“Amigas entrañables”, mujeres a la sombra de la Corona
La reciente “jubilación” del Duque de Edimburgo a los 95 años mientras la Reina sigue plenamente activa ha vuelto a traer a la memoria la historia de amor de una pareja real de lo más peculiar. Son muchas las voces que aseguran que la relación entre Felipe de Edimburgo e Isabel II siempre ha resultado atípica. Atípica pero muy comprometida. Una joven Isabel se enamoró de un apuesto oficial alemán cuando apenas era una adolescente y, a pesar de que tuvo que esperar varios años para poder casarse, tuvo claro desde un principio lo que quería. Pero pese a lo idílico que pueda parecer, los conflictos no se hicieron esperar. Muy consciente del yugo al que su marido habría de someterse por culpa de su deber a la Corona, Isabel se ha mostrado siempre muy “permisiva” con él. Es por eso que ahora entiende que tras más de siete décadas plenamente dedicado a sus obligaciones, le ha llegado el momento de disfrutar de una jubilación dorada.
[Puedes leer: Renunciaron a la Corona por amor]
A pesar de perder casi todo su poder decisión cuando se casó con la Reina, Felipe pudo mantener una esfera privada en la que nadie interfería. Es aquí donde su relación con otras mujeres toma un papel esencial. No era ningún secreto pero tampoco algo de lo que se hablara a voces. Seductor, elegante, atractivo y poderoso, el Duque de Edimburgo podía tener a quien quisiera a su merced y aunque fueron varias sus amantes, una ocupa un lugar especial.
El Duque de Edimburgo con Lady Penny y su hija en un torneo hípico / Gtres
Lady Penny Romsey, la “amiga” entrañable del marido de Isabel II. Al igual que Marta Gayá o la princesa Corinna para nuestro monarca emérito, Lady Penny siempre ha tenido un papel vital en la vida de Felipe de Mountbatten. Penny Romsey y el Duque de Edimburgo se conocieron en la década de los 70 durante un partido de polo, deporte al que ambos son aficionados. Los más de treinta años que les separan no fueron obstáculo para que entre ellos se fraguase una especial amistad que se ha mantenido hasta nuestros días. Tan especial que Lady Penny es la compañera habitual del Duque en los eventos deportivos. A pesar de las habladurías, la Reina mira para otro lado y Penélope Romsey es un rostro habitual en los actos públicos y privados que celebra la Casa Windsor e incluso se la ha llegado a ver con la Reina.
Y de tal palo…tal astilla. En el caso de Carlos de Inglaterra, su relación con Camila Parker-Bowles llegó a consolidarse tras su divorcio de Diana de Gales cuya muerte hace ya veinte años supuso, en el fondo, que el príncipe tuviera carta blanca para casarse con su verdadero amor.
El príncipe Carlos y Camila Parker en los años 70 / Gtres
España e Inglaterra no son las únicas monarquías en las que las amantes de los reyes han causado más de un quebradero de cabeza sino que Bélgica y Suecia no le van a la zaga. Memorable es el caso del rey Alberto de Bélgica, que tras haber perdido la inmunidad por abdicar la Corona en su hijo Felipe, se enfrenta ahora a la posibilidad de tener que reconocer a Delphine Boël como hija legítima.
[Puedes leer: Cannes, un festival digno de príncipes y reyes]
Según apunta la propia Boël, su nacimiento fue fruto del amor entre el Monarca y la baronesa Sybille de Selys Longchamps, una relación que el Rey mantuvo estando casado con la reina Paola. Sin embargo, esta no ha sido la única infidelidad del belga, pero sí la que más consecuencias ha tenido.
El caso de Suecia presenta una monarquía en la que la tragedia y las complicaciones han sido una constante. Ya la muerte de su padre dejó a Carlos Gustavo siendo apenas un niño y a su tío Bertil en la tesitura de tener que renunciar al amor por sus obligaciones con la Corona. Aunque Carlos Gustavo siempre había sido considerado un monarca ejemplar, la publicación en 2010 del libro Carlos Gustavo: monarca a su pesar, provocó un gran revuelo al dejar al descubierto las fiestas del Rey con strippers, sus relaciones con personas de moral cuestionable y su romance con la cantante Camilla Henemark. En lugar de obviarlo, el Monarca afrontó la situación e hizo unas declaraciones públicas en las que aseguraba que todo lo que se decía en el libro formaba parte del pasado y que ahora era un hombre renovado y dedicado a sus obligaciones.