. Sus personas de confianza en ese momento le disculparon con la excusa de estar indispuesto. Y desde luego lo estaba, o lo que es lo mismo, no estaba dispuesto a actuar. La sala se quedó sin el artista invitado y los clientes sin la actuación. Eran malos tiempo para Kiko, no hay duda. Él no veía mas allá de sus narices. Entendible, según supimos después. Lo que no entiendo es cómo sus asesores o su abogado no llegaron a un acuerdo, pagaron lo que debía su cliente y así lo alejaban del foco del conflicto y de la deuda. Pues, no. Pelearon hasta el final.
Llegó la demanda y el día de la vista previa. Kiko no se presentó. Su abogada recurrió alegando como gato panza arriba que no le habían llamado a sala. La grabación tomada durante la citada vista demostró que el hijo de Isabel Pantoja fue llamado por su nombre completo y 2 apellidos: Francisco José Rivera Pantoja. Recurso desestimado. Su señoría dio por terminado el asunto y poco después dictó sentencia: a Kiko le salió a pagar, pero todavía no lo tenía muy claro. Inevitablemente llegó la ejecución de sentencia. Acorralado, ya tendría que pagar sí o sí. Llegaron, implacables, los embargos. Primero, 1.028 € según fuente cercanas al caso y recientemente se ha consignado toda la cantidad en el juzgado.
Kiko Rivera en una imagen de 2013 / Gtres
Entiendo que Rivera Pantoja ha estado muy confundido de noche y de día durante mucho tiempo. “Supe que tenía un problema el día que mi madre estaba donde estaba y había que poner dinero para una cosa y yo, teniéndolo, me lo gasté en mis cosas malas”, ha admitido tras su confesión pública de sus adicciones. Olé por él y su lucha por salir de ese agujero. Nunca es tarde para intentarlo y él le está echando valor, como todo el que se lo propone y lo consigue. También confesó que entró en ese reality para pagar sus deudas. El pinchadiscos -ya sé que lo que mola es decir DJ, pero en castellano es tal cual- arrastra problemas con Hacienda desde hace años y parece que ha encontrado la solución en los medios y habría podido, al fin, hacer frente a los 200.000 € que le reclamaban, supongo. Ahora llega el turno a los empresarios perjudicados en esas noches tan confusas de plantón. Caso ganado. ¡Enhorabuena! Habrá que pagar también al abogado, ¿no?