Se llevó el MVP de la Supercopa ante el Barça y en la cancha en la que se rompió el cruzado

La redención y las lágrimas de Llull en su lugar maldito

Sergio Llull logró la tan ansiada redención en el Santiago Martín de Tenerife, la cancha en la que se rompió el ligamento cruzado de su rodilla en 2017

Desde entonces, Llull ha pasado por demasiadas penurias que le llevaron a la frustración y respondió con una actuación descomunal en la Supercopa ante el Barcelona, tras la cual rompió a llorar como resultado, precisamente, de todo lo sufrido en un periplo que ahora espera que llegue a su fin

Llull resucita a un Real Madrid supercampeón

El MVP Llull rompió a llorar tras ganar la Supercopa: «Anoche discutí con mi mujer…»

Llull
Sergio Llull saluda con el trofeo. (ACB Photo)

El Real Madrid continúa con su idilio con la Supercopa Endesa como si resultara imposible no comenzar ganando el primer título de la temporada. El entorchado de 2021 tuvo un gran protagonista, Sergio Llull, que se hizo con el MVP y ejemplificó el espíritu de sacrificio y la imposibilidad de rendición del equipo blanco. El ’23’, además, logró redimirse después de cuatro años de máxima frustración y en su cancha maldita, el Santiago Martín, en la que su vida baloncestística cambió para siempre hace cuatro años. Después de la exhibición, comenzó a llorar desconsoladamente, liberando la tensión tras demasiado tiempo buscando ese momento.

Era el 9 de agosto de 2017, en un amistoso de la selección española ante Bélgica antes del Eurobasket. Sergio Llull llegaba con la vitola de mejor jugador de Europa, después de un periplo descomunal en la que había roto todos los esquemas al mostrarse como un jugador total. Con el físico y la inspiración de su lado y el talento innato también acompañando, un mal gesto en su rodilla derribaba de un plumazo el castillo de naipes. Rotura del ligamento cruzado anterior y adiós a las canchas durante muchos meses.

El regreso se esperaba con los brazos abiertos y pese a que los plazos no se alargaron y su vuelta, en un partido de Euroliga ante Panathinaikos, dejó un gran sabor de boca, Llull nunca volvió a ser el mismo de antes de la lesión. La carencia en explosividad, lógica en este tipo de lesiones, vino acompañada de una confianza mermada por no verse al nivel que esperaba, aun con el paso de los meses. El resultado: un nivel demasiado bajo para uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto español.

Llull peleó con los fantasmas durante mucho tiempo pero no fue hasta la Supercopa 2021 cuando pudo juntar todos los factores. Hasta entonces, prácticamente, hasta él había dejado de confiar en sí mismo. Se había resignado a un rol secundario, desde la posición de escolta, en el que aportar al equipo en todo lo que pudiera, pero lejos de los focos. Así lo explicaba su rendimiento, con destellos pero sin la posibilidad de ser constante como deseaba. Así, aceptó una –lógica– rebaja en sus emolumentos para renovar y seguir siendo útil.

Una semifinal también maldita

La Supercopa llegaba como el primer desafío en la temporada para un nuevo Llull. Ya alejado de la posición de base, en un rol de escolta anotador desde el banquillo en el que se sintiera más cómodo y sin –tanta– responsabilidad creativa debía llegar su momento. Su físico estaba en el lugar deseado merced a un importante trabajo de puesta a punto, pero en las semifinales, Llull volvió a fallarse a sí mismo. «El sábado discutí con mi mujer después del partido porque estaba enfadado porque no había jugado bien…», comentaría el domingo un emocionado Sergio, más humano que nunca y admitiendo que habían sido «años muy difíciles a nivel personal». Por todo ello lloraba Llull.

Su aportación en semifinales ante Lenovo Tenerife se resume en siete minutos de juego, dos puntos, un balón perdido y -8 para el Madrid con él en cancha. Un mal partido y el banquillo como respuesta. Llull lo entendió pero no pudo evitar castigarse mentalmente. De nuevo una decepción personal. De nuevo, en el Santiago Martín.

La traca final de Llull

Sin embargo, Sergio sabía que contaría con la oportunidad de redimirse en la final, aunque su margen sería mínimo. Nunca se rindió y por fin, encontró la inspiración que tanto esperaba y merecía. Entró en ebullición. Apareció el ‘viejo’ Llull, el de la personalidad que nunca le abandonó y el de las canastas que ponen en pie al banquillo. Un total de 24 puntos y 27 de valoración en apenas 19 minutos de juego. Una tarjeta descomunal que tiene un significado más allá. El de la resurrección del Madrid en la Supercopa tras ir perdiendo por 19 en el tercer cuarto ante el eterno rival. El del propio Llull, redimido en la cancha en la que todo cambió y que ahora quiere mantenerse y lograr la ansiada continuidad en su juego para volver a destacar en el Real Madrid.

Lo último en Baloncesto

Últimas noticias