Esto se veía venir. Sí, señores, se veía venir. El Real Madrid llevaba demasiado tiempo haciendo funambulismo futbolístico y jugando a la ruleta rusa. En el Emirates se voló los sesos. Bueno, se los voló Declan Rice, que sacó el cañón de su diestra para marcar dos soberanos goles de falta que fueron puñaladas en el costado de Ancelotti y pusieron al Arsenal con un pie en semifinales. El chorreo lo cerró Mikel Merino, autor del definitivo 3-0 que deja muy tocado al Real Madrid y casi hundido a Carletto. Calienta, venga, Xabi.
Ancelotti tiró de galones. A él le da igual que la rodilla de Alaba tenga menos estabilidad que el Aston Martin de Fernando Alonso. Eligió la experiencia del austriaco, que ya se había pasado el juego de la Champions antes de fichar por el Real Madrid, y le colocó de lateral izquierdo como en sus tiempos mozos. En la diestra colocó a Fede Valverde, penalizado por su polivalencia. Como sabe hacer de todo, y todo lo hace bien, su entrenador le pone siempre donde más falta hace y no donde a él más le gusta. Y contra el Arsenal hacía falta que se pusiera el traje de Carvajal porque Lucas Vázquez ya no está para estos trotes.
No había sorpresas en el resto de la alineación. Regresaba Courtois, ángel de la guarda del Real Madrid, y también Rüdiger y Asencio volvían a formar esa pareja de tipos duros en el centro de la defensa. Por delante el joven Camavinga y el viejo Modric conformaban un doble pivote extraño y complementario a la vez. Y los cuatro de arriba, pues ya saben: Rodrygo, Bellingham, Vinicius y Mbappé.
Enfrente el Arsenal de Arteta, discípulo aventajado de Guardiola y equipo con el estigma de pechofrío en la Champions. Bien ganado, por cierto. También los gunners tenían bajas importantes en número y calidad. A Mikel Merino le tocaba ser otra vez el delantero centro y la gran amenaza venía por los extremos: el brasileño Martinelli y el inglés Bukayo Saka, recuperado para la causa hace pocas fechas. Un equipo que tenía a viejos conocidos en sus filas como el ex madridista Ödegaard y el ex rojiblanco Thomas Partey. O como el portero David Raya, que también ha suplido en la selección la ausencia de Unai Simón.
Con un imponente aspecto en el Emirates echó a rodar el balón a eso de las nueve en todos los relojes. Y a los 30 segundos ya había probado Mbappé los blancos guantes de Raya con un disparo raso y lejano. Fue un espejismo porque el Arsenal se adueñó rápido de la pelota y hundió al Real Madrid en su área. Saka mandaba en la izquierda y hacía sufrir al equipo de Ancelotti, que defendía en un claro 4-4-2 con Bellingham y Rodrygo en los costados.
Fuego cruzado
La primera contra del Real Madrid sería para Vinicius, que tardó una vida en ver el desmarque de Mbappé y, cuando lo vio, su pase con el exterior fue defectuoso y a favor del despeje de Saliba. El Arsenal metía miedo a balón parado tanto por sus méritos como por las dificultades del Madrid en los balones aéreos. Con apuros y la intercesión de San Isidro sobrevivieron los de Ancelotti a los dos primeros saques de esquina.
El partido lo gobernaba Ödegaard con suficiencia y elegancia. El Real Madrid sólo se tapaba la cabeza para evitar los golpes. Como el que pegó Thomas en el minuto 12 con su tiro raso que se envenenó tras tocar en Camavinga y lo rechazó bien Courtois. Chequeó después el VAR una posible mano de Asencio dentro del área blanca pero no había nada punible.
En el 20, con ocho minutos de retraso, dio la réplica el Real Madrid en una acción en la que Vinicius, otra vez chupón, eligió mal porque o no vio o no quiso ver a Alaba solito en el área y eligió un remate combado que se marchó a la izquierda de Raya. Y en el 23 fue Mbappé el que desperdició un pase del propio Vini que se le quedó algo corto cuando arrancó la carrera… en fuera de juego.
A la media hora perdonó Mbappé la ocasión más clara del partido en un mano a mano ante David Raya en el que el francés resolvió con un tiro demasiado televisado y centrado. El internacional español resolvió con mano firme. Contestó el Arsenal, otra vez al comando de Ödegaard, con una acción por la derecha de Saka que desvió abajo bien colocado Courtois.
Se iba consumiendo el primer acto con un valioso 0-0 para el Real Madrid y sin que Ancelotti tuviera que levantar demasiado la ceja. Sólo el desigual duelo entre Saka y Alaba generaba cierta inquietud en el banquillo madridista. Ni Bellingham ni Camavinga ayudaban demasiado al austriaco, que sufría ante el veloz extremo del Arsenal.
Igualdad al descanso
En el 44 tuvo que ser el de siempre, San Thibaut Courtois, el que metiera un dos por uno en paradas decisivas para abortar sendos remates de Declan Rice primero y de Martinelli después. Fue la última de una primera parte en la que el Real Madrid supo aguantar las embestidas de un Arsenal que también atacó con el freno de mano echado.
Nació parada la segunda mitad. Dominaba el Arsenal y replegaba el Real Madrid. Los de Ancelotti, como cantaba Ortega Cano, estaban tan a gustito. En el 50 el que se gustó fue Bellingham, que le hizo una dejada en el área a Mbappé. El francés, otra vez, se embolicó en el control y acabó lanzando contra el lateral de la red.
El Real Madrid parecía tener el partido bajo control. Parecía. Porque los blancos son especialistas en pegarse tiros en los pies. Lo hizo Alaba, que se empeñó en perseguir a Saka por toda la frontal hasta que le derribó en una falta estúpida. Era lejana pero Declan Rice se sacó un disparo imposible que esquivó por fuera a la barrera y sorprendió a un Courtois que se tiró tarde. Pues nada, 1-0 y a remar tocaba.
Golazo de Rice
Se quedaron los blancos tocados y casi hundidos. Olió la sangre el Arsenal y el Real Madrid estaba K.O. En el 67 sacó dos manos milagrosas Courtois y sendos remates bajo palos primero Alaba y luego Bellingham. La flor de Carletto brotaba en el Emiratos. Pero un minuto después apareció el cañón de Declan Rice para aprovechar con un disparo sencillamente maravilloso que puso en la escuadra una falta del atolondrado Camavinga sobre Saka.
Ancelotti metió a Lucas Vázquez por Modric y pasó a Fede Valverde al medio. Pero el Real Madrid ya estaba muerto. Lo terminó de rematar en el 74 Mikel Merino con un golazo de mucha clase a un toque mientras toda la defensa del equipo de Ancelotti defendía con la mirada. El partido estaba marcando el futuro de algunos jugadores del equipo blanco y, posiblemente, a su entrenador.
Al Real Madrid le quedaba un cuarto de hora para intentar recortar algo el marcador pero fue incapaz. Impotente, ofuscado, sin fútbol ni alma, el equipo de Ancelotti no le hizo ni cosquillas a un Arsenal que, si no se raja en el Bernabéu, alcanzará la semana que viene las semifinales de la Champions después de eliminar al quince veces campeón de Europa.