Hubo un tiempo en el Mario Hezonja era la gran esperanza joven del Barcelona. Un alero anotador y polivalente que despuntaba en Croacia y llegaba al Palau Blaugrana con 17 años dispuesto a comerse el mundo. Cuando empezaba a hacerlo, apenas tres temporadas después, la NBA llamó a su puerta y no resistió a la llamada. Ahora está a punto de disputar su primera Final Four con el Real Madrid y deja bien claro que la nostalgia no anida en su cabeza.
«No me importa nada», responde cuando se le pregunta por la casualidad de que sea precisamente el Barça su primer rival en Kaunas. «Es una Final Four y a mí lo único que me importa es que mi equipo está clasificado y que estamos en la lucha por otro título. Da igual contra quien juguemos, solo hay que pensar en nuestro baloncesto y en mejorar lo que no hemos hecho bien antes», señala con contundencia. Esa es la mentalidad que ha enamorado a Chus Mateo. «Mario esta haciendo una temporada extraordinaria, estoy contentísimo con su espíritu», dice el entrenador.
Hezonja abandonó el Barcelona en 2015 y de aquella plantilla culé solo sobreviven dos jugadores que, al igual que el croata, se marcharon a la NBA y luego volvieron a España: Álex Abrines y Tomas Satoransky. Ambos retornaron directamente al Barça, mientras que Hezonja fichó por el Panathinaikos griego después de seis años en Estados Unidos.
«No conozco a demasiada gente del Barça ahora mismo porque ha cambiado mucho. Respeto muchísimo a la gente que se ha quedado allí, son muy importantes para ellos. Siempre existe mucha rivalidad entre los clubes, pero en tema de organización ambos son muy, muy parecidos a la NBA, de altísimo nivel», dice, ensalzando por igual a los dos clubes más grandes del baloncesto nacional.
«Me dijo que me iba a reventar la cabeza»
Tras casi un año ya en la capital española, Hezonja explica que es lo que más le ha gustado de esta etapa. «Me gusta que en el Madrid todos se conocen desde hace muchos años, llevan mucho tiempo juntos, y desde el primer día, sin conocerlos, se nota que es una pequeña familiar en la que todos se ayudan. Los veteranos de este equipo tienen corazón de ganadores y fuego en sus ojos. No se puede sentir algo mejor que eso en un vestuario», celebra.
Y para probar sus palabras, recuerda un episodio que vivió en el quinto y decisivo encuentro de la convulsa eliminatoria contra el Partizan de Belgrado. «Una vez no fui a sacar de fondo cuando ellos habían metido y vino el Chacho me dijo que me iba a reventar la cabeza si volvía a hacerlo. Es divertido, pero también es muy importante», recuerda entre risas. Lección aprendida antes de encarar el partido más importante de la temporada. Y sin nostalgias.