Sorpresa arqueológica en Pompeya: nuevos hallazgos sugieren que los esclavos comían mejor que los romanos
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Pompeya continúa siendo una fuente inagotable de información para comprender la organización social y económica de la antigua Roma. Y es que cada campaña arqueológica aporta nuevas piezas que ayudan a matizar la imagen tradicional de una sociedad rígidamente dividida entre libres y esclavos, especialmente en contextos rurales y productivos.
En este marco, una serie de estudios recientes en la villa de Civita Giuliana se centraron en cómo la gestión de la mano de obra condicionaba aspectos tan básicos como la vivienda, el trabajo y la alimentación. Desde luego, cada una de estas evidencias materiales obligaron a replantear comparaciones entre distintos estratos sociales.
¿Por qué arqueólogos sugieren que los esclavos comían mejor que los romanos?
El primer piso del barrio servil de la villa suburbana de Civita Giuliana, a las afueras de Pompeya, ha proporcionado uno de los conjuntos más reveladores de los últimos años. En varias estancias se han documentado ánforas con restos de habas, una de ellas semivacía, y un gran cesto que contenía frutas, posiblemente peras, manzanas o serbas.
Según lo expresa el estudio publicado en la revista ‘Scavi di Pompei’, estos alimentos no responden a una situación excepcional. Los arqueólogos interpretan el hallazgo como parte de un sistema regular de aprovisionamiento destinado a la población esclava de la finca.
En la mentalidad romana, los esclavos eran considerados instrumentum vocale, es decir, herramientas que hablaban, cuyo valor económico podía alcanzar varios miles de sestercios. Mantenerlos en «condiciones físicas aceptables» no era una cuestión moral, sino una decisión económica.
La dieta básica se sustentaba en el trigo, consumido en forma de pan o gachas. Sin embargo, la presencia de legumbres y fruta indica una planificación más compleja. Las habas aportaban proteínas vegetales y la fruta suministraba vitaminas esenciales, reduciendo el riesgo de enfermedades carenciales que habrían afectado directamente a la productividad.
Alimentación, control y jerarquías internas en Pompeya
La ubicación de esta despensa en la planta superior del barrio servil no fue casual. Por un lado, permitía proteger los alimentos de plagas. En las estancias de la planta baja, con suelos de tierra batida, se han encontrado restos de ratones y ratas, lo que confirma un problema recurrente en estos espacios.
Por otro lado, la elevación facilitaba un control más estricto de la distribución. Todo apunta a un sistema de racionamiento ajustado a criterios como edad, sexo o tipo de trabajo desempeñado. Este control probablemente recaía en esclavos de mayor confianza, lo que sugiere una jerarquía interna dentro del propio grupo servil en Pompeya.
Las condiciones de vida seguían siendo duras. Los esclavos habitaban celdas de unos dieciséis metros cuadrados, compartidas por hasta tres personas, con literas rudimentarias y escaso espacio para la vida cotidiana.
Aun así, el acceso regular a una dieta calculada podía situarlos, desde un punto de vista nutricional, en una posición menos precaria que la de parte de la población libre empobrecida.
Cifras que explican una lógica económica de la Antigua Roma
Las dimensiones del barrio servil de Civita Giuliana permiten estimar una plantilla de alrededor de cincuenta esclavos. Alimentar a este grupo requería unas 18.500 toneladas de trigo al año, lo que implicaba el cultivo de unas veinticinco hectáreas de tierra. La magnitud del esfuerzo agrícola deja claro que la alimentación era un elemento central en la gestión de la villa.
Limitar la dieta únicamente a cereales habría sido insuficiente a medio plazo. La incorporación de legumbres y fruta actuaba como una medida preventiva frente a la malnutrición. Desde esta perspectiva, la inversión en alimentos variados se traduce en continuidad productiva y menor pérdida de valor económico de la mano de obra esclavizada.
Esta situación genera una paradoja histórica. Muchos ciudadanos libres de Pompeya y otras ciudades romanas sobrevivían gracias a la sportula, la distribución de alimentos o dinero por parte de las élites. Su dieta podía ser más pobre e irregular que la de los esclavos de una explotación agrícola bien organizada.
Excavaciones en curso y nuevas lecturas de Pompeya
Las investigaciones recientes, financiadas con fondos públicos italianos, se concentran en el sector norte del barrio servil, bajo el trazado de la actual Via Giuliana. Allí se han identificado estructuras murarias de las plantas superiores de la villa, construidas con tabiques de opus craticium, una técnica de entramado de madera y relleno.
En las áreas ya excavadas se han recuperado moldes de yeso de gran interés, entre ellos hojas de puertas con herrajes de hierro y posibles utensilios agrícolas. Estos elementos ayudan a reconstruir la organización funcional de la villa y el papel central que desempeñaba la producción agraria en Pompeya.
El director del Parque Arqueológico de Pompeya, Gabriel Zuchtriegel, ha señalado en declaraciones que estos hallazgos muestran las contradicciones internas del sistema esclavista romano: «Seres humanos eran tratados como herramientas, pero la frontera entre esclavo y libre se desdibujaba en aspectos cotidianos como la alimentación».
Ahora, el proyecto de excavación integral de Civita Giuliana permitirá ampliar el conocimiento sobre la extensión y organización del área destinada a la servidumbre. Con ello, Pompeya vuelve a demostrar que bajo sus cenizas aún quedan claves esenciales para comprender las desigualdades, paradojas y mecanismos económicos de la antigua Roma.
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