Urdanga no iría a la trena en el Reino de Suecia
Si ves a alguien hablando bien de Alemania, es un alemán seguro. Si escuchas a un ser humano loando tan engolada como chauvinistamente a Francia, será francés sin ningún género de dudas. Si te topas con un tipo que dice que Inglaterra es el mejor sitio del mundo, inevitablemente será inglés. Y si resulta que te encuentras con un individuo que pone a parir a España sin parar no le pidas el carné de identidad aunque te hable en un exquisito inglés porque, con un margen de error del +-1%, es un español o española, un ministro o ministra del Gobierno patrio o un Ireno o una Irena. Así es este país cainita como pocos, envidioso como ninguno, que considera que lo suyo es peor que lo de los demás, que tiene la autoestima por los suelos y que olvida con demasiada frecuencia que algún día fuimos un imperio en el que nunca se ponía el sol o que parimos a gente como Trajano, Séneca, Colón, Velázquez, Goya, Picasso, Dalí, Cervantes, Calderón, Quevedo, Lorca, Machado, Cela, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Buñuel, Almodóvar, Bernabéu, Casillas o Rafa Nadal.
Jueves 24 de noviembre de 2005. 19.00 horas. Illes Balears Fórum. Meliá Victoria de Palma. Cuando franqueo el inmenso arco de entrada del gran estandarte de la familia Escarrer en la capital de Mallorca no puedo atisbar que estaré asistiendo a un suceso que acabará cambiando la historia de España. Algo, sin embargo, me huele mal. El periódico que dirijo, El Mundo/El Día de Baleares, ha publicado un mes antes que el acontecimiento va a costar 1,2 millones de euros que ha apoquinado sin pestañear el Govern del Gran Capitán Jaume Matas. Descubrimos un pequeño detalle en el que nadie había reparado o, si había reparado, no tenía los bemoles suficientes como para publicarlo: el organizador, el Instituto Nóos, está capitaneado por el yernísimo Urdangarin.
Sí, 1,2 kilazos. No había ninguna errata. No sobraba un cero ni tampoco dos. Ése es el sablazo para el bolsillo de Juan Balear de un evento en el que se va a analizar algo tan etéreo como es la relación entre el turismo y el deporte, que es como si sueltas pasta pública para que se profundice en el misterio de la Santísima Trinidad. De locos. Cuando entro en el gran salón donde nosotros celebrábamos el Foro de El Mundo de Baleares (Rajoy, Bono, Florentino, Laporta, Jiménez Losantos, Ana Botín, entre otros) mis peores presagios se cumplen. El mobiliario es el más barato del catálogo y de los caretos de los extranjeros invitados no me suena ninguno. Uno, que piensa a priori que como decía el gran Manolo Summers “to er mundo é güeno”, barruntaba que tal vez la razón del fortunón de dinero público apoquinado era la presencia de Al Gore, el ex vicepresidente y ex candidato presidencial que por aquel entonces abanderaba una cruzada contra el cambio climático que culminaría unos meses después con el documental Una verdad incómoda. “No conozco a ni dios”, cavilo antes de participar en una de las mesas junto al propio Urdanga, el delantero Samuel Eto’o, la campeona del mundo de gimnasia artística Elena Gómez, el ciclista Horrach (un apellido premonitorio) y un Rafa Nadal que medio año antes se ha metido en el bolsillo su primer Roland Garros con 19 años.
Al día siguiente doy instrucciones a Esteban Urreiztieta, jefe del equipo de investigación del diario, de que se haga con el presupuesto. “Como sea”, le apostillo. Nuestro amigo Antonio Diéguez, diputado del PSOE, nos lo pide por conducto oficial, lo consigue y lo publicamos el 17 de febrero de 2006. Se monta la mundial porque nadie hasta entonces (salvo el gran Peñafiel) había osado toser a la Familia Real, que vivía cómodamente instalada en la omertá ajena desde 1975. Los datos que contamos son para mear y no echar gota: el servicio de prensa ha costado 100.000 euros cuando el Ejecutivo balear ha puesto a disposición del señor duque a los 50 integrantes de su poderoso servicio de comunicación. También se han evaporado 20.000 euros en una web, la del Illes Balears Fórum, que nunca existió. Otro de los conceptos es para flipar: 29.000 euros en faxes. Ni aunque estuvieras remitiendo documentos compulsivamente durante las 60 horas que dura el acontecimiento te gastarías esa cantidad. Ni más ni menos que 160.000 del ala eran para el alojamiento y los vuelos de los participantes cuando ambos conceptos corrían a cargo de la cadena hotelera y una compañía aérea. Pero da igual, es el duquecito de Palma y es ese dinero público que, según Carmen Calvo, no es de nadie. Un robo de Estado.
Año 2012. Me cruzo en el Santiago Bernabéu con Rafa Nadal. El mejor tenista del mundo me suelta a bocajarro en plena vorágine del escándalo: “Oye, Eduardo, tú estuviste conmigo en el Foro de Urdangarin, ¿no?”. “Efectivamente, Rafa”, le replico. “¿A ti te pagaron algo?”, me reinterroga. “Cero, no me regalaron ni un mísero boli”, le aclaro. “A mí tampoco”, me aclara dando en el clavo del macrotrinque. Acto seguido, concluimos lo obvio: que ni siquiera los 120.000 del apartado “honorarios de los ponentes” es verdad. Cantidad, por cierto, que coincide al céntimo con la que desvió el delincuente Urdanga ese año a la sociedad Aizoon que comparte con la Intocable Infanta.
Entre medias, el 25 de septiembre de 2011, el arriba firmante y Esteban Urreiztieta han detonado el caso Urdangarin publicando los cientos de facturas falsas presentadas un lustro antes al Govern por el yerno del Rey de España. A Pedro J. Ramírez le entra inicialmente el tembleque, los tosidos compulsivos e intenta limitar el bombazo a la edición regional de El Mundo asegurando que es “un tema regional”. Nos toma por gilipollas. Las enormes puertas que intenta instalar en el campo le sirven para poco porque tres meses y cuatro días después el juez Castro imputa al yerno y a su cuate Diego Torres. Luego vendría la reunión de febrero de 2012 en Zarzuela, desvelada en primicia en el libro La Intocable (2014) y que ahora intertextualiza Pilar Urbano, en la que Don Juan Carlos, Rajoy, Gallardón, Torres Dulce y Spottorno establecen un cortafuegos procesal en torno a Doña Cristina. Por cierto: el caso Urdangarin o Nóos, que tanto monta, monta tanto, es otra fake news de Inda y Urreiztieta. Como los sobresueldos y la caja B de Génova 13. Como los sms de Rajoy a Bárcenas. Como el caso Pujol, las cuentas en Suiza de Granados o Trias, el dúplex de González, el escándalo Neymar que supuso la renuncia de Sandro Rosell y un largo etcétera. ¿Qué dirán ahora los Risto o Évole de la vida?
El resto es historia sobradamente conocida por todos ustedes. La gran moraleja del caso más mediático de la historia contemporánea es que tras aparecer en la pantalla del imaginario colectivo el The End de rigor el nuestro es un país mejor, más serio y más creíble. Una nación en la cual el “todos somos iguales ante la ley” no es una leyenda del gobernante para quedar bien con el gobernado ni una hoja mojada de la Constitución. Miento, porque de los 46.549.045 españoles hay dos que continúan siendo inimputables: Cristina de Borbón y Grecia y Jordi Pujol i Soley. La una porque así lo decidió su real padre y el otro porque ha amenazado con tirar de la manta del real padre. O sea, que hay 46.549.041 españoles iguales ante la ley si descontamos también a los constitucionalmente inmunes Juan Carlos I y Felipe VI.
Nosotros, los españoles, que acostumbramos a mortificarnos masoquistamente, olvidamos que el desenlace de una golfería así sería un imposible físico y metafísico en Reino Unido, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega y no digamos ya en ese Japón en el que los reyes son poco menos que semidioses. En esto, por tanto, también podemos mirar altiva a la par que orgullosamente a los demás. En Reino Unido los Carlos, Andrés, Eduardo, Sarah y cía han protagonizado situaciones cuasidelictivas cuando no directamente delictivas que deberían haber llevado a la Fiscalía a actuar de oficio. Y se hicieron los suecos. En la teóricamente progresista y moderna Holanda, el Príncipe Bernardo, marido de la Reina Juliana, mordió una comisión de un millón de dólares del gigante militar estadounidense Lockheed hace 40 años. El ministerio público ni estaba ni se le esperaba. Y en los republicanísimos Estados Unidos el tramposo Richard Nixon no fue a la cárcel sino que terminó indultado por su sucesor, Gerald Ford.
Conclusión: no somos peores que los mejores ni moral, ni intelectual, ni democráticamente. En unos apartados actuamos con más tino y justicia y en otros con menos. Pero podemos mirar a los ojos y hablar de tú a tú a cualquier democracia de calidad del planeta. Este martes pasará a la historia como el día en que dimos una soberana lección al mundo. Este 12 de junio fue un pequeño paso atrás para un Iñaki Urdangarin que en un par de años estará en la calle con su fortuna offshore a buen recaudo pero un gran salto adelante para un Reino llamado España y para un Rey y una institución que se negó a mangonear para evitar que se hiciera Justicia.
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