Fernando Alonso se retira de la Fórmula 1 fuera de los puntos
Se filtró en su cubículo por última vez ante una marea de miradas, fotógrafos, y telespectadores que asistían al final de los finales. No hay puntos suspensivos esta vez; es un aparte a otro desafío, un final a la Fórmula 1. Fernando Alonso pintó el momento que nadie hubiese imaginado nunca con una tímida sonrisa. Cómo ver el último drive de Nadal o la última canasta de Gasol: los que disfrutamos de la generación de oro no estamos preparados para sus finales.
Se marcha con la magia a otro lado, en busca de la Triple Corona que le alce como uno de los más grandes de la historia del automovilismo. Ya lo es, pero quiere más: he is a racer. La Fórmula 1 se deshace lentamente en una categoría enrevesada, al punto aburrida, con un intento de reinvención que no acaba de llegar. La forja de leyendas se ha quedado sin fuego: Vettel, Hamilton… y Verstappen sostienen ahora la maquinaria de marketing.
Así las cosas, con tanta permuta en 2019, las despedidas se sucedían al otro lado del muro. Ricciardo de Red Bull, Raikkonen de Ferrari, Vandoorne de McLaren… Aquello parecía un entierro de pueblo. El espectáculo, eso sí, no iba a desmerecerse en pista. La salida fue un constante vaivén de un lado a otro en cada zona de la pista. Serpenteaban Bottas y Hamilton; Vettel resistía; Leclerc sorprendía, Verstappen se hundía… y Hulkenberg daba el susto.
En un toque con Grosjean, que nada pudo hacer, su Renault dio una vuelta de campana, dejando a todos sin respiración. Se quedó boca abajo y, para más inri, empezó a salir fuego en la zona del motor. La sensación vista desde fuera era horrible, pero todo, gracias a Dios, se resolvió bien. Los comisarios apagaron el fuego, colocaron el monoplaza en posición horizontal y sacaron a Nico. Todo OK. Safety Car. Lideraba Hamilton; Bottas por detrás y Vettel, tercero.
Raikkonen tuvo la despedida más agridulce: su coche se quedó anclado en la recta de entrada y enfiló la zona de boxes con un cabreo más que notable. El demiurgo esbozó este complicado adiós a su historia de rojo. Mientras Kimi se marchaba, en pista, Max Verstappen se peleaba con todos. Pique precioso con Ocon, esta vez en pista; y no menos emocionante con Hamilton, que paró por primera y última vez a cambiar neumáticos. Lewis le pasó… y Max, en la siguiente curva, le cogió el rebufo y le pasó como su llevase 15 años en Fórmula 1.
Y Carlos Sainz honró a su maestro con, quizá, su mejor carrera esta temporada. Un aviso de lo que se viene en un futuro que, con 24 años, parece interminable. Las circunstancias de carrera le colaron en los puntos; el talento, la alzaron mucho más alto. Con 19 vueltas cumplidas ya era 7º. Saliendo desde la undécima posición. Todavía le faltaban toros que matar.
Apareció, muy tímida, la lluvia, en lo que parecía un imposible, un milagro en Abu Dhabi. Gotas en el desierto. Se quemaban en un asfalto con una temperatura muy alta. No cuajó y los pilotos ni siquiera lo notaron. Todo seguía igual en el trazado… pero no entre los pilotos. La carrera se jugaba en todos los lados de la pista. Una locura de inicio a fin.
Hamilton no perdona, espectacular Sainz
Bottas se pegó un tiro en el pie en el día que, seguramente, Hamilton le ‘hubiese’ dejado ganar. A base de errores propios le fue pasando todo el mundo. Empezó Vettel, prosiguió Verstappen, toque incluido y culminó Ricciardo. Del segundo al quinto en un suspiro. Fernando Alonso, que se pasó la carrera en los puntos, se vio lastrado por una parada, quizá, demasiado temprana. Le condenó la estrategia, situándose último. Ascendió hasta la decimotercera. Fernando Alonso y una posición más allá del décimo. Dos elementos antónimos unidos por un MCL33 inoperante. Lo mejor de los finales, ya saben, es que es el inicio de algo nuevo.
Ya lo decía Barney en Cómo conocí a vuestra madre: lo nuevo siempre es mejor. Porque España puede estar tranquila mientras Carlos Sainz siga haciendo carreras como ésta de Yas Marina. Porque, en una conducción maestra, aguantó a Leclerc y Pérez, sin parar, rodando mucho más rápido, y generando el gap suficiente para parar y seguir siendo sexto. Rodaba incluso al ritmo de Hamilton y Vettel. Si les ocurre en Woking hacer un coche competitivo…
Nada cambió. El tridente Lewis Hamilton, Vettel y Verstappen lideró hasta el final de la carrera. Compañeros de viaje que prometen muchas más curvas en 2019. La leyenda británica sigue devorando victorias, poles, campeonatos… Quiere ser el mejor de siempre. Su talento, sumado al de los alemanes en fábrica, parece la mejor fórmula para ser el heredero en campeonatos de Michael Schumacher. Su nombre ya está escrito en oro en el Olimpo de la Fórmula 1. Y todavía tiene tinta en sus dedos.
18 años después, Fernando Alonso cruzaba la línea de meta por última vez. Rozó los puntos, undécimo, aunque eso ya poco importaba. 83.547 kilómetros y allí marchaba, en su última vuelta, 311 carreras después. Sus estadísticas no engañan: 2 títulos mundiales, 32 victorias, 22 poles, 23 vueltas rápidas, 97 podios… Leyenda viva. Gracias por todo campeón. Este deporte jamás se olvidará de ti.
El final fue de emocionarse. De los de ver dentro de 10 años y volver a llorar. Primero en su radio, donde le agradecieron todo lo logrado con ese apellido que siempre tendrá: campeón. «A por la Triple Corona». Después Lewis Hamilton y Vettel se colocaron en paralelo a él dejando una imagen para la historia: tres campeones juntos. Fueron a la línea de meta y se pusieron a hacer donuts. Respeto máximo. Así se despide a uno de los más grandes de siempre. Un mensaje para las alturas: ojalá esa instantánea final hubiese sido real en pista. Los tres peleando por el Mundial. Pero este deporte, ya saben, no es lo que era.
Fue el protagonista pasivo de la ceremonia. Saludando a los aficionados, dándose un baño de masas en la calle de boxes. Campeón sin corona, héroe sin capa, samurai sin espada. La fiesta se apoderó del lujoso Yas Marina, miles de almas celebrando todo y nada, aguardando el apagón de unas luces que ya esperan otro campeón en 2020. Todo se iría apagando, creando un invierno artificial en un deporte que ya le echa de menos. Fernando Alonso ya no está aquí: sólo piensa en el reto del WEC y las 500 Millas de Indianápolis. Quizá, quién sabe, el destino todavía le deba una a Fernando en la competición de barras y estrellas. Se nos va un trozo de historia, de vida, de madrugadas, de noches, de emociones, de sueños, de magia… Hasta siempre.
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