Naufragio de un Real Madrid intolerable, sin fútbol ni alma, que perdió ante el Lille y ensució su leyenda en la Champions. El equipo de Ancelotti perpetró su peor partido de la temporada y cosechó una derrota que debería hacer reflexionar al técnico y cambiar la actitud a los jugadores si quieren levantar algún título. Ni la entrada de Mbappé en el segundo tiempo pudo cambiar el rumbo de un equipo que sigue a la deriva.
Este Real Madrid es como el rey del cuento de Hans Christian Andersen. Puede presumir de tener a los mejores jugadores del mundo pero son invisibles y el equipo de Ancelotti va desnudo. Ni las quince Copas de Europa, puestas una al lado de la otra, sirven para tapar las vergüenzas que enseñó el equipo blanco ante el modesto y entusiasta Lille al menos durante 80 minutos. El arreón final, ya con el modo remontada activado, fue insuficiente para rescatar siquiera un punto que habría permitido al menos mantener la racha de un equipo que llevaba 36 partidos oficiales sin perder.
Ancelotti retocaba el once. Tampoco mucho, no se vayan a creer, pero al menos le daba un poco de oxígeno a su equipo médico habitual con la inclusión de dos nuevos facultativos: Camavinga y Endrick. Ambos se estrenaban como titulares esta temporada con el Real Madrid. El francés, porque cayó lesionado en vísperas de la Supercopa; el brasileño, porque es demasiado joven y le ha tocado esperar su turno en la fila de los titulares.
El aire fresco mandaba a Rodrygo al banquillo y llevaba a Ancelotti a bajarse del 4-3-3 y montarse en un 4-4-2 clásico que bien podría ser el esquema del Real Madrid en ese puñado de partidos complicados que tiene cada temporada. También se estrenaba Lunin gracias a la inoportuna lesión muscular de Courtois en un estadio de cuyo nombre no quiero acordarme. El meta ucraniano, que ha acabado renovando aunque nadie sepa muy bien por qué, regresaba a la competición en la que se labró su efímera gloria.
Para escoltar a Lunin en la defensa repetían Carvajal, Militao, Rüdiger y Mendy. Los cuatro del centro del campo eran Tchouaméni, Camavinga, Valverde y Bellingham, un batallón de músculo como no tiene nadie en el mundo. Arriba compartían delantera Vinicius, inminente Balón de Oro, y Endrick, ese enfant terrible con cara de niño bueno y cuádriceps de luchador de wrestling.
Un Madrid más físico
El rival, el Lille, recibía orgulloso al Real Madrid sabedor de su inferioridad pero dispuesto a dejarse la vida por dar buena imagen ante el rey de la Champions. Era una labor ciclópea pero cosas más raras se han visto en esta maravillosa competición cuyo nuevo formato nos regala demasiados partidos desiguales. Aunque éste comenzara de lo más parejo.
Manejaba el balón el Real Madrid pero apenas inquietaba a un Lille bien plantado con un bloque bajo en 5-4-1. Amenazaba con ser un partido largo de esos que a uno se le hacen bola si no marcas pronto. Lo intentó Vinicius en el minuto 5 tras una recuperación alta de Bellingham en el pico del área. Su disparo, amable y rasito, lo atrapó abajo Chevalier.
La ocasión dio paso a un cuarto de hora de tedio donde el Real Madrid volvió a las andadas. Del sopor nos sacó Endrick con una magnífica maniobra individual que resolvió con un tiro demasiado centrado y sencillo para Chevalier. Era como si el equipo de Ancelotti estuviera madurando el partido en una aburrida labor de desgaste del rival.
Al filo del 25 llegó el primer susto para el Real Madrid. Sustazo. Lunin evitó con dos paradones courtoisnescos sendos del gigante Jonathan David, de cabeza a bocajarro primero y en el rechace posterior al sacar una mano imposible después. A Ancelotti se le empezaba a atragantar el chicle ante la pasividad, un partido más, de un equipo ya de natural perezoso. O simplemente vago.
Un penalti de tontos
En el 32 llegó el segundo susto del Lille. Fue un centro de Benjamín André que se envenenó hasta estrellarse contra el larguero de un Lunin que ya veía dentro el 1-0. El Real Madrid caía en los mismos vicios de cada partido. Indolencia, falta de control del juego, despistes groseros… Colectivamente bien podría aplicárseles el apelativo de banda sin faltar a la verdad. La táctica en ataque consistía en dársela a Vinicius para que hiciera su jugada.
En el último minuto el Real Madrid compró el último boleto para irse por detrás al descanso. Fue en una falta estúpida de Rüdiger en la frontal a la que Camavinga metió una mano no menos estúpida como si fuera el portero. No lo vio el árbitro pero sí el VAR, que le llamó a capítulo. Pues nada. Penalti y tirón de orejas para Camavinga por manazas. La pena máxima la ejecutó Jonathan David con maestría para llevar al Lille con ventaja merecida al descanso.
Merecida por su notable desempeño y por el esperpento de primer tiempo del Real Madrid, abrochado por una doble ocasión fallada por Vinicius primero y Endrick después. Este, desde luego, no es el Madrid que nos habían vendido en verano. Y mira que es difícil tener un grupo de jugadores tan buenos como los del Real Madrid y convertirlo, como ha logrado Ancelotti, en un equipo tan malo.
Que salió al segundo tiempo con el cambio de Fran García por Mendy en un intento de Ancelotti de tener algo más de mordiente por la banda izquierda. Y calentaba Mbappé. El Real Madrid no mejoraba. Ni un pelo. Casi cae el 2-0 en el 52 en una magnífica maniobra de Zhegrova, el mejor futbolista sobre el verde, cuyo disparo lamió el palo derecho de Lunin. Ancelotti flipaba. No se creía lo que tenía ante sus ojos. Así que llamó a Mbappé.
Ni con Mbappé
Kylian entró, junto a Modric, en el 56, con veinte minutos sobre el horario previsto. Carletto quitó a un desastroso Militao y puso a Tchouaméni de central. Mbappé entró por Endrick. Pero nada. Lasa ocasiones seguían siendo para un Lille que estaba encantado de contragolpear. En el 66 entró Güler por Camavinga. El turco se escoraba al costado diestro y Modric se retrasaba al doble pivote con Valverde.
Pero nada. Pasaban los minutos y ya nos metíamos en el 74 sin que el Real Madrid inquietara siquiera a un Lille tranquilísimo. Hubo que esperar al 85 para que el equipo de Ancelotti tuviera una triple ocasión para empatar, que fallaron Arda, Bellingham y Rüdiger. Era ya un toque final a rebato en el desesperado intento de salvar los muebles y un punto.
También lo intentó Güler con un cabezazo a bocajarro en el 89 que abortó Chevalier. El Real Madrid había activado el modo remontada demasiado tarde. Resistió el Lille los empellones finales del equipo de Ancelotti y se desató el delirio en las gradas cuando el colegiado pitó el final del partido que certificada una victoria imposible de su equipo.
Ancelotti tiene trabajo por delante. Mucho. Como no espabile pronto se va a meter en un lío.