Hamilton IV, rey de la lluvia con Sainz en los puntos y Alonso en el abismo
Silverstone amaneció en modo piscina veraniega, con el sol golpeando el asfalto, empapada en sueños para unos, potencial pesadilla para otros. Whiting no se levantó a lo Juego de Tronos y se puso el traje de Nobel de la Paz: salida bajo el coche de seguridad. Comenzaba el ritual de amenazas e informaciones por la radio de cada piloto y escudería jugando a ser Paco Montesdeoca. El agua despertaba sonrisas en Sainz y Alonso: hoy llevaban el mono de pescadores.
El Safety dirigía el desfile militar con habitual desgana, un sentimiento helado, agrio, sin la adrenalina que levanta el embragar desde cero esperando el combate de boxeo en la primera curva. El día era una mezcla de nubes, lluvia y sol que prometía, por lo menos, espectáculo. De momento, desesperación en la radio ante la inútil decisión de Dirección de Carrera que no guardaba el coche de seguridad en boxes. ¿Cómo quieren resucitar el deporte con estos inicios?
El inicio era el manual de como tirar una carrera a la basura. Cinco vueltas de escándalo para los ojos de los aficionados: peores escenarios comenzaron desde la línea de salida. Se marchaba el Safety, a Dios gracias, con Lewis antes coqueteando con tragárselo. Y casi todos se fueron a boxes. Y se formo la gozadera. Sainz y Alonso entraban a poner intermedios en una guerra de guerrillas por ganar un segundo para salir uno por delante.
En la siguiente vuelta lanzada, la locura continúo en la calle de boxes que parecía la Renfe en hora punta. El tráfico no cejó allí, ni siquiera con el Virtual Safety Car provocado por una salida de Wehrlein: clavado en la puzolana por aquaplanning. La carrera estaba en el grupito de Bottas, Hulkenberg, Alonso y Vettel. Todos se enseñaban el morro hasta que Valtteri cedió a la presión con un trompo: Alonso, décimo.
Sainz continuaba séptimo mientras que el podio virtual lo conformaban Lewis Hamilton, Nico Rosberg y Max Verstappen. La fiesta ya no era el funeral del inicio: las luchas se sucedían en todas las zonas del circuito. Verstappen apretaba a Nico, Lewis se marchaba, y Alonso buscaba pasar a Hulkenberg que, a su vez, peleaba por pasar a Massa.
En Becketts, por el exterior: Max Verstappen. Así se hace mayor un adolescente, pasando con su aerodinámico Red Bull al Mercedes de Nico Rosberg. Una maniobra que huele a futuro campeón. Era segundo… ¿A por Hamilton? El campo de batalla se secaba y todos empezaban a poner neumático seco. Alonso se cabreaba porque tardaron mucho en poner slicks: décimo, peleando a muerte con un Massa más lento que él.
Alonso, fuera de los puntos
La pelea acabó con Alonso en una excursión extrema por la puzolana. Su neumático golpeó levemente el muro y, cuando todo parecía acabado, sacó su orgullo cada vez más herido, y puso de nuevo su enrevesado MP4-31 en la pista. Un truco de magia sobre su marca para seguir soñando con los necesitados puntos. Alguno sigue diciendo que ya no tiene hambre…
Rosberg volaba para cobrarse la venganza con un Max Verstappen al que sin el agua le costaba nadar sobre Silverstone. Quedaban 21 vueltas y el rendimiento de los, cada vez, más castigados neumáticos, iban a ser determinantes en el final de la carrera. El Red Bull de Max resistía las embestidas del alemán como la canción del Dúo Dinámico. Un viejoven de 18 años. Un Pequeño Nicolás que se ha colado en el podio y no quiere salir.
El motor Mercedes pidió respeto a sus canas y el Red Bull, finalmente, cedió a su potencia. La noticia era la ausencia de un Ferrari en el podio: su eterno quizá continúa inmerso en las dudas de una leyenda herida. No progresan, ya no para coger a Mercedes, si no que la propia Red Bull ya está por delante de ellos en muchos circuitos. «Prefiero estar detrás con buena progresión que estar delante como otros con mala». Y es que, tal vez, Alonso tenga razón.
Carlos Sainz giraba en octava posición en otra actuación que pudo ser más estelar de no haber trompeado cuando era sexto. Se acercaba tímidamente a Nico Hulkenberg cuando quedaban 8 vueltas para el final de la carrera. Un último empujón para intentar quedarse como empezó. La prueba fue de menos a más tras el frenesí inicial apoyado en la tempranera lluvia. Alonso, decimotercero, se dedicaba a dar vueltas por Silverstone esperando un milagro que le colocara en los puntos. Un campeón de infinita paciencia, enorme apetito, que no pierde la esperanza en McLaren y, sobre todo, en Honda.
Lewis Hamilton rodaba solo, camino hacia su cuarta victoria en Silverstone, cuarta de la temporada, en un nuevo recital sobre la lluvia. La suma de ambos 4 resultan en su número mágico: el 44 que le acompaña en su monoplaza, mono y oreja derecha. Victoria, pole, vuelta rápida, toda la carrera liderando: Grand Chelem. Locura en las gradas, baño de multitudes y más cerca de Nico en el Mundial. Un piloto épico que bien podría tunear la frase mítica de Lineker: la Fórmula 1 es un deporte donde, pase lo que pase, siempre ganan Hamilton y Mercedes.
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