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Este es el régimen que financia a Podemos y a sus líderes

La República Islámica de Irán nació tras la revolución de 1979 que culminó con la expulsión del Sha Mohammad Reza Pahlevi. El ayatolá Jomeini regresó del exilio y el 1 de abril de ese mismo año se instauró la República islámica. Desde entonces, el país vive inmerso en una teocracia con apariencia de república en la que los derechos humanos se violan casi a diario.

En la dictadura religiosa iraní no hay cabida para los opositores o para los homosexuales. Lapidaciones, ejecuciones sumarias en público o castigos con latigazos como consecuencia de la aplicación de la Sharia. El Código Penal Islámico iraní recoge todo tipo de castigos para cualquier delito, desde los robos al adulterio pasando por los encuentros entre homosexuales.

Son innumerables las denuncias que los distintos gobiernos iraníes, incluido el actual presidido por Hasán Rouhaní, han recibido por parte de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas o Amnistía Internacional. El adulterio, la homosexualidad o profesar una religión diferente al Islam puede tener penas de cárcel en el mejor de los casos. Los iraníes carecen de algunas de las libertades más básicas del ser humano: expresión, reunión, religión o información, entre otras.

Según las Naciones Unidas, cada año son ejecutadas en Irán un mínimo de 600 personas por delitos como la homosexualidad, el adulterio o el consumo de drogas. La mayoría de los detenidos en Irán no llegan a saber ni el delito por el que son condenados. En muchas ocasiones no tienen derecho a la defensa de un abogado y los procesos judiciales se celebran en secreto.

Penas de muerte a menores de edad

Una de las actuaciones más espeluznantes llevadas a cabo por el gobierno iraní son las ejecuciones a menores de edad. Las niñas pueden ser ejecutadas a partir de los 9 años mientras que los varones pueden serlo a partir de los 15.

Las mujeres, como en la mayoría de los países donde hay gobiernos islamistas, son ciudadanos de segunda y de ahí la diferencia de edad para poder ser ejecutadas.

Según el Código Penal iraní, las mujeres no casadas que son consideradas adúlteras pueden llegar a ser condenadas a cien latigazos, mientras que las casadas son lapidadas hasta su muerte.

La horca, lapidaciones, torturas o el uso de cámaras de gas son algunos de los métodos que el gobierno iraní utiliza para deshacerse de todos aquellos que no cumplen con las rigurosas normas de conducta impuestas por “su versión del Islam”.

El Consejo Nacional de la Resistencia Iraní (CNRI), fundado en 1981 y que actúa como parlamento iraní en el exilio, es el encargado de dar a conocer en Occidente todas las vulneraciones de los derechos humanos que se cometen bajo la dictadura religiosa de los Mullahs.

En el 2010, el caso de la mujer Sakineh Mohammadi condenada a ser lapidada por haber matado supuestamente a su marido dio la vuelta al mundo.

La Unión Europea, numerosos rostros famosos y también el Vaticano mediaron con el gobierno de Irán para evitar la ejecución de Sakineh, consiguiendo en un primer momento el aplazamiento de la lapidación.

Finalmente y tras varios años de prisión, la mujer consiguió salir de la cárcel y reunirse con sus hijos Farideh y Sajjad.

El terror iraní se expande también fuera de sus fronteras

Otro de los casos más sonados del extremismo ideológico de Irán, fue el relacionado con el escritor Salman Rushdie y su obra ‘Los versos satánicos’ publicada en 1988.

Jomeini, líder religioso iraní en aquellos años, condenó al escritor Rushdie a muerte por blasfemar en su obra llegando a pagar una recompensa por su captura. Algunos de los traductores de la obra a otros idiomas, como el japonés o el italiano, fueron asesinados por ser considerados «mensajeros de la blasfemia».

En la actualidad, Rushdie sigue temiendo que algún grupo del fundamentalismo islámico acabe con su vida e intenta limitar al máximo sus apariciones públicas.