Mohamed bin Salman incluye Madrid en el cuarteto de capitales de su gira por Occidente
Para la autoestima de los españoles —o de España como nación— debe contar. Que el príncipe heredero de Arabia Saudí cierre en Madrid una larga gira de más de mes y medio por Washington, Londres y París, las capitales de sus principales países aliados, no es un detalle. Es importante.
Mohamed bin Salman (Yeda, 1985) ha demostrado su interés por España convocando a la prensa nada más aterrizar en nuestro país, remarcando así que la visita no es un simple gesto, sino parte de una estrategia. El príncipe ha pasado la noche del miércoles al jueves en el Palacio de El Pardo, la residencia que guarda el Estado español para agasajar con especial mimo a sus invitados más importantes.
Y a fe que lo es. A sus 32 años, más allá de que en la monarquía absoluta que es Arabia Saudí el poder lo detenta su padre, el rey Salman bin Abdulaziz, el bautizado como MBS —a medio camino entre la simplificación periodística y el marketing intencionado— es el verdadero hombre fuerte del país petrolero.
Ya no es sólo la verdadera amistad entre el monarca emérito español Juan Carlos y el rey Salman la que ha cimentado la especial relación de aquel país con uno mediano en Occidente como el nuestro, es que España se ha convertido en un inversor importante para esta Arabia Saudí que quiere salir de su dependencia del crudo y modernizar su sociedad. Los objetivos principales de lo que MBS ha bautizado como ‘Visión 2030’ supondrán —suponen ya— una oportunidad de miles de millones de euros, y están centrados en industrias en las que las empresas españolas son punteras: el turismo, las infraestructuras, las energías renovables, el ocio…
El príncipe heredero ha llegado este miércoles a Madrid después de viajar a Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Partirá este mismo jueves después de ser recibir a varios ministros, reunirse con el presidente Mariano Rajoy y acudir al Palacio de la Zarzuela a comer con los Reyes. Que Felipe VI se trabaje esa relación no es baladí, y la oportunidad se presenta clave para ayudar a la definitiva salida de la crisis de nuestro país.
Las cifras marean: Arabia Saudí pretende incrementar sus ingresos no procedentes del petróleo desde los 35.000 millones de euros de 2015 a los 215.000 millones en 2030.
A los seis días de la llegada al trono en enero de 2015 del rey Salman, el príncipe MBS fue nombrado presidente del Consejo para Asuntos de Economía y Desarrollo. No contaba aún con 30 años y ya se encaramaba al puesto clave, dado que su padre tenía claro que era él quien debía continuar el aún tímido proceso de reformas, iniciado en 2012. Y lo primero que vio esta etapa fue una caída brutal y sostenida del precio del crudo, de los 120 dólares por barril a los 30 en dos años…
Antes de eso, MBS había pasado mucho tiempo en nuestro país en su juventud —vacaciones, esencialmente— y eso ha contribuido a incrementar su simpatía por España. Y su visita, así, es clave para que se firmen contratos que amplíen los que ya están en marcha o incluso sustanciándose.
Algunos ejemplos son el tren de alta velocidad entre Medina y La Meca que, a la espera de inaugurarse oficialmente, ya ha entregado un consorcio de empresas españolas, encargadas de la infraestructura, los convoyes y el mantenimiento, por un montante de 7.000 millones de euros; las otras redes convencionales de ferrocarril por las que el país saudí apuesta para impulsar su industria y la movilidad geográfica de sus ciudadanos —es una enorme nación con una superficie desértica casi total y poblada por tribus muy regionalizadas—; y la venta de cinco corbetas para la Armada árabe que se espera firmar definitivamente este jueves, por valor de 2.000 millones.
Es decir, que España está en una muy buena posición que teóricamente no le correspondería por tamaño y pujanza entre los socios geoestratégicos de los saudíes. Y, gracias a la amistad entre casas reales y a la especialización y competitividad de las empresas españolas —ingeniería, construcción, hostelería, energía—, lo está en un momento hiperoportuno.
El plan concreto de Riad
Mohamed bin Salman ha declarado en varias ocasiones que «en los últimos 10 años, el mundo ha cambiado más que en los 100 anteriores». Y si uno mira atrás, es cierto. Por ejemplo, en 2008 acababa de aparecer en el mercado el primer teléfono inteligente, el iPhone de Apple. Y desde entonces la economía mundial ha cambiado tanto como para que la tecnología de interconexión móvil sea en la que se van a basar todos los avances en I+D del futuro cercano. MBS pone este ejemplo —él y todos los miembros de su Gobierno, entre ellos los dirigentes de SAGIA (Saudi Arabia General Investment Authority)— para explicar que lo que quieren es «integrar a Arabia Saudí en la sociedad occidental».
Así, el país ha visto claro que no basta sólo con reformas económicas, sino que hacen falta las políticas y las sociales. Si el objetivo es convertir la península arábiga en el mejor ‘hub’ para inversores del mundo, hace falta atraer mano de obra muy cualificada, lo que implica un entorno de igualdad de género y de oportunidades y seguridad jurídica. Esto supone una revolución en un país que, si ya era tradicional, en 1979 vivió una enorme involución cultural y religiosa —en la cuna del islam suní— tras la revolución fundamentalista en el vecino Irán y el ataque a la Gran Mezquita de La Meca de una minoría chií animada por los ayatolás.
El príncipe lo explicaba en una entrevista concedida la semana pasada a la revista estadounidense ‘The Atlantic’: «Lo importante son los fines, que son la libertad, el desarrollo económico y la seguridad. Y hallar los medios más adecuados para alcanzarlos».
Para empezar, su Gobierno ha reconducido el extremismo religioso acabando con el poder de los clérigos más radicales. Ha confirmado su liderazgo regional comandando la intervención en Yemen y manteniendo una posición de fuerza contra Qatar, emirato que considera responsable de la financiación de milicias terroristas. Y ha abierto la mano a un entendimiento con Israel, no sólo por compartir al enemigo iraní, sino como camino para cimentar la prosperidad en la generación de intereses compartidos.
Bin Salman trae bajo el brazo una agenda de acuerdos importante y una mayor de intenciones. La posición de Riad como «amigo especial» de Washington —más ahora que la Casa Blanca la ocupa Donald Trump, enemigo declarado de Irán, cuyo líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei ha sido definido como «peor que Hitler» por MBS— pone a España del lado de la oportunidad. Además, Madrid comparte un mismo interés por la estabilidad de la que hoy no goza Oriente Próximo. Especialmente, en Siria y en Yemen.
De ahí el contrato de construcción y venta de cinco corbetas que el Gobierno español espera firmar este jueves con la parte saudí que reportará 2.000 millones de euros. Serán los astilleros de la pública Navantia los que fabriquen los barcos militares, pero en el memorando se incluye la construcción de una base militar y el adiestramiento de la tropa saudí en los próximos años.
La intención de la comitiva del príncipe heredero saudí es la de no sólo captar inversiones —el plan es que el país se convierta en 2020 en el vigésimo destino mundial de Inversión Extranjera Directa (IED)—, sino la de reclutar talento, llevarlo a su territorio y aprender lo que no saben. Porque no quieren dejar de depender de su petróleo para hacerlo de países extranjeros.
La idea que explican en la delegación que ha viajado con MBS a España es que quieren crear sociedades conjuntas con empresas españolas en los sectores de interés citados más arriba para hacer crecer los 4.500 millones de euros de intercambio comercial al año entre ambos países.
El plan es ambicioso, la ‘Visión 2030’ pretende cambiar por completo Arabia Saudí en estos 12 años que quedan hasta entonces. Queda por ver si, aparte de abrir salas de cine y permitir conducir a las mujeres, Mohamed bin Salman va a profundizar en la libertad de expresión, el fin de la pena de muerte y los castigos físicos para blasfemos y homicidas… y en la verdadera igualdad de género: aún persisten las leyes de custodia masculina, que cercenan la libertad de movimientos de la mitad femenina de sus súbditos. Por lo pronto, los cambios «están pasando» y MBS quiere que España participe.
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