CÓMO HEMOS CAMBIADO

En su 5º aniversario: así cambió Botsuana al rey Juan Carlos

Juan Carlos I
El rey emérito Juan Carlos I en imagen reciente / Gtres

Cinco años han pasado desde que el rey Juan Carlos se fracturara la cadera durante una cacería en Botsuana. Nunca pensó que aquella caída lo acorralara frente a la opinión generalizada de los españoles y tuviera que pedir perdón públicamente, en un gesto histórico sin precedentes, cuando trascendió que había viajado en secreto, en plena crisis económica y acompañado de su entrañable amiga Corinna. Aquella aventura, que comenzó el 9 de abril de 2012, se convirtió en la más aciaga de su vida personal y que produjo un inmenso daño personal en su imagen como monarca.

El destino quiso que mientras él disfrutaba de un viaje deliberadamente privado y organizado para cazar elefantes, su nieto mayor, Felipe Froilán, resultaba seriamente herido en un pie por un disparo accidental.  El joven, que practicaba ejercicios de tiro junto a su padre, Jaime de Marichalar, fue ingresado de urgencia en la clínica Quirón de Madrid. Ante la gravedad del accidente, su madre, la infanta Elena, y la reina Sofía hicieron piña para acompañar al joven, hasta que los doctores finalizaron una delicada intervención quirúrgica para salvar el pie. Pero el abuelo rey no aparecía. Nadie sabía dónde estaba. Un día, otro y otro más, sin noticias de don Juan Carlos. Se había ido a cazar elefantes y estaba muy lejos.

Juan Carlos I

La mala salud de Juan Carlos ha obligado que use bastón en sus apariciones públicas / Gtres

La noticia de su accidente se hizo pública el 14 de abril, día de la República, mientras se abordaba en Bruselas una posible intervención de España por su delicada situación económica. Un Jefe de Estado dispuesto a no renunciar a sus aficiones aunque estas indignaran a la sociedad en el momento más desastroso económicamente. Un monarca igual de afable y campechano que intocable. Todavía resuena en el recuerdo el ‘¿Por qué no te callas?’ que le dedicó en 2007 a Hugo Chávez, durante la XVII Cumbre Iberoamericana.

Pero su polémico viaje a Botsuana -que provocó duras críticas de organizaciones ecologistas por cazar ejemplares en peligro de extinción-, y las disculpas públicas a las que se vio abocado, todo cambió para don Juan Carlos. Su abdicación se precipitó y el 2 de junio de 2014, dos años después de la famosa cacería, le cedió el testigo a su hijo Felipe.

Juan Carlos I

Juan Carlos I y su hijo Felipe VI en imagen de archivo / Gtres

Desde entonces, tras dejar atrás esos años convulsos, la soledad le ha acompañado casi a diario. Separado de la Reina Sofía y alejado de sus propios hijos, don Juan Carlos ha vivido momentos personales muy difíciles, agravados por sus problemas de movilidad que le han privado de su hasta entonces preciada libertad. Su agenda institucional se ha visto reducida drásticamente en los últimos años y trasladó su despacho de la Zarzuela – que ahora ocupa el rey Felipe- al Palacio de Oriente, donde cada vez acude menos, según algunas fuentes cercanas a Zarzuela.

Visiblemente desmejorado, el monarca lleva una existencia de ‘alegre jubilado’ que se traduce en viajes gastronómicos, regatas o corridas de toros, jamás acompañado por su esposa, la Reina Sofía, con la que ya ni siquiera comparte vacaciones en Marivent. Cuando no está fuera del país, se deja ver por el club Puerta de Hierro, o en los privados del restaurante Horcher o El Bodegón, sus favoritos.

Mediáticamente se ha vuelto más lejano y ha espaciado sus encuentros con la prensa, además de prescindir de las bromas que habitualmente solían crear un clima de confianza. Una de las últimas salidas de tono por parte del monarca que resuenan en la memoria colectiva fue cuando, molesto por los comentarios sobre su mala salud, espetó a los medios: «Lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa». Casi de un día para otro, se rompía ese pacto no escrito con el que gozaba de inmunidad en los medios de comunicación. Ya se publica de todo sobre el emérito.

Tendría una dorada jubilación si no fuera porque la salud le ha traído de cabeza en los últimos años. De hecho, se ha olvidado prácticamente de practicar deporte, a excepción de su participación en unas recientes regatas. La fractura de cadera durante el aciago viaje con Corinna a Botsuana lo cambió todo. A raíz de aquella caída, tuvo que someterse a diversas operaciones que incluso a día de hoy no le permiten caminar del todo bien, pese a una durísima rehabilitación, y se ve obligado a apoyarse en un bastón.

Atrás, muy atrás quedaron las polémicas que pusieron su vida del revés. Posiblemente, hoy el don Juan Carlos recordará este aniversario probablemente pensando en lo que pudo no hacer y, sin embargo, hizo.

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