A las puertas del Clásico. El Real Madrid remó y remó con una actuación más que decente ante el todopoderoso Barcelona, a día de hoy el mejor equipo de Europa, pero se quedó sin gasolina en los últimos instantes de un partido en el que Mirotic y Oriola marcaron la diferencia. La labor, sobresaliente, de Walter Tavares, no fue suficiente (76-81) para amarrar un partido que deja a los blancos en una situación de incertidumbre respecto a su clasificación a cuartos de final de la Euroliga y al Barça reforzado como líder y gran favorito a la conquista del torneo.
Un Clásico siempre es un partido de tensión absoluta pero los ingredientes del encuentro, quitando a la connotación decisiva implícita de las finales, daba como resultado un encuentro de máximos prácticamente asegurados. El estado de forma del Barcelona, el mejor conjunto de Europa de lo que va de temporada, chocaba con un Real Madrid apenado entre bajas, fichajes frustrados y el desgaste físico derivado de ambos conceptos previos. Los favoritos, culés. Los aspirantes, los locales madridistas.
Sabedor de la superioridad de la plantilla azulgrana y de su supremacía en los últimos clásicos, Laso optó por mover el árbol desde el comienzo. El quinteto planteado por el técnico vitoriano se componía de un base como Alocén, dos aleros de envergadura, Taylor y Deck, y los dos ‘5’ de la plantilla: Tavares y la gran novedad, Alex Tyus. Laso sacrificaba tiro exterior por centímetros y defensa, y la cosa no le salió mal.
Pese a lo negativo del inicio, con Oriola como improvisado francotirador, el quinteto madridista iba a reaccionar merced a la inspiración de Alocén. Al base no se le hizo de noche ante el mejor equipo de la Euroliga y combinó y anotó para que la ventaja inicial de los culés fuera reduciéndose hasta quedar prácticamente en nada. A ello también colaboraba el esfuerzo defensivo y el entendimiento, inesperado de Tyus y Tavares en combinaciones de poste alto-bajo, con el caboverdiano como ejecutor.
El factor Abalde
El Barça, por su parte, no contaba con el acierto de Mirotic, su gran faro ofensivo, y los exteriores se repartían para seguir liderando, ya sin el colchón inicial. El encuentro estaba en un pañuelo y sólo las pérdidas, de ambos conjuntos, empañaban un despliegue ofensivo digno de mención.
Así las cosas, las segundas unidades contaban con el deber de desbloquear el marcador y decantarlo hacia su lado. En el Barça, la posibilidad de que Hanga posteara a Laprovittola se veía como una oportunidad casi en cada jugada, mientras el Madrid encontraba el factor Abalde para seguir con un faro sobre el parqué.
El alero gallego ha pegado un bajón en las últimas semanas pero, llegada la cita importante, apareció como sexto hombre de lujo, un híbrido creador-anotador que fue justo lo que necesitaba el equipo. Con Thompkins mejor en defensa que en ataque y Causeur colaborando desde la larga distancia, el Madrid contaba con sus primeras ventajas en el marcador que, eso sí, fueron difuminadas por el Barça antes del descanso. Los culés se iban tres arriba, pero el partido estaba en un pañuelo.
Mirotic aparece en el partido
«Quitando pequeños detalles, podemos estar arriba», aseguraba Carlos Alocén, uno de los destacados, antes de encarar el túnel de vestuarios. Un Madrid de savia nueva sin Llull, Rudy, Carroll ni Felipe estaba compitiendo y de qué forma con un Barça con toda la carne en el asador. Las opciones de triunfo estaban intactas, pero no se podía bajar un ápice la intensidad, ni tampoco el acierto.
La zona del Barça en el segundo cuarto no había surtido efecto y Mirotic, junto al ajuste en aro propio, iba a representar la diferencia con respecto a la primera mitad. El canterano y ahora enemigo número uno del madridismo comenzó la segunda mitad con un mate impresionante, en la cara de Tavares y Garuba. Una canasta de las que valen más de dos puntos –más adicional–. El Barcelona golpeaba primero y se marchaba antes de una nueva reacción madridista.
El Madrid tiraba de coraje y de rebote, pero por el camino pagaba un caro peaje en forma de faltas personales de sus interiores. Tavares, Garuba, Tyus… todos ellos se encontraban cargados y obligados a plantear escenarios de emergencia. Aunque el Real, de forma irremediable, debía pensar en el más inmediato presente, y Carroll lo ejemplificó con sus primeros minutos en pista. El americano no desequilibró, pero sí condicionó con su juego.
El Madrid se queda sin gasolina
La diferencia al término del tercer cuarto se mantenía en los tres puntos previos al descanso, reduciendo el partido a diez minutos en los que tendrían importancia la inspiración y, sobre todo, la gasolina de ambos. Era momento de guerreros y valientes. Con Tavares monopolizando el rebote, pero con cuatro faltas, Laso le dio las llaves a Deck y Abalde, junto con los perros de presa Garuba y Taylor. El Barça prefirió depender de la calidad de Mirotic y Higgins y la dirección de Calathes, el base-pívot.
A los puntos, el Barça ganaba y en cuanto a físico, repetimos, factor diferencial, la distancia era aún más grande. Abalde acusó el desgaste en el tiro y Carroll tampoco encontró el aro como necesitaba un equipo que tenía que competir con la paleta de recursos del mejor jugador ofensivo de Europa, un Mirotic que decantó la balanza en unos últimos minutos de desacierto y en los que el Barça acudió puntual para llevarse el Clásico y volver a recalcar que en estos momentos, es superior a su eterno rival.