Esta Liga tiene muchos dueños. Courtois, flamante Zamora, Sergio Ramos, el gran capitán, Casemiro, el hombre del equilibrio y, como no, Karim Benzema. El galo es muy culpable de que el Real Madrid haya podido ganar el título 34 de su historia. Sus goles, su fútbol y su influencia en la caseta han sido claves para que los blancos hayan cantado el alirón en el año más raro de nuestras vidas: el del coronavirus.
Benzema ha demostrado en esta temporada que a sus 32 años está mejor que nunca física y mentalmente. Los números, tan sólo se ha perdido un partido en una Liga en la que ha hecho 21 goles, demuestran que está en un estado de forma envidiable. Pero también llama notablemente la atención su peso dentro del equipo. Ha dejado atrás el papel secundario que le ha acompañado desde 2009 para convertirse en un auténtico líder. Zidane dice que lo único que ha cambiado en él es que “se ha hecho más mayor”, pero lo que es evidente es que este Karim es otro.
Y la pregunta que se hacen muchos es si se merece el Balón de Oro. Lleva años demostrando que es un jugador que está a otro nivel, pero esta temporada dio el paso definitivo. El paso que le lleva a ser uno de los más grandes y ya son muchas las voces que creen que la pelota dorada se la merece. Méritos ha hecho de sobra.
Pero lo que está claro es que ya no sólo es capitán por antigüedad, también lo es por personalidad. Desde la salida de Cristiano Ronaldo, su mejor socio, entendió que tenía que dar un paso la frente y lo ha hecho. El club tardó un año en encontrarle otro aliado en la figura de Hazard, pero él comprendió en muy poco tiempo que sin el escudo del luso le tocaba ser referente. Sin gritos. Sin grandes gestos dentro del campo. Pero vital. Clave. Siendo ejemplo para los jóvenes, un hombre de confianza para Zizou y el mejor aliado de todos sus compañeros, esos que nunca han dudado de su calidad. De su fútbol. En este tiempo se ha metido en el bolsillo hasta al madridismo.
Karim está muy lejos de ser el modelo de jugador por el que la afición blanca bebe los vientos. Los madridistas son más de jugadores de garra. Raúl vale como ejemplo. Benzema siempre tuvo muy claro que no iba a correr a por un balón que se perdiese por el fondo para levantar a los aficionados de sus asientos. Él siempre apostó por hacerlo desde su calidad. Le ha costado. Le ha costado mucho, pero tras 11 años lo ha conseguido y por fin el público le ha hecho uno de los suyos. El francés ya está en ese grupo de jugadores que la parroquia blanca, exigente como pocas, venera sin fisuras. Di Stefano, Juanito, Santillana, Butragueño, Raúl, Casillas, Sergio Ramos, Cristiano… y Benzema. Él lleva un tiempo siendo de ese club y lo es por méritos propios.
Esta Liga pasará a la historia por la enésima obra de arte del francés. La hizo en Barcelona en un duelo ante el Espanyol en plena lucha por el campeonato. Cuando el descanso acechaba, Marcelo recibía un balón en el flanco zurdo, levantaba la cabeza y ponía un pase en largo que Sergio Ramos, situado en la frontal, prologaba con la cabeza hacia el área. Lo que vino después es un truco de magia. Una genialidad.
Benzema, el único junto a Jesé Rodríguez y Sergio Ramos capaz de hacer que Florentino Pérez perdiese la compostura en un palco tras un gol. El francés se hacía con el cuero, pisaba línea de fondo y cuando parecía que el defensa blanquiazul le había cerrado cualquier posibilidad de sacar algo de esa jugada, se inventaba un taconazo que hacía bueno Casemiro para marcar un gol de campeonato. Nunca mejor dicho.
Un hombre de club
Benzema siempre ha sido muy criticado de puertas hacia fuera. El respeto lejos de Valdebebas no se lo han regalado. Dentro tampoco, pero su forma de ser no tardó en calar. Entre sus compañeros porque siempre ha sido el amigo de todos. No ha tenido ningún problema con nadie, dentro del campo un aliado sinigual y con una calidad que le sitúa a la altura de los mejores. Los entrenadores siempre han confiado en él. Hasta Mourinho, el que le comparó con un gato cuando se quedó sin Higuaín. Él también confió en su juego y con él arriba el Madrid ganó la Liga de los récords. La más brillante de las 33.
Y por último es tremendamente apreciado en la directiva. Es el jugador perfecto que cualquier club quiere tener. Nunca ha generado un problema, nunca ha pedido nada. Todo lo que le ha llegado ha sido gracias a su trabajo. Florentino, que fue a su casa en Lyon para ficharle, siempre estuvo de su lado, pero con el paso de los años todos los directivos y dirigentes se han rendido ante su forma de entender la vida. El mejor ejemplo su última renovación, cuando el club le puso encima de la mesa más años y él, siempre justo, no quiso prolongar su vinculación más allá de 2022. Después, con 34 años para 35, decidirá si se vuelve a sentar para aumentarlo, pero lo que tiene muy claro es que nunca arrastrará el ‘9’ del Madrid, ese que tantas críticas le han generado, aunque las alegrías son más y mayores.