Sí, sí, sí, la Decimoquinta ya está aquí. La ganó el Real Madrid, como todo el mundo predecía, aunque tocó sufrir tras el imponente primer tiempo del Borussia Dortmund. Todo cambió en la segunda parte en la que los blancos impusieron su poderío y trituraron a los alemanes con un ritmo asfixiante. Carvajal abrió el marcador con un cabezazo monumental y Vinicius lo cerró con un golazo que le acerca todavía más al Balón de Oro. La leyenda blanca en la Champions continúa y se agranda. Hasta el infinito y más allá.
Si tuneamos aquella frase de Gary Lineker sobre Alemania, bien podría decirse que la Champions es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana el Real Madrid. No sería mentira. El equipo blanco ha convertido la gloria en un ejercicio rutinario. Levanta Copas de Europa con la naturalidad con la que Dalí pintaba cuadros en servilletas. Es un coleccionista de Champions y detrás de cada una de ellas están escritos algunos de los renglones más bellos de la historia del fútbol.
Por eso no ser del Real Madrid es una elección tan libre como estúpida. El madridismo afronta cada Champions con la confianza y la tranquilidad que le otorga haberse ganado el título de rey del patio. Da igual que haya equipos mejores al empezar cada temporada, el Madrid es el Madrid y su escudo, su estadio y su leyenda pesan demasiado en una competición que ha dominado con mano de hierro.
Ancelotti puso el once esperado. Faltaría más. Una final de Champions es un partido demasiado gordo como para hacer experimentos y Carletto ya tiene el culo pelao de finales. Por eso jugaba Courtois, restablecido justo a tiempo para el partido del año, escoltado por Carvajal, Rüdiger, Nacho y Mendy, los cuatro mosqueteros que debían proteger, uno para todos y todos para uno, el área del Real Madrid. El medio era para el general Kroos en su última batalla de blanco, con Fede Valverde, Camavinga y Bellingham compartiendo sitio en el cuartel general del centro del campo. Arriba, por supuesto, Batman y Robin: Vinicius y Rodrygo, el hombre que agitó la previa de la final.
Enfrente el Borussia Dortmund, travestido con su piel de cordero. Convidado de piedra a una final en la que jamás soñaron estar pero que se han merecido tanto o más que cualquiera. No había novedades en el once de Terzic, que saltaba al césped de Wembley con esta alineación: Kobel; Ryerson, Hummels, Schlotterbeck, Maatsen; Emre Can, Sabitzer; Adeyemi, Brandt, Jadon Sancho y Füllkrug.
Se acabaron los prolegómenos, el concierto de Lenny Kravitz y empezó la final, incluida una vacilada de los jugadores del Dortmund invadiendo el campo del Real Madrid para saludar a su hinchada. Y en el primer minuto saltaron tres aficionados al campo, ora por un selfie, ora por una reivindicación política, así que el juego quedó parado. Ancelotti y Terzic flipaban. Las cámaras de la UEFA enfocaban hacia la grada para evitar el sonrojo de otra final ensombrecida por la estupidez de la gente y la falta de organización de la mafia ceferinesca.
El Real Madrid, más favorito que Pedro Sánchez para Tezanos, jugaba más contra el vértigo del fracaso que a favor del éxito de la gloria. La Decimoquinta se daba por descontada desde la remontada ante el Bayern. Dominaron de salida los de Ancelotti ante un Borussia replegado pero intenso. Presionaba (mal) el Madrid y la sacaba (bien) el Dortmund. El primer córner de los alemanes llegó en el minuto seis. Sobrevivieron los blancos sin mayores apuros.
Kroos manejaba el partido con una suficiencia que hace todavía más dolorosa su retirada. El Borussia replegaba en campo propio, pero lo estrechaba al colocar su defensa muy adelantada. Se jugaba en un cinturón. Fede Valverde en el 11 tuvo una volea desde la frontal que rayó el cielo de Londres. El Real Madrid presionaba en salida de balón y luego retrocedía. Jugaba en 4-4-2 con Bellingham mediapunteando a su antojo.
Intercambio de golpes
En el 13 tuvimos el primer susto de muerte. Füllkrug ganó la espalda a Rüdiger y se plantó en el área. Menos mal que su control fue malo y se la dejó a Brandt, que definió aún peor con un disparo fuera. Pasado el susto el Real Madrid recuperó el control del juego. En el 21 un pase soberbio de Hummels dejó a Adeyemi en el mano a mano ante Courtois después de que Carvajal rompiera el fuera de juego. El meta del Real Madrid aguantó el tirón y dio tiempo al lateral a que rectificara su propio error. Segundo susto.
El Borussia se vino arriba. Se deshacía el Real Madrid. Fue el minuto de oro de los alemanes y la tragedia para los blancos sobrevoló sobre Wembley. Fue así cuando Füllkrug volvió a quedarse solito ante Courtois, la cruzó ante su salida y fue el palo izquierdo del meta belga el que abortó el gol del Dortmund. Rugía la parte amarilla del estadio.
Apareció Vinicius en el 26 para driblar por la izquierda y ponérsela al centro a Bellingham, que estuvo lento para llegar al remate. En la vuelta perdonó por tercera (o cuarta, ya no me acuerdo) el Dortmund. La carrera vertiginosa de Adeyemi, que parecía montado en una Ducati, reventó a Carvajal. Se plantó dentro del área ante Courtois y la enorme mano del meta del Real Madrid evitó el tanto. Ancelotti ya no tenía más chicles que mascar.
Perdona el Dortmund
Vinicius, que corre más de lo que piensa, se llevó puesto en su intento de presión al meta Kobel y vio una amarilla merecidísima por mucho que se quejara. La presión del Real Madrid era más random que una camiseta de los chinos. En el 40 otra vez el Dortmund hizo lucirse a Courtois. Fue Sabitzer quien se sacó un disparo venenosísimo al que respondió el meta belga con una mano imposible.
𝗖𝗼𝘂𝗿𝘁𝗼𝗶𝘀: «¿𝗧𝗲𝗻𝗱𝗿𝗲́ 𝟭𝟮 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗳𝗶𝗻𝗮𝗹? 𝗦𝗼́𝗹𝗼 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗼 𝗮𝘀𝗲𝗴𝘂𝗿𝗮𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿𝗲́ 𝗮𝗹 𝟮𝟬𝟬%»
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— Eduardo Inda (@eduardoinda) May 27, 2024
Lo mejor que le podía pasar al equipo de Ancelotti era el descanso. Ya, ya sé que me van a decir que esta película ya la han visto. Terminó el primer tiempo con Courtois como héroe de un Real Madrid irreconocible. Si tuviera que ponerle un calificativo al juego de los blancos sería el de espantoso. Superado por un rival inferior, sin respuesta ni desde el césped ni desde el banquillo, el catorce veces campeón de Europa había deshonrado su propia leyenda en el primer tiempo.
Lo bueno es que podía enderezar el desaguisado tras el descanso. No lo hizo al menos de salida. Concedió un córner que al menos provocó una veloz contra de Vinicius abortada en falta por Hummels. La falta la botó Kroos y la sacó de la escuadra Kobel con un paradón. Del córner que vino después llegó un cabezazo de Carvajal que lamió por fuera el travesaño del Dortmund. Por fin un uy del Real Madrid.
Fue un espejismo, un oasis en el desierto del juego del equipo de Ancelotti. Volvió a mandar el Dortmund para sofoco del madridismo. En el 56 Carvajal dispuso de una volea dentro del área que recordó a la de Iniesta en el Soccer City. Le salió centrada y atrapó Kobel.
Cambió Ancelotti el orden de la presión y metió por dentro a sus dos jugadores más físicos, Bellingham y Fede Valverde, para incomodar al Dortmund, con Rodrygo y Vinicius más abiertos en el repliegue. Funcionó. Los centrales alemanes se veían en apuros. Pero respondieron con el tal Füllkrug, que remató de cabeza desde el área grande para hacer intervenir por enésima vez a Courtois.
En el 64 por fin apareció Rodrygo para sentar a un par de alemanes y buscar un pase de la muerte que acabó en córner. Y luego en nada. En cada jugada de vuelta aparecía Adeyemi subido a su MotoGP. Pero el Dortmund empezó a padecer un declive físico y el Real Madrid manejaba bien la pelota.
Carvajal adelanta al Madrid
Terzic movió su banquillo y dio entrada al viejo Reus por Brandt en un cambio que sonaba más a nostalgia que a otra cosa. Dos minutos después no perdonó el Real Madrid. La jugada nació de un córner que botó con maestría Toni Kroos. La puso al primer palo y allí se elevó Carvajal como si fuera Santillana, Zamorano, Morientes y Cristiano Ronaldo a la vez. Su cabezazo de manual pilló por sorpresa a toda la defensa del Borussia y ni Hummels, que intentó sacarla con la mano, pudieron evitar el tanto del Madrid.
Los de Ancelotti se soltaron y Bellingham perdonó el segundo en una ocasión dentro del área en la que se durmió. Llegaron después sendas ocasiones de Kroos al saque de una falta y de Camavinga con un latigazo imponente que hizo volar a Kobel. Y la tercera consecutiva fue otra vez del meta del Borussia a un cabezazo de Nacho. El Real Madrid merecía el segundo.
Y lo marcó. Sí. Lo marcó Vinicius tras un error del Dortmund en la salida del balón. La asistencia fue de Bellingham y la definición, un poco mordida pero eficaz, fue de Vinicius. Un golazo que abrochaba la Champions y que dio paso a los cambios de Ancelotti: Modric y Joselu por Kroos y Bellingham. Apenas quedaban cinco minutos más el alargue para la Decimoquinta y al Dortmund le dio tiempo para hacer un gol. Lo marcó Füllkrug con un cabezazo que, eso sí, estaba en fuera de juego. Menos mal.
Los minutos finales sirvieron para que Ancelotti metiera a Militao por Rodrygo y para que los aficionados del Real Madrid se relamieran en su propio éxito. Pitó el paisano de Ceferin, que tenía el gesto torcido, y ganó el Madrid la Decimoquinta. Agrandó aún más su leyenda, que sigue eterna e inabarcable, como el rey de la Copa de Europa.